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Desde hace 4 años, un grupo de vecinos creó la primera ONG de la ciudad que se dedica al rescate de caballos maltratados. En alerta por la cantidad de animales tuertos, desnutridos y lacerados a fuerza de latigazos, se organizaron para alquilar un predio donde los liberan, los cuidan y los curan. En los rescates interviene la policía y la Justicia. Convocan a voluntarios a sumarse a la cruzada.
Por MARISOL AMBROSETTI
Sobre las diez hectáreas verdes de campo pastan, trotan o permanecen inmóviles como en los monumentos los protagonistas de esta historia: caballos rescatados por la ONG “Caballos en Libertad”. Es lunes a las tarde y el cielo muestra su panza de nubes plomo, pero el sol se las ingenia para incrustarle sus rayos. Sobre la tierra húmeda hay 17 sobrevivientes en cuatro patas. Lograron ser liberados de sus antiguos “dueños”, en su mayoría, carreros.
Atrás quedaron los latigazos que dejaron tuerto a más de uno, la desnutrición que les marcaba las costillas, el esfuerzo extremo para acarrear cientos de kilos y el dolor en las patas por la falta de herraduras. En el campo de la primera organización platense dedicada al proteccionismo equino, los maltratados entran “en boxes” y pasan a ser cuidados con verdadero celo por un par de veterinarios y catorce voluntarios. Allí los animales se recuperan, se pasan la vida sueltos bajo el sol, y si tienen suerte, contrato mediante, son dados en adopción. Algunos, una vez recuperados, forman parte de centros de equinoterapia, donde se convierten en aliados de personas con discapacidades motoras y mentales.
Ahí viene Guerrero, con su flequillo rubio y sus patas desparejas. Parece que anduviera en puntas de pie. Se lo ve torpe porque le cuesta caminar, pero no afloja. No tendrá la belleza glam de un pura sangre ni el porte del caballo de San Martín. Sin embargo, para los voluntarios, es el favorito. “Estuvo al borde de la muerte muchas veces pero resiste, por eso el nombre”, explica Lucila Laberne, la fundadora de la ONG.
Una mañana de invierno de 2012 las patas de Guerrero no dieron más. Sufría de enteque, una intoxicación que les provoca comer duraznillo blanco. La enfermedad es grave, se vuelve crónica e irreversible. Los tendones y ligamentos, saturados de calcio, se ponen rígidos y les paralizan las patas.
Sus carreros, dos hombres que lo llevaban a tiro, lo vieron desplomarse en la calle. Tenían más de cien kilos de trastos en el carro y el animal estaba empacado. Un poco impaciente al principio, más alterado después y enfurecido al final, uno de ellos comenzó a azotar al animal con un látigo. Al cabo de 20 minutos sin solución y ya harto, no dudó en sacar una cadena para darle más fuerte. Vociferó: “Se para o se para este hijo de puta”. Un vecino que los observaba a unos metros, se animó a increparlos: “El caballo no puede más, no se va a parar, déjenlo tranquilo”. Hubo una discusión breve y al final los carreros desistieron y abandonaron al caballo. El vecino llamó a la policía. En la comisaría no sabían qué hacer con el animal. Después de un buen rato de desconcierto, dieron con la entonces flamante Caballos en Libertad, que acababa de firmar un convenio con el área de Control Urbano del municipio para colaborar en la protección de los equinos.
Los carreros que cartonean, en general, los tratan bien, los cuidan, pero hay carros que son pantalla de la delincuencia: reparten droga, se usan para robar, yo misma vi cómo usaban un caballo para arrancar una reja”
El de Guerrero fue uno de los primeros entre los más de 200 operativos que ya tienen en su haber. No todos son exitosos: muchos caballos mueren y algunos son devueltos a sus castigadores por orden judicial. En todos los casos interviene la policía y es un fiscal el que debe dárselo en guarda a la ONG, pero cualquiera que sea testigo del maltrato puede denunciar al 911 y llamar a la organización.
El rescate de Guerrero duró más de dos horas: el veterinario tuvo que pasarle litros de suero. Un caballo adulto y bien alimentado pesa, en promedio, entre 400 y 500 kilos. Guerrero estaba raquítico, sí, pero superaba los 200 kilos, así que fueron más de seis las personas que hicieron fuerza para ayudarlo a ponerse de pie. “Cuando logró pararse le vi una lágrima en el ojo izquierdo: los ojos de los caballos lo dicen todo”, asegura Lucila.
La llamada Ley Sarmiento número 14.346 de Protección Animal dice, textual, en su artículo primero, que “será reprimido con prisión de 15 días a un año el que infligiere malos tratos o hiciere víctima de actos de crueldad a los animales”. La ordenanza municipal 7.280 directamente prohíbe la tracción a sangre. Normas invisibles si las hay.
El dilema, para los funcionarios judiciales, radica en la dependencia económica del caballo que atraviesan los carreros. En la ONG Caballos en Libertad los voluntarios aseguran que ellos, si bien preferirían que los animales pasten libres, no intervienen si no hay una denuncia de maltrato.
“Los carreros que cartonean, en general, los tratan bien, los cuidan, pero hay carros que son pantalla de la delincuencia: reparten droga, se usan para robar, yo misma vi cómo usaban un caballo para arrancar una reja”, asegura una de las pioneras de la ONG.
