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La esperanza de vida aumenta, pero el viejismo no cede

Una abogada platense competirá para ser Miss Mundo a los 60 y cada vez más adultos envejecen saludablemente, pero el edadismo pone el foco en los años de las personas y las discrimina o invisibiliza por ello. Espejos, miedos y aprendizaje. Y el desafío de respetar y atender las limitaciones, para lograr una inclusión verdadera

La esperanza de vida aumenta, pero el viejismo no cede

Alejandra Marisa Rodríguez fue elegida como Miss Buenos Aires

Alejandra Castillo

Alejandra Castillo
acastillo@eldia.com

28 de Abril de 2024 | 04:25
Edición impresa

Alejandra Marisa Rodríguez es abogada, es periodista, es platense, es saludable y es hermosa, entre tantas otras definiciones -buenas y malas- de todas las que pueden conformar la identidad de cualquier persona. Sin embargo, por estos días fue noticia por un rasgo en particular: tiene 60 años y ganó el certamen de Miss Buenos Aires 2024, con chances de ir por la corona de Miss Universo Argentina. Cierto es que ser la primera en lograr ese título desde que se eliminó la cláusula que impedía la participación de mujeres por encima de los 28 años ya convierte a su historia en noticia, pero lo concreto es que el foco casi no se movió de la apariencia de Alejandra y de su edad.

“La edad es una de las primeras cosas que observamos en otras personas”, reconoce Silvia Gascón, directora del Centro de Envejecimiento Activo y Longevidad de la Universidad Isalud, pero cuando ese dato se aplica “para categorizar y definir a las personas en función de un solo rasgo”, aparece el llamado edadismo.

“Adopta diferentes formas a lo largo del curso de la vida. Por ejemplo, un adolescente podría ser ridiculizado por iniciar un movimiento político; podría negarse un empleo tanto a personas mayores como a jóvenes por causa de su edad; o una persona mayor podría ser acusada de brujería y expulsada de su hogar y de su aldea”, expone como ejemplo el informe mundial sobre edadismo elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales y el Fondo de Población de las Naciones Unidas.

Aunque el edadismo se inicia en la infancia, se refuerza con el tiempo y los adultos mayores son los más afectados por esta forma de discriminación.

“En Argentina, el psicólogo pionero en temas de envejecimiento y vejez, Leopoldo Salvarezza, introdujo el término viejismo para precisar de qué manera la edad biológica genera una serie de estereotipos y prejuicios”, aportó Gastón. Esto refuerza la idea de que se trata de un proceso que arranca con el modo de pensar (estereotipo); sigue con el sentir (prejuicio) y termina con el actuar en consecuencia (discriminación).

“Es una discriminación cualitativamente distinta, porque en general han sido para las minorías, sexuales o raciales, por ejemplo. En el caso de los adultos mayores es distinto y es absurdo, porque en definitiva es despreciar el lugar hacia donde todos vamos a ir. Y aunque más no sea por interés propio deberíamos garantizar que fuera un buen lugar”, explica el neurólogo y médico especialista en Neuropsiquiatría Diego Sarasola, contraponiendo tal desprecio “al lugar de la sabiduría y experiencia que tuvieron los mayores en muchas sociedades”.

Admite el profesional que el paso del tiempo implica enfrentar deterioros y fallas, incluso para aquellas personas que “llegan en mejores condiciones a determinada edad”, porque en los últimos 100 años “se multiplicó enormemente la sobrevida y esto es a expensas de muchas enfermedades”.

Como proceso consciente, “no todos estamos preparados psicológicamente para hacer frente a las distintas carencias que pueden aparecer, ni a las limitaciones que la vida social nos impone”, resalta Sarasola, insistiendo en que se trata de un verdadero desafío porque es “una batalla que damos en simultáneo, en distintos frentes: físico, psicológico, laboral, familiar, etcétera”.

Los especialistas refieren que existen distintos tipos de edadismo, o para ser justos, de viejismo. El interpersonal, que ocurre en las relaciones, con personas que infantilizan o invisibilizan a los adultos mayores, sin tener en cuenta, por ejemplo, que determinados modos de hablar o el volumen de la música pueden aislarlos aunque estén rodeados de gente; el institucional, con leyes, reglas o normativas que restringen las oportunidades o perjudican a las personas en razón de su edad; y el autoedadismo, que internaliza las consideraciones despectivas que tienen los otros hacia las personas mayores. Es entonces cuando se naturalizan las miradas prejuiciosas, que frenan el impulso de hacer algunas actividades, o establecer determinados vínculos, por no hablar de usar ciertas prendas o hacer cualquier cosa que no afecte a nadie.

“El Programa Ciudades Amigables con las personas mayores nos da una clara prueba de ello”, ejemplifica Gascón, aludiendo a las “dificultades que tienen para salir de sus casas, por el mal estado de las veredas y la imposibilidad de utilizar transporte público”. Lo que perciben por sus haberes les hace prácticamente imposible tomar un remís para ir al médico o hacer un trámite, para lo cual también se los confronta con otro modo de discriminación cada vez más recurrente: el maltrato tecnológico.

“No se tienen en cuenta las dificultades en el uso de internet y la obligación de utilizarla todo el tiempo para hacer trámites de todo tipo es prueba de ello. Los bancos se han constituido en el peor enemigo de las personas mayores”, asegura Gascón.

