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Información General |MUNDOS PROPIOS · KITESURF

La tribu del viento encuentra en el kite una pasión

Entre los que migraron desde el windsurf y los que llegaron a él por otros caminos, ya serían más de doscientas las personas que disfrutan del kitesurf en la Región. Razones detrás de su fanatismo

20 de Enero de 2014 | 00:00

Como muchos de los precursores del kite en Argentina, Agustina Cerruti llegó a él a través del windsurf. Habitué de las playas de Punta Lara, cuando los primeros barriletes traídos al país comenzaron verse sobre el río, ella encontró la forma de probarlos para ver de qué se trataba, pero lo cierto es que por entonces no le gustó. “Demasiada potencia con muy poco control “, cuenta Agustina, quien pocos años más tarde iba a reencontrarse con este deporte con verdadera pasión.

¿Qué ocurrió en el medio? “Lo que pasó fue que evolucionó la tecnología: de aquellos primeros equipos que te sacaban volando por el aire porque nunca dejaban de empujar se pasó en 2008 a una nueva generación que te permitía despotenciarlos más fácilmente. Fue ahí, al ver que ya podía hacer lo que quería, que realmente me enganché”, cuenta Agustina, hoy tricampeona argentina de kitesurf.

Lo mismo que ella, a lo largo de los últimos años una gran cantidad de windsurfistas aficionados encontraron en el kite su nueva actividad. “Es igual de apasionante, pero mucho más versátil que el windsurf -comenta Ignacio Valencia, quien lo practica desde hace 6 años al explicar esa migración- . Por lo pronto no necesitás un auto para mover el equipo: el kite entero entra en una mochila, y la tabla, que es liviana, hasta se puede llevar como equipaje común en un avión”.

Además de eso, “te permite navegar con menos viento que el windsurf -explica por su parte Agustina-. Mientras que para hacer un windsurf mínimamente vertiginoso necesitas que soplen por lo menos 15 nudos, en el caso del kite, con 12 nudos ya navegás”.

Lo cierto es que entre los que migraron desde el windsurf y los que se acercaron a él a por otros caminos, se calcula que habría ya más de doscientos kiters en nuestra región. Y a ellos se les suman decenas de entusiastas del sur del Gran Buenos Aires y la capital federal que los días con buen viento se trasladan hasta las playas de Punta Lara para practicar la actividad.

“Es igual de apasionante, pero mucho más versátil que el windsurf. Por lo pronto no necesitás un auto para mover el equipo: el kite entra en una mochila y la tabla se puede llevar como equipaje común en un avión”

Ocurre que “de Quilmes para arriba, la costa del Río no tiene demasiados lugares atractivos para hacer kite -explica Ignacio-. Las bajadas, o están muy sucias, o son peligrosas o tienen costaneras de hormigón. Por eso los pocos lugares buenos se llenan y mucha gente de Buenos Aires prefiere subirse a la autopista para disfrutar acá una costa más despejada y con más verde alrededor”.

Si bien en sus inicios la actividad solía concentrarse casi exclusivamente en un parador próximo la rotonda de Punta Lara, con el transcurso de los años son cada vez más los puntos donde se la practica en la Región. De hecho, a los “spots” tradicionales, como la playa vecina a La Pérgola, el Club Universitario y GASAV, se le han venido sumando en los últimos años diversos paradores donde la gente se mete a levantar el kite.

También han proliferado los instructores. Se calcula que existen en este momento alrededor de doce de ellos que ofrecen sus servicios a nivel local. Los cursos, cuyos costos rondan los 2.400 pesos y suelen desarrollarse entre septiembre y marzo, captan alumnos de 16 a los 60 años, y a veces más.Es que “contra lo que suele creerse, el kitesurf no exige tener un estado físico excepcional -afirrma Ignacio-: sólo un poco de piernas para aguantar la tabla; los brazos no trabajan tanto porque en realidad uno va colgado del arnés”.

Los cursos, que duran entre seis y ocho clases y se desarrollan en gran parte fuera del agua, consisten en nociones sobre el funcionamiento y el armado del equipo, las posiciones donde el kite gana o pierde empuje y las diversas maniobras y medidas de seguridad. El resto son ejercicios de navegación cada vez más complejos que permiten a los alumnos ir ganando práctica para calzarse la tabla y comenzar finalmente a navegar.

Aunque no se puede decir que sea económico, el kitesurf constituye una de la actividades náuticas más accesibles: un equipo usado con tabla, arnés y vela en buenas condiciones para poder arrancar se consigue por un costo de entre 8 y 10 mil pesos; y si bien algunas bajadas cobran entrada; existen diversas playas donde se puede subir el kite sin tener que pagar.

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