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ELDIA |INFORMACION GENERAL

Platenses que trabajan en temporada

Ser guardavidas, irse un verano fuera del país para trabajar y viajar; y hasta estudiar los castores que invadieron Tierra del Fuego en 1946 y nunca pudieron sacarlos, son una clara muestra de que en el verano no todo es vender productos en la playa, alquilar departamentos o producir comida para los turistas. ¿Cómo hacen y en qué consisten los oficios de temporada para hacer “la diferencia”?

17 de Enero de 2015 | 00:00
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SARA SAN YAR TRABAJARÁ EN LOS BOSQUES DE TIERRA DEL FUEGO FRENTE A LA INVASIÓN DEL CASTOR
SARA SAN YAR TRABAJARÁ EN LOS BOSQUES DE TIERRA DEL FUEGO FRENTE A LA INVASIÓN DEL CASTOR

Por MANUEL LÓPEZ MELOGRANO

En la playa hay tres aplausos típicos: cuando se pierde una criatura -un descuido de los padres-; cuando una chica o un tipo tienen muy buen lomo y un grupo los festeja -una ocurrencia graciosa- y cuando el guardavidas hace un rescate: un aplauso de gratitud ante un acto heroico.

Juan Pablo tiene 37 años y es guardavidas desde 1999, cuando hizo su primera práctica en La Lucila del Mar. Eran tiempos en los que funcionaban solo dos escuelas en La Plata (hoy hay 4) y se recibían 30 por año: hoy 150. Luego de esa temporada en el océano atlántico, su vida y trabajo durante las temporadas llegó a las tibias y marrones aguas del Río de la Plata. “Cubro el río desde los primeros días de la temporada, del 15 de Noviembre al 15 de diciembre, después hago pileta hasta el 31 de febrero y vuelvo al río todo marzo”, responde el profesional del salvataje con 16 años de antigüedad, y agrega: “El laburo nuestro es prevención, tratamos de evitar el rescate”.

La primer señal de este oficio le llegó a los 11 años un día que casi se ahoga en Chapadmalal. Allí, recuerda que le dijo a su padre: Yo voy a ser guardavidas cuando sea grande”. Pero pasó el tiempo, y de grande, mientras estaba en segundo año de educación física se anotó con un amigo. “Con 20 años arrancamos el curso por el levante de minas, además de la vocación de servicio y la salida laboral,” relata mientras confiesa una tendencia comprobada, que en menor medida, continúa.

“Descubrí el mundo de la mejor manera” dice el portal de una de las empresas que ofrece viajes de estudio y trabajo en el exterior a destinos como Hawaii, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Francia, Irlanda, Canadá, Suiza, Inglaterra y EE UU

“El ser guardavida es un estilo de vida y que el que la elige la carrera para vivir tiene que entrenar todo el año: nadar, correr, ir al gimnasio, capacitarse en los cursos de RCP que se actualizan todos los años ya que –por ejemplo no es lo mismo un masaje cardíaco ahora que antes, incluso la tendencia ha llevado a que la respiración boca a boca se está dejando de hacer”, agrega el platense del barrio de plaza Matheu, que durante el año es empleado en la Cámara de diputados bonaerense.

En Argentina, según los convenios de cada municipio y antigüedad, los salarios por mes varían. En las playas del Río de la Plata – Ensenada, Berisso, Punta indio y Magdalena- los nuevos guardavidas 7.500 pesos y un profesional con 16 años de antigüedad como Juan Pablo cobran alrededor de 12 mil. En la costa bonaerense, hay caso intermedios como Villa Gesell que oscilan entre 12 y 15 mil pesos; mientras que en Mar del Plata un novato no baja de 12 mil pesos y con 20 años se servicio: 25 mil. Por último la plaza más cotizada es Pinamar, un balneario que es lo más parecido a la serie televisiva Baywatch -por el grado de equipamiento que dan los sponsors - en donde los salarios son los mejores pagos, por encima de los 23 mil pesos.

En el verano en el río el agua empieza a entibiarse. El guardavidas que trabaja en la playa ubicada a la izquierda del muelle del Club Universitario de Punta Lara, en Ensenada, se acomoda en la reposera y cuenta: “Punta Lara ya no es la misma que antes, pero por suerte estamos capacitados y aún se puede controlar que no se metan al agua cuando no se puede o no están en condiciones. También hay cosas lindas como los romances de verano y las familias que siguen manejando los códigos de convivencia de un turismo gasolero que se maneja entre los bañistas de menores recursos. Acá por ejemplo vienen mucho los de la barra brava de Dock Sud, pero el mismo jefe los controla”.

