Una compulsión que puede resultar fatal

LA CÁMARA DE DIPUTADOS DE LA NACIÓN, CUYA COMPOSICIÓN SE JUEGA EN OCTUBRE

Por PEPE ELIASCHEV

Twitter: @peliaschev

En un punto, parecen inoxidables. Se reúnen. Conversan. Acuerdan. Desacuerdan. Discrepan. Abren. Cierran. Funcionan como si todo estuviera más o menos bien. Dan la sensación de actuar en el marco de una cierta normalidad. No proyectan grandes gestos. Se comportan como si el paquebote avanzara suavemente, surcando aguas tranquilas. No advierten témpanos siniestros, ni perciben la cercanía de vendavales crueles. Bailan despreocupadamente en la engalanada cubierta del Titanic.

Todos ellos, los que se siguen llamando “peronistas” a falta de una descripción menos ambigua, y que se consideran ajenos al grupo que gobierna hace ya más de diez años, chocan como átomos sueltos y enloquecidos. Pujan entre ellos, cada una blandiendo su pequeña y más o menos escuálida sigla electoral propia. Tratan sobre tajadas. Pelean por minúsculas moléculas de poder. Ignoran que les aguarda el gélido frío de la irrelevancia.

FINALISIMA

La provincia de Buenos Aires, la mayor del país, la verdaderamente decisiva, ingresa a la semana final de los enjuagues preelectorales con la aguda sensación de que los justicialismos pretendidamente exiliados de la Casa Rosada tienen más cuitas que alegrías, más resquemores que coincidencias, más mezquindad que grandeza. Se zamarrean esgrimiendo personerías más o menos fantasmales. Muchos de ellos fueron parte del grupo kirchnerista gobernante hasta “ayer” nomás, y no en cargos menores.

La provincia de Buenos Aires ingresa a la semana final de los enjuagues preelectorales con la aguda sensación de que los justicialismos pretendidamente exiliados de la Casa Rosada tienen más cuitas que alegrías

Prevalece una oscilación dubitativa y muda. ¿Qué sigue sopesando el indefinible Sergio Massa, por ejemplo? Es un verdadero campeón de este torneo de “sarasa” criolla: al intendente de Tigre no se le conocen definiciones de peso en torno de nada. Sin embargo muchos intendentes municipales se agitan en torno de Massa como si estar cerca de él “pagara” mucho. Si se admite que Massa ha pretendido ser diferente de la despótica e inapelable verticalidad de Cristina Kirchner, la verdad es que por ahora deja casi todo por desear. Es que si el rasgo principal de la década kirchnerista ha sido no dialogar, no consensuar y no ceder nada, nunca y a nadie, Massa aparece apenas como pequeño candidato a la diferencia, más una ilusión que una realidad. ¿Qué piensa? ¿Con quién dialoga? ¿De qué habla? ¿Qué soluciones propugna? ¿En qué se diferencia y con qué ideas? Nada, cero, silencio. Massa “no está hablando”, la tétrica y lamentable respuesta que dan todos los funcionarios y dirigentes a quienes algún periodismo quiere interrogar. Es un error: no es que no estén “hablando”, hay algo mucho peor, no están “diciendo” nada.

Sacuden sus huesos en un desierto de ideas. Peroran con frases fáciles pero vacuas. “Ella o vos” dispara el multimillonario Francisco de Narváez, uno de estos políticos siglo XXI a los que rara vez se le escuchan ideas y razonamientos sólidos y coherentes a lo largo de los años. ¿Ella o vos? ¿Y quién es “vos”? Claro, para De Narváez, “”vos” es él. Asume la encarnación de esa nutrida colección de argentinos que ya tuvieron bastante de kirchnerismo y aspiran a un cambio sustancial. Las elecciones del 27 de octubre son una cita clave para que la potencialidad de 2015 encarne en una efectividad políticamente conducente.

