Un estilo propio, un humor familiar

Con la muerte de Juan Carlos Calabró desaparece también una forma de hacer humor en nuestro país. El mismo era consciente de su condición de “último ejemplar” de una raza en extinción, y lo subrayaba con sutileza cuando afirmaba, orgulloso, que estaba feliz por haber hecho reír a varias generaciones “sin decir groserías”.

Sin dudas, los cambios de época tienen que ver con el contexto de una sociedad y es difícil detenerlos. Pero volver a reír con los personajes de Calabró a través de los videos que la televisión reiteró ayer para recordarlo, nos hace valorar algunas cosas que los nuevos tiempos van dejando en el camino.

El humor de Calabró, como el de Fidel Pintos, Pepe Biondi, el gran Luis Sandrini y tantos otros, recorrió el camino más difícil, el que elude los lugares comunes, los chistes fáciles y otras tantas tentaciones.

En este sentido, la originalidad de sus criaturas ha logrado crear un vínculo inalterable con su público, lo que sin dudas lo hará perdurar en el tiempo.

Su estilo personal, pensado para ser disfrutado en familia, ha perdurado a través de los años -no hay que olvidar que hace casi una década que sus personajes no están en la televisión-, dejando frases inolvidables grabadas en el lenguaje de su pueblo.

“¡No va a andar!”, “Tu ruta es mi ruta”, “Pedro... mirá quién vino” o el “Qué alegría, qué alegría, olé olé olá” que corean todas las hinchadas argentinas, son sólo una parte de su orgullo como artista.

Ya comenzaron a sonar durante la jornada de ayer las voces reivindicatorias, como ha ocurrido con tantos otros artistas populares ninguneados en vida. Tal vez sea parte del derrotero que deben afrontar los de su estirpe.

Ojalá descubramos un día que no es cierto que se ha ido el último “ejemplar” de una raza en extinción y que sus enseñanzas vuelvan para hacer escuela en el futuro, con nuevas generaciones que elijan sus armas para hacer reír.