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Séptimo Día |TENDENCIAS

Castillos e historias: Castello di Miramare Maximiliano y Carlota

(2ª parte)

2 de Agosto de 2015 | 00:46

Por SILVANO JORGE TREVISAN
INGENIERO

La Región de mis ancestros –Friuli/Venezia Giulia-, perteneció, al inicio del S.XX, como casi todo el Norte de Italia, al Imperio Austro-Húngaro. En Viena, mandaba Francisco José, el último y longevo Emperador de los Habsburgo, quien murió en 1916, a los 86 años, luego de reinar durante más de 60 años. A lo largo de los siglos, Trieste (la ciudad principal de la precitada Región, sobre la costa del Adriático) fue el puerto principal del Imperio y su única salida al mar. Hoy, una moderna ruta une Trieste con Ronchi dei Legionari, la pequeña población donde están, precisamente, mis raíces más cercanas. Dicha ruta corre a lo largo de la costa (“lungomare”), entre las aguas azuladas del Adriático y las bajas colinas del Carso. Cuando uno la transita, no puede evitar detenerse, poco antes de Trieste, para contemplar el magnífico Castello di Miramare, construido sobre un espolón pétreo que se asoma al mar, y que ha sido testigo de una aventura insólita, con trágico final.

Construido por el Archiduque Maximiliano de Habsburgo en los años 1856-60, el castillo fue su residencia, luego que desposara a la hermosa Princesa Charlotte de Bélgica, hija de los reyes de ese país.

¿Por qué eligió Maximiliano este sitio? La leyenda dice que durante una gran tempestad en el Adriático, conducía el Archiduque su barca en aguas bravas y encontró refugio en este sector del golfo de Trieste. Luego, encantado por la belleza del lugar –mar límpido, suaves montañas kársticas, agradable temperatura y variada vegetación- decidió construir allí su castillo para habitarlo con su amada Charlotte.

Se trata de un elegante edifico de mármol blanco, diseñado en estilo ecléctico -básicamente gótico, con elementos modernos y bizantinos-, que refleja los gustos arquitectónicos de aquella época.

Pagando un ticket de 6€, se puede visitar su espléndido interior, de líneas renacentistas y barrocas, en cuya planta baja están las habitaciones de la pareja real y varios cuartos auxiliares. La escalera principal conduce a la planta alta donde se encuentra la Sala de Música, el Cuarto de Estudio del Archiduque, un Gran Comedor, el espléndido Salón del Trono, el Gran Salón de Recepciones y las habitaciones para huéspedes, todo con su mobiliario original y grandes ventanales mirando al mar. Las salas, cuyos muros están revestidos en seda de color rojo, contienen numerosos cuadros con imágenes de sus principales habitantes e historias de la Casa de Habsburgo..

El hermoso parque de 22 has., con entrada libre, fue diseñando por el mismo Archiduque y muestra especies arbóreas de distintas partes del mundo. También contiene otros edificios menores como las cuadras para animales, depósitos y un “casteletto”, pequeño castillo utilizado por el matrimonio mientras se construía el edificio mayor. Completan el Parque dos modestos lagos artificiales, una estatua en bronce de Maximiliano y una capillita. Dos grandes escaleras de piedra permiten bajar a la playa y al embarcadero.

MAXIMILIANO Y CARLOTA

Ferdinand Maximilian Joseph Marie von Habsburg-Lorena, o simplemente Maximiliano, había nacido en el hermoso Palacio Schömbrunn de Viena el 5 de julio de 1832. Era algo menor que su hermano, el Emperador Francisco José -por lo tanto, cuñado de la emperatriz Sissí- y primer heredero del trono. Graduado en Historia, Filosofía y Economía, hablaba alemán, inglés, francés, italiano, checo, húngaro y polaco. Además, como todo Archiduque austríaco, había recibido una rigurosa formación militar. Fue parte de la Marina de su país comandando un barco de nombre “Novara”. Según sus biógrafos era culto, talentoso y creativo y, a diferencia de su hermano mayor, también sociable, sencillo y simpático.

Marie Charlotte Amélie Augustine Victoire de Sajona-Caburg-Gotha, Princesa de Bélgica, era hija única de los Reyes belgas y 8 años más joven que Maximiliano. Familiarmente se la llamaba María Carlota o, simplemente, Carlota. En 1857 –sólo tenía 17 años-, se casó con Maximiliano y entró a formar parte de la Casa de los Habsburgo. En la corte de Viena tenía una buena relación con su suegra, no así con su cuñada, la Emperatriz Elizabeth (“Sissi”). Se dice que era muy bonita, decidida y ambiciosa, y que gustaba ocuparse de las actividades asistenciales del Reino.