Un verano estudiando la plaga de castores en Ushuaia

Sara San Yar (30) es una estudiante de Biología de La Plata que este verano decidió alejarse tres mil kilómetros de la capital bonaerense para volver al frío de su Ushuaia natal. Allí, trabajará la temporada colaborando con una investigación de Alejandro Pietrek, un investigador de la UBA que estudia hace más de 3 años el fenómeno de invasión de una especie de castores que colonizan y degradan el bosque patagónico desde que llegaron de Canadá en 1946, se volvieron una plaga que nunca nadie pudo erradicar de Tierra de Fuego.

Los castores hacen diques y como materia prima usan árboles, principalmente la Lenga, una especie típica del bosque andino patagónico del sur de Argentina y de Chile. La especie que llega a vivir entre 400 y 500 años, tarda por lo menos 100 años en alcanzar una edad adulta. “Están destruyendo el Bosque”, dice Sara, y explica que como hay superpoblación y se sumó ahora para hacer el último relevamiento en la zona. “Los castores están comiendo el bosque andino, pero en los últimos 10 años alcanzaron la estepa de Río Grande y hasta Chile con una crecimiento de población de la población creció el 85 %”, asegura la joven a punto de comenzar la temporada de verano con temperaturas actuales de entre 8 y 12 grados , que descienden aun más en la montaña.

Ambos van a monitorear en detalle la las comunidades de la zona para determinar por qué éstos roedores acuáticos se expande sin parar, con el principal objetivo de poder determinar en qué momento justo en el que invaden y cortar el proceso de colonización.

La joven San Yar que no cobrará dinero por el trabajo, explica que en biología la parte de campo es re importante sobre todo en lo que son antecedentes, para alguien como ella interesada en iniciar carrera de investigación.

Dos por uno: Viajar y trabajar en el exterior

“Descubrí el mundo de la mejor manera: Si querés perfeccionar tu inglés, hacer amigos y viajar a bajo costo Work and Travel es el programa para vos”, dice el portal de Welcome Abroad.com.ar (donde explicas los requisitos y como inscribirse), una de las empresas que ofrece viajes de estudio y trabajo en el exterior a destinos como Hawaii, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Francia, Irlanda, Canadá, Suiza, Inglaterra y EEUU – y que Ariel Carusio, 30 años-, eligió como opción de temporada de verano.

Es una modalidad que hacen varias empresas en distintas partes del mundo que te permite ir a trabajar y viajar por los lugares del país de destino. En su caso, viajó a Estados Unidos durante 4 meses en el verano de 2009/2010, en tiempos que el cambio era un dólar a tres pesos. La decisión fue un equilibrio entre querer y poder hacerlo, en esa época era mucho más accesible. Un amigo que iba todos los años lo incentivó.

Algunos van solo a trabajar, y otros también para viajar pero “generalmente tenés que hacer las dos cosas”. Carusio sacó la visa J1 -que es más común de trabajo que viene con un mes de turista y tres de trabajo - y es la más fácil que te otorguen los estadounidenses. Pero aclara: los tipos necesitan asegurarse que no te vas a quedar de ilegal. Por eso, cuanto más cosas presentes que te liguen a la Argentina, mejor: “Una familia que querés, una casa, certificados de domicilio, de cursada de carrera al día y de trabajo: todo suma ya que están entrenados para detectar posibles ilegales”.

“Una persona promedio que va a disfrutar labura cinco días acomodando su dos francos, incluso lo que podías hacer era juntarte los dos últimos dos días de una semana y los dos primeros de la otra y hacerte un viajecito.

Un lugar copado

“Yo fui a un lugar copado que es una de las zonas más populares en el estado de Colorado con mucha nieve, y muchos pequeños pueblos de Montaña cercanos a la ciudad de Vail, que fue donde me quedé”, cuenta. De los 4 argentinos que estaban viviendo con él: dos chicas trabajan en hoteles, otro pibe en un Waldmark y él en otro hipermercado, en dónde hacía atención al público y trabajaba en sector de cajas.