Otro modo de invisibilizar a los adultos mayores, apunta la profesora, es no considerar sus hábitos de consumo a la hora de medir la pobreza, con indicadores planteados para familias jóvenes con hijos, que no tienen en cuenta el uso del transporte, los medicamentos y la atención de la salud. “Por eso proponemos desde hace tiempo una canasta que mida la pobreza en la vejez”, señala Gascón, antes de citar un estudio realizado hacia fines del año pasado, que reveló que “las personas mayores de barrios periféricos de La Plata disminuyeron la compra de algunos alimentos y medicamentos, suspendieron visitas médicas y extremaron los cuidados en el uso del gas y la luz”.

Y resalta: “Esto también es edadismo. Son descartables, como dijo el Papa Francisco”.

WABI SABI

Los japoneses usan la expresión wabi-sabi para aludir a una filosofía y corriente estética nacida en el taoísmo, en la dinastía Song en China (del año 960 al 1270), que se centra en valorar lo imperfecto, incompleto o afectado por el paso del tiempo.

“Wabi” significa algo así como “la elegante belleza de la humilde simplicidad” y, “sabi”, “el paso del tiempo y su consiguiente deterioro”. De ahí esa expresión artística legendaria de reparar utensilios de té acentuando o resaltando las grietas, hendiduras o marcas que imprimen en las cosas el uso y el paso de los días. Abrazan las manchas, el óxido, las abolladuras y los arañazos, como recordatorios de la experiencia, lo cual facilita bastante las cosas en una sociedad como la japonesa, acostumbrada a hacer frente a desastres humanos y naturales.

“Los derechos son vitalicios, no se pierden con la edad” - Silvia Gascón

Pero hay sociedades y sociedades. Y la nuestra necesita dar muchos pasos para acercar generaciones, como buena manera de darle pelea al viejismo. Una forma posible es a través de la educación. “El trabajo intergeneracional es muy importante”, acepta Gascón, quien desde la organización civil Red Mayor ofrecen “charlas en las escuelas, para hablar con los chicos y sacar estos prejuicios”, sobre todo considerando que en nuestro país se mantienen muy fuertes los lazos entre nietos y abuelos.

Sarasola también rescata la importancia de reforzar los vínculos entre personas de distintas edades. “Hay experiencias muy interesantes, como en Holanda, con universitarios que trabajan en hogares para adultos mayores, con notables beneficios mutuos”.

“La soledad en la vejez tiene un alto impacto a nivel cerebral y de deterioro cognitivo” - Diego Sarasola

No sin atender que la vejez con su deterioro suele resultar un espejo difícil de mirar, sostiene el psiquiatra que “charlar con adultos mayores puede volvernos más sabios”, entre otras cosas, “porque son capaces de relativizar hechos de la vida cotidiana, desde la dimensión que les da el paso del tiempo”. De igual manera, el contacto con personas jóvenes enriquece a los adultos que se permiten nutrirse de distintos saberes. Por ejemplo, cita, “las nuevas generaciones reivindican cuestiones vinculadas con el tiempo libre y su bienestar general, como un valor asociado que quizás las generaciones anteriores no tenían”.

El profesional reivindica el valor de la experiencia, que, “en definitiva, es el nombre que le ponemos al tiempo”.

“SOMOS HETEROGÉNEOS”

Existe el prejuicio de que tener más 60 años implica la ausencia de proyectos, una ineludible carga de tristeza o soledad y el malhumor que deriva de los achaques y la amargura por el combo antes dicho. “Ese estereotipo -dice Gascón- me lleva a prejuicios y lo que hago es excluir, discriminar o dejar afuera”, como sucede con otros prejuicios por género, raza o religión sobre los que se ha investigado y avanzado positivamente en más de un sentido. En el caso del viejismo, advierte Silvia que hubo un cambio, aunque riesgoso en un sentido: “Nos fuimos al otro extremo; pensar que todos podemos ser Miss Universo, con modelos como Jane Fonda, o personas que ganan maratones y se tiran en paracaídas. Si bien eso existe y hay personas que envejecen muy bien, la mejor manera de vencer los estereotipos es explicando que las personas mayores somos heterogéneas por las historias de vida de cada una y algunas envejecen con muchas dificultades”. Evitar hablar de ello también es viejismo.

Para la OMS, envejecer saludablemente significa “poder hacer las cosas que nos interesan, aunque tengamos una enfermedad o estemos limitados. Y para esto son importantes los entornos”, cierra Gascón.

“Cada cultura se planteó dónde ponía a los ‘viejos’; si en una centralidad o en la marginalidad. Nosotros usamos este último modelo, con la crueldad que eso implica”, sostiene Sarasola, quien alienta la necesidad de formular dos preguntas: “¿Qué hacemos con las personas que ya son adultos mayores y qué hacemos con los que vamos a llegar a esa categoría?”.

“Se trata de generar marcos de contención afectiva y, si se puede, laboral. Si no hay enfermedad-considera el profesional- envejecer es un arte”.

 

 

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Alejandra Marisa Rodríguez fue elegida como Miss Buenos Aires

La soledad en la vejez tiene un alto impacto a nivel cerebral y de deterioro cognitivo” Diego Sarasola Psiquiatra especialista en neuropsiquiatría

Los derechos son vitalicios, no se pierden con la edad” Silvia Gascón Directora del Centro de Envejecimiento Activo y Longevidad de la Universidad Isalud

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