Poco después de la boda, Francisco José designó a su hermano Maximiliano Virrey de las provincias de la Lombardía y el Véneto, que también estaban bajo el dominio del Emperador austríaco. Pero allí, el joven matrimonio no tenía verdadero poder. Impacientes por roles mas desafiantes en la vida, renunciaron al virreinato y retornaron a Miramare. Carlota soñaba con ceñirse la corona de Reina del poderoso Imperio, pero el Emperador gozaba de muy buena salud y ella, por lo tanto , debía buscarse otras coronas. Su intuición fue acertada: Francisco José gobernó durante 40 años más. Entonces, apareció una propuesta que, a juicio de muchos historiadores, fue una verdadera aventura.

México pasaba por un período de fuertes conflictos internos, bajo la presidencia del republicano y liberal Benito Juárez. Un grupo conservador aspiraba retornar a un gobierno monárquico que restableciera la estabilidad interna… y le ofreció a Maximiliano la corona de México. Comenzaba la década de 1860. En Francia, el Emperador Napoleón III, quien también quería convertir a México en un estado satélite francés, apoyó la idea y ofreció asistencia militar a Maximiliano, a quien consideraba un buen socio para sus aspiraciones. Luego de múltiples reuniones y firmado el acuerdo entre las partes, Maximiliano aceptó el ofrecimiento, inspirado, tal vez, en la monarquía que ya reinaba en Brasil con Pedro I.

Para comenzar, reunió una flota de barcos austríacos y franceses -entre los cuales estaba la fragata “Novara”-, partió del Castillo de Miramare, atravesó el Atlántico y llegó al puerto de Veracruz. Así, el 10 de abril de 1864, Carlota y Maximiliano, luego de ser coronados en la españolísima catedral de México, se instalaron en el histórico Castillo de Chapultepec, donde fijaron su residencia. Y comenzaron a gobernar.

Muy pronto, ambos se enamoraron de México. Maximiliano trató de reconstruir el país, devastado por luchas internas, mientras las tropas francesas seguían combatiendo contra las fuerzas de Benito Juárez. También hizo construir diversas obras para embellecer la ciudad capital, algunas de las cuales aún subsisten, como el Paseo de la Reforma y el Alcázar de Chapultepec. Carlota, por su parte, trató de tomar en serio sus deberes de Emperatriz y se ocupó, principalmente, de mejorar la vida de los más carenciados. Además, como no tenía hijos, adoptó dos niños mexicanos con lo cual se ganó rápidamente el afecto del pueblo.

No ocurrió lo mismo con su esposo. Al tratar de aplicar algunas iniciativas liberales, Maximiliano provocó el disgusto de los medios conservadores y monárquicos, quienes le retiraron su apoyo. También Francia, donde Bonaparte III enfrentaba sus propios problemas, decidió repatriar a sus soldados, lo que fue un golpe fatal para el incipiente Reino. A menos de 3 años de haber asumido el trono, Maximiliano, de pronto, se encontró solo y sin fuerzas armadas que lo defendieran.

La aventura parecía estar llegando a su fin. En un intento desesperado por salvar a su marido, Carlota viajó a Europa en busca de ayuda. Se entrevistó con los gobiernos de Francia, Austria, Italia y el Vaticano. Pero fracasó. El esfuerzo realizado, la presión que soportó y la frustración de sus propósitos mellaron rápidamente su salud mental, Fue internada en un hospital y no regresó a México, donde Maximiliano, tomado prisionero por el ejército patriota en Querétaro, fue fusilado en Cerro de Campanas en junio de 1867. Su efímero reinado había durado sólo tres años y dos meses.

Carlota nunca supo de este desenlace. Su enajenación aumentó y los médicos la declararon demente. Pasó el resto de su vida en aislamiento, primero en su amado Castillo de Miramare, luego en un hospicio de Trieste y finalmente en un château de Bélgica, donde murió víctima de una pulmonía, 60 años después que su esposo. Era el año 1927 y tenía 87 años. Sus restos reposan hoy en la Catedral de Meise, Bélgica, lejos de los restos de Maximiliano los que, curiosamente, habían sido traídos desde México en su Fragata “Novara” y colocados en la Cripta Imperial de la Iglesia de los Capuchinos, en Viena.

Con relativa frecuencia recorro los 50 kms de la pintoresca ruta costera del Adriático que unen Ronchi dei Legionari con Trieste, y al pasar frente a la blanca silueta del Castillo de Miramare vienen a mi mente las últimas palabras de Maximiliano, dirigidas al oficial que comandaba el pelotón de fusilamiento, a quien, acercándole un pequeño reloj con la imagen de Carlota, le expresó: “Entregue este recuerdo a mi muy querida esposa Carlota, si ella vive, y dígale que mis ojos se cerraron con su imagen”.

 

Dictamen de la Junta de Conservadores de México

1. “La Nación Mexicana adopta por forma de gobierno la monarquía moderada, con un príncipe católico.

2. El soberano tomará el título de Emperador de México.

3. La Corona Imperial de México se ofrece a Su Alteza Real el Príncipe Maximiliano, Archiduque de Austria, para sí y sus descendientes.

4. Si por cualquier circunstancia el Archiduque no llegara a tomar posesión, Su Majestad el Emperador de Francia Napoleón III, indicará otro príncipe”.

 

México, 10 de junio de 1863

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