Él eligió ir con trabajo y sin alojamiento: “Al principio me mantuve como pude porque que fui a un centro de sky de alto nivel: un lugar de vacaciones y deportes para un público de gran nivel adquisitivo, lo que me permitía cobrar hasta 3 dólares más la hora que en otros centros del país: 13 dólares la hora, un trabajo que los norteamericanos no lo hacían por menos de 20. “Cobraba quinientos dólares de básíco por semana y con extras llegaba a 800 si contar las propinas, que eran unos 20 dólares por día. Con eso se pagaba la comida del toda la jornada y le quedaba como para “comprarse un par de zapatillas por día”.

De city bell a colorado

Para costear el viaje ahorró trabajando de cajero en otro supermercado de City Bell por menos de 500 dólares al mes y allá hacía prácticamente lo mismo. Él decidió tener un solo trabajo y poder disfrutar de lo que quedaba del día. “Otros tenían dos empleos y no veían el sol ni podían hacer nada”, dice ahora y recuerda que la mayoría de ellos trabajaban feriados y fines de semana.

Al llegar, un gasto importante que tuvo que resolver rápidamente fue el alojamiento. En esa zona top de Colorado el precio rondaba los 1.600 dólares promedio por persona, pero alquiló una casa con 4 argentinos más a 2.500 verdes.

Otro de los temas es el idioma. Él no tenía más inglés que el que traía de la escuela o había absorbido de ver películas, videojuegos o leer libros. Allá lo ayudó que si bien en la casa se hablaba español, en el trabajo y la calle todo el tiempo se hablaba el inglés porque “estás mucho solo no te manejas en grupitos”, confiesa.

“Una persona promedio que va a disfrutar labura cinco días acomodando su dos francos, incluso lo que podías hacer era juntarte los dos últimos dos días de una semana y los dos primeros de la otra y hacerte un viajecito. ¡Estábamos a cinco horas de Las Vegas!. Pero esas escapadas las iba armando en el momento. Allá recorrió todos los pueblos nevados de montaña, vio paisajes inolvidables, momento únicos. Además aprovechaba para practicar deportes de nieve y tenía otro hobby: hacía snowboard aprovechando que uno de los argentinos arreglaba tablas y se las alquilaba baratas.

Otro de los placeres de los que gozaba era meterse en los walmark y centros comerciales donde había mil cosas desconocidas para él para entretenerse, jugar y se acuerda que hasta podían – por ejemplo- equipar completamente el departamento en el que vivían por 20 dólares cada uno: “compramos todo y el resto lo dejamos todo ahí”.

Cuando llegó tenía un solo 200 dólares y un bolso por la mitad. Al volver, había llenado de ropa y calzado ese bolso –del que tiró incluso mucha ropa vieja- y una valija entera que compró allá. Para que se entienda: “Unas zapatillas que en Argentina estaban 1500 pesos argentinos, allá costaban menos de 100. Y si bien se arrepiente de no haber comprado más cosas de Tecnología, se trajo algunos chiches en el bolso de mano: compró dos Ipods, una consola de juegos, una computadora portátil, pen drive y una PSP.

Rememorando esos meses en la fría temporada de invierno se lamenta: “Me arrepiento de no haber viajado más, pero tenía que devolver la plata que me faltaba para viajar”. El joven platense que aparte de traer consigo experiencia, mejor inglés -y tantas cosas imposibles de comprar en Argentina- terminó ganando incluso un poco más de lo que gasto en el viaje.

Trabajaba en los sectores de cajas pero elegía entre cobrar, reponer productos en góndola o embolsar. Guardando la mercadería de los clientes hacía 30 dólares de propina por día. “Con eso comías todo el día y te comprabas un par de zapatillas”. Otro dato: Le pagaban 22 dólares la hora extra y hacía una diferencia importante. Tampoco sufrió nunca discriminación, ni mal trato. En el hipermercado donde trabaja, el plantel estaba compuesto por una encargada guatemalteca, un rotisero panameño y otros compañeros rusos, ucranianos.

Al consultarlo por lo que más extrañaba, dice que además de a su familia y amigos, lo principal fue el mate -que no habían llevado ninguno en su casa-, y la carne, que era imposible de comprar: un bifecito de 150 gramos: 20 dólares.

Al volver estuvo un tiempo en el que se dedicó a quedarse tranquilo sin hacer nada e insiste que es una experiencia totalmente recomendable para “cualquiera que so lo tenga las ganas y haga los trámites”. Ariel no pierde el espíritu de aventura. La próxima temporada, quiere irse Israel.

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