Juan Oliden, tiene 37 años y 12 como veterinario. Es el guardián permanente de los caballos rescatados. Mientras los atiende, lo sigue el trío alborotado que integran un ovejero alemán, un perro callejero y una Golden que se entusiasma por nada. “No es fácil juzgar a la persona pobre, que no tuvo ni tiene nada, porque trata mal al caballo. Más me cuesta asimilar lo que le pasó a Shangai o a Valentín”, reflexiona Oliden mientras acaricia a su yegua Peperina.
Valentín estaba condenado al éxito: nacido en un haras e hijo de caballos de salto, su destino era ser entrenado para exhibirse en competencias y mundiales, siempre con la esperanza de que batiera algún récord con saltos prodigiosos y destrezas únicas. Pero quiso la mala suerte que contrajera brucelosis, un mal que espantó a los dueños por temor a que fuera contagioso. Entonces le pidieron al veterinario Oliden que lo sacrifique. Él pidió una oportunidad y dijo que la ONG se haría cargo: no solo lo mantuvo vivo, lo trató durante meses con paciencia oriental y hasta le practicó una compleja operación para frenar la enfermedad. “Hoy está curado y va a ser dado en adopción”, cuenta Juan, orgulloso y le palmea las crines.
El alimento de un caballo es más barato que el de un perro: no sale más de 500 pesos mensuales. Si pasta a campo abierto, menos. Un poco de alfalfa y avena humedecida. Una bolsa grande de “porotos para perro” de una marca conocida cuesta no menos de 700. Ahora: si el caballo está enfermo, desnutrido, entecado o infosurado -un mal común en estos animales por falta de herraduras adecuadas-, los precios son otros: 5.000 pesos solo para estabilizarlo. Un día de terapia intensiva en el hospital de la facultad de Veterinaria cuesta 1.000 pesos. Sostener la ONG que rescata caballos es, en palabras de Lucila Laberne, la presidenta “perder como en la guerra”.
Por eso, y porque no reciben subsidio alguno de ningún organismo estatal, organizan ferias, conciertos y todo tipo de eventos a beneficio. Abrieron una cuenta en un banco donde cualquier persona puede depositar dinero y crearon una página de Facebook (Caballos en Libertad), en la que dan teléfonos y detalles de todas las historias de los rescatados, muestran cómo evolucionan y promueven el madrinazgo o padrinazgo.
También piden a todos los amantes de los animales que se sumen al voluntariado. “Cuando empecé con esta locura no sabía nada de caballos, no hace falta saber de entrada para ser voluntario”, explica Laberne. De hecho, el grupo es variado, participan estudiantes, una médica, un ama de casa, un abogado, empleados de comercio, todo aquel que tenga ganas. Los experimentados instruyen a los que se incorporan en los cuidados básicos del caballo: prepararles la cama con viruta nueva, darles la medicación, el alimento, hacerles curaciones básicas y dejar todo asentado en una pizarra blanca para informar a los voluntarios del siguiente turno.
¿Quién es realmente el mejor amigo del hombre? ¿El perro o el caballo? Cazados para la alimentación en la Edad de Hielo, se cree que los caballos recién comenzaron a utilizarse para el traslado y la agricultura hacia el año 5.000 antes de Cristo. No solo saben de guerras y hazañas, son imprescindibles para decenas de deportes como el polo, el pato, las carreras, el salto y la justa. El caballo es para el Quijote un caballero andante más y ha sido el compañero leal de decenas de próceres. Poco le importan esos laureles históricos a Rocío Badín (28) y Aleska Castillo (22), ambas voluntarias de la ONG y estudiantes de veterinaria. Para ellas no hay duda: sus mejores amigos son los caballos.
Rocío corre por el campo y Caddy, el caballo negro que adoptó, la sigue al trote como perrito faldero. Se suman al trote otros de su especie, pero él se da vuelta y los pechea para ahuyentarlos. “Pasa que es muy celoso conmigo”, explica Rocío y le pregunta: “¿No es cierto hijo?”. Hace 4 años lo encontraron abandonado con una pata lastimada, flaquísimo y lleno de parásitos. “Era el más feo y el más malo, pero nos miramos y nos enamoramos”, dice arrobada, como si hablara de un novio rebelde.
Aleska se incorporó hace unos meses a Caballos en Libertad. Y desde entonces, para ella, el lunes es el mejor día de la semana: le toca estar de turno, al cuidado de los caballos. Las dos voluntarias se entusiasman por contar todo sobre ellos, hablan a dúo, una le completa la frase a la otra. Aseguran que en las orejas equinas hay señales inequívocas: si las tienen hacia atrás, mejor no te le acerques, tiene un mal día. Una para adelante y otra para el costado: está conectado con vos y con el entorno, y si las dos orejas te apuntan, ya está: te adora. Al caballo no hay que encararlo de frente porque no te ve y se asusta: comparte con los loros la ubicación de los ojos, uno para cada lado. Pero igual, para interpretar cómo se siente, no hay como la mirada. “Si lo tocás con miedo, se comporta con desconfianza; si lo acariciás tranquila, te transmite paz. Vení más seguido a conocerlos, hacé la prueba, vas a ver que el caballo, es un espejo”.
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