Héctor Croce

Comerciante de vasta trayectoria, impulsor del desarrollo del ciclismo local y dirigente del club Estudiantes en una de las etapas más fecundas de su rica historia, Héctor Croce dejó marcada su impronta de imaginación, audacia y determinación en los múltiples ámbitos en que se desempeñó. Con su fallecimiento, a los 88 años, la Ciudad despide a uno de sus protagonistas durante varias décadas del siglo pasado, padre comprometido y vecino solidario.

Había nacido en la ciudad bonarerense de Dolores, el 5 de diciembre de 1925. Hermano mayor de Coca y Rubén, Héctor Amílcar pasó sus primeros años al cuidado de su madre Amanda Guzmán, convertida en sostén principal de la familia a partir de su trabajo como empleada doméstica en casas particulares.

Los orígenes humildes no fueron obstáculo para que “Coco”, tal como lo conocían los suyos, se destacara como uno de los mejores alumnos en la escuela primaria; pero lo impulsaron a buscar su propio camino laboral en la temprana adolescencia.

Con sólo 13 años, comenzó a trabajar como “canillita” y en una gomería dolorense. También se convirtió en un ciclista dedicado; por esos tiempos llegaba pedaleando hasta La Plata, domingo por medio, para ver los partidos de Estudiantes, y regresaba a su pago para arrancar la jornada a la mañana siguiente.

A mediados de los años ‘40, decidió mudarse definitivamente a las diagonales. Ingresó en una gomería de 11 y diagonal 74 -uno de los árboles más longevos de la esquina conserva, abrazando una de sus ramas, una cámara de bicicleta que “Coco” colgó cuando era un retoño-, y en 1952 abrió la propia en 11 y 55.

Sin prisa y sin pausa, el modesto local de seis metros por quince se convirtió en el mayor del país en su rubro, fuente laboral para decenas de empleados. En 1962, la firma italiana Pirelli invitó a Croce a su casa matriz como reconocimiento por ser su mayor vendedor en Argentina. En 1972, el emprendedor vendió su centro de servicios a la empresa Firestone.

Casado desde 1949 con María Teresa Babini, se radicó en 20 entre 60 y 61, donde nacieron sus hijos Héctor “Tato” Amílcar y Eduardo Aníbal. En 1964 llegaron al barrio de 55 entre 8 y 9, y arribó el tercer vástago, Gustavo Daniel.

En el plano institucional, Estudiantes fue un amor correspondido. En 1965 se convirtió en protesorero de la entidad, cuando Mariano Mangano era presidente, y acompañó no sólo sus máximos logros deportivos sino el acierto que significó la adquisición del Country en City Bell.

Además, fue socio del Jockey; apadrinó su propio equipo de ciclismo con apellidos como Biganzoli, Brotto, Bilbao y Alvarez; montó un pequeño haras en un campo de Bavio; y militó en el comité de la seccion Quinta de la UCR. Devoto de Santa Rita, colaboró con las capillas bajo su advocación en Melchor Romero y Brandsen. Y fue ejemplo de laboriosidad y cariño para sus nietos Cristian, Delfina, Gerónimo, Lucas, Martina y Martín.