OSTRACISMO

Los peronismos bonaerenses que se definen como exiliados de la Casa Rosada, están empachados de autoimportancia y padecen de una deleznable escasez de mirada estratégica. Del lado de enfrente, el kirchnerismo hasta les ha regalado el nombre justicialista, despreciado en Olivos, en El Calafate y en Balcarce 50. El Frente para la Victoria que anotó el Gobierno es una prolija combinación de siglas, la mayor parte de las cuales ya no representan nada ni a nadie, pero todas han sido encolumnadas por los ingenieros electorales del kirchnerismo. ¿Alguien presume que existen, en serio, partidos como el Intransigente o el Conservador Popular? Disponible, como siempre, el Partido Comunista cierra filas con el Gobierno, junto a diversas tribus cristinistas, desde el “Partido de la Victoria”, la agrupación unipersonal de Diana Conti, hasta el Hacer por Buenos Aires del accidentado ministro Florencio Randazzo, sin olvidar a la ministerial Kolina de Alicia Kirchner, y al Frente Grande, la agrupación de los hoy cristinistas que trabajaron para Fernando de la Rúa en los años de la Alianza.

El desmadre de esos peronismos huérfanos, en cambio, se percibe en la proliferación de frentes fugaces y acuerdos mutantes. De Narváez, solo un caso, “cerró” un acuerdo con Hugo Moyano y Baldomero Cacho Álvarez. Massa bordó un entramado con inveteradas “viudas” del kirchnerismo, como las reducidas sociedades de amigos que fueron confeccionando Alberto Fernández y Felipe Solá, sumados a la SRL del matrimonio Roberti/López, y al importante capital mediático del ex barón matancero Alberto Pierri, dueño del multimedios Canal 26/Telecentro y presidente de la Cámara de Diputados durante la anterior década peronista, la que personificó Carlos Menem. No es todo, porque también aparece en la foto el partido FE acuñado por Gerónimo Venegas, el líder del sindicato de trabajadores rurales.

TRISTEZA

Tomados todos como conjunto definible como peronista-no kirchnerista, ofrecen un espectáculo bastante triste hasta hoy. Massa, claro, no parece querer ser embadurnado con los avatares eternamente variables de De Narváez (que en 2011 armó un penoso acuerdo con Ricardo Alfonsín), pero el intendente de Tigre, un personaje asombrosamente sobredimensionado en la superficial Argentina de 2013, tampoco quiere despegarse mucho de su vieja sociedad con Cristina Kirchner, a la que sirvió como jefe de gabinete de julio de 2008 a julio de 2009. Es la de Massa una pirueta importante: quiere dejar de ser, pero a la vez quiere seguir siendo, simula parecerse pero no demasiado. También es cierto que no es sólo culpa de él que desde su orfandad frívola, se le acerquen, con asombroso cholulismo, alcaldes del Conurbano que cuando ven una luz prendida, no trepidan en tocar el timbre. El Frente para la Victoria que anotó el Gobierno es una prolija combinación de siglas, la mayor parte de las cuales ya no representan nada ni a nadie

Si algo define a las diferentes sociedades de responsabilidad (muy) limitada que pretenden plantarle cara a la máquina kirchnerista en la provincia de Buenos Aires, es que viven en cuadro de indigencia no asumida. Incapaces de acordar sobre ideas que auténticamente marquen una superación del mesianismo oficial de los últimos diez años, han quedado por ahora limitados al papel de figurantes de una opereta ligera, actores intercambiables y más o menos anónimos. Los “referentes”, ese deleznable invento criollo para llamar de manera elegante a los vulgares punteros, pueden ser canjeados sin mayor escrúpulo, porque no se diferencian en nada entre ellos. Todos quieren ser “modernos”, mediáticos y más o menos cínicos.

COMPULSIoN

La cultura peronista desde 1955 en adelante estuvo siempre marcada por esa compulsión más o menos invariable, a la atomización eterna. En esta oportunidad, en las vísperas del cierre de listas de este sábado 22 de junio, se juegan su razón de ser. Consolidada el pétreo aparato oficial en torno del Frente por la Victoria, y con una más o menos articulada coalición de centro izquierda, aquel hoy mítico (e insólito) 34.68% amasado por De Narváez en las elecciones de junio de 2009, (¡188.528 votos más que la lista encabezada por Néstor Kirchner y Daniel Scioli!) se está pareciendo a una ilusión óptica. Aunque es cierto que nunca nada es imposible en la Argentina.

www.pepeeliaschev.com

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE