Veinte años sin esa garganta con arena

Con 68 años, un 27 de agosto de 1994 se iba del mundo “El Polaco”, el cantor que contaba los tangos

ROBERTO GOYENECHE, “EL POLACO”. SU VOZ DE CENIZA DE CIGARRILLO ETERNIZÓ SUS INTERPRETACIONES DE LOS CLÁSICOS

Un 27 de agosto de 1994 decidía partir Roberto Goyeneche, “El Polaco”, hombre de tango, de barrio y de bar, bohemio hasta el final y último cantor icónico del género que amaba y que, después de él, nunca fue el mismo.

Porteño de cuna y sentimiento, ferviente hincha de Platense, Roberto Goyeneche exacerbó como ninguno el valor de la interpretación en el tango y se convirtió, desde la expresividad y sus dotes de “decidor”, en un baluarte de la música popular de la segunda mitad del siglo XX.

El arrastre, el silencio y la declamación intimista hicieron de la voz de Goyeneche una figura central de la historia del tango por encima de cualquier objeción técnica que pudiera apuntarse. De hecho se apropió de algún modo de tangos que, hasta su consagración, estaban asociados a otros enormes cantores como “La última curda” (Edmundo Rivero), “Naranjo en flor” (Floreal Ruiz), “Que solo estoy” (Raúl Berón) o “Gricel” y “Garúa” (Francisco Fiorentino).

Nacido el 26 de enero de 1926, Goyeneche fue hijo de un hogar humilde: su madre fue lavandera y su padre -que murió a los 26 años- tuvo el tiempo suficiente para componer algunos tangos e insinuar su temprana vocación. A los 12 años tuvo que salir a trabajar y se empleó como oficinista, primero, y chofer de colectivos y camiones, después. En 1944, a los 18 años, ganó un certamen de voces nuevas organizado por el Club Federal Argentino y enseguida ingresó a la orquesta del violinista Raúl Kaplún.

LOS COMIENZOS

No tardó en alcanzar el máximo eslabón del tango. El 1952 se convirtió en cantor de la orquesta de Horacio Salgán junto al vocalista Angel Díaz, responsable del apodo “Polaco” y en 1956 se suma a la orquesta de Aníbal Troilo. Con “Pichuco” grabó “A Homero” (dedicada al poeta Homero Manzi), “Garúa”, “La última curda” y “El motivo”, interpretaciones que fueron una marca de identidad.

Al separarse de Troilo, en junio de 1966, comenzó una etapa difícil. La cantina “Tango” del barrio de Palermo fue su escenario predilecto y dos sellos discográficos de Uruguay registraron su voz con el trío Los Modernos. Tras esas experiencias, afianzó su carrera como solista.

“Hasta 1950 era un cantor de orquesta. Cambié mi forma de interpretar cuando me hice solista. Empecé a hacer lo que quería y no lo que marcaba el director”, dijo en una entrevista.

EL CONTADOR DE TANGOS

Varios tangos terminaron de definir su perfil legendario como cantor de tangos: “Afiches” o “Naranjo en flor”, de Homero Expósito, “Cafetín de Buenos Aires”, de Enrique Santos Discépolo, y hasta “Siga el corso”, de Carlos Gardel, bien lejos de la interpretación original.

Esa impronta capaz de forzar ciertos límites y la nocturnidad de sus pasos, lo fueron acercando a colegas del rock y a nuevos intérpretes para gozar de una popularidad y una trascendencia que excedió al género. Su notable intervención cinematográfica en “Sur”, de Pino Solanas (1988) enhebró acaso la última imagen que necesitaba su figura para romper las fronteras del tango.

Singular en su estilo vocal y trabajador del imaginario de la bohemia del tango, “El Polaco” murió en 1994 producto de una insuficiencia cardíaca y renal. Con 68 años, pasó a la eternidad: en su caso, la frase armada no es un eufemismo.

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE