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Ansiedad, ¿cuándo se pasa de la raya?

Especialistas explican qué es, cómo se manifiesta y en qué casos es necesario tratarla

Ansiedad, ¿cuándo se pasa de la raya?

El temor y la ansiedad pueden desencadenarse no solamente por los estímulos reales, sino también por ideas o imágenes que anticipan el encuentro con lo temido

31 de Octubre de 2016 | 02:38

Estar nervioso, tenso, expectante de un futuro que se anticipa negro. Esperar el peor escenario (en la presentación, en la cena, en el trabajo, en el médico) y sufrirlo por adelantado, todo el tiempo. Existen diferentes grados y tipos de trastornos de ansiedad. En algunos casos entorpecen o incluso imposibilitan el normal desarrollo de la cotidianeidad. La sensación de inestabilidad y el ajetreo diario que hace que todo ocurra “muy rápido” y quede sin procesar contribuye a acrecentar un fenómeno que cada vez afecta a más personas.

Si bien la ansiedad es una emoción normal, muchas veces aparece en situaciones donde no debería y se convierte en un problema. Como afirma la licenciada Mariela Occhionero, coordinadora del Centro de Terapias Cognitivas e Integrativas (CETEM), se estima que alrededor de un 30 por ciento de la población podría sufrir un trastorno de ansiedad. En EEUU existen 40 millones de adultos declarados con esta sintomatología y se estima que sólo se trata 1 de cada 3.

“El problema se da cuando esos sensores se mantienen por largo tiempo activados, sumiéndonos en un estado casi permanente de ansiedad. Esta situación comienza a ser patológica cuando se detecta peligro donde no lo hay”

Los ataques de pánico, fobias, ansiedad generalizada, fobia social, trastorno obsesivo compulsivo y estrés postraumático figuran entre las manifestaciones más frecuentes.

¿Que es la ansiedad?

La ansiedad en si misma es un componente normal y habitual en la vida de todo individuo. “Es la herencia del sistema de alarma al servicio de la adaptación. Es un sensor de peligro, lo que nos permite detectar amenazas y activar conductas adecuadas”, dice el psiquiatra Hernán Melia.

Según explica el especialista, son los cambios adaptativos que sufre el cuerpo ante una situación estresante: taquicardia, sudoración, palpitaciones, tensión muscular, redistribución de la sangre corporal, dilatación pupilar, atención, estado de alerta. “Nuestro cuerpo cambia rápidamente y se prepara para la famosa ‘lucha o huida’”, explica.

Frente a una situación que supone cierto riesgo, el cuerpo cambia y se prepara para afrontarlo. Si todo funciona como debería, una vez pasado el peligro todo debería volver a la normalidad. “El problema se da cuando esos sensores se mantienen por largo tiempo activados, sumiéndonos en un estado casi permanente de ansiedad. Esta situación comienza a ser patológica cuando se detecta peligro donde no lo hay”, manifiesta Melia.

En el caso de los animales, explica Herbert Chappa, director de CETEM y del curso de postgrado en psicoterapias cognitivas e integrativas de la UNLP, es lo que les permite detectar la amenaza y huir para salvarse.

A diferencia del reino animal, sostiene Chappa, a nivel humano estos peligros no son solamente externos. Pueden estar localizados en el mismo individuo, en su cuerpo o auto-generados en su propia mente. “En tiempos de paz son reducidos los peligros que significan una amenaza real: manipular artefactos eléctricos, cruzar calles, trasladarse en ciertos vehículos (motocicletas, automóviles) o aventurarse por lugares no recomendables de las grandes ciudades, y algunos pocos más”, enumera.

En este sentido, afirma que son muchos más frecuentes las perturbaciones en relación a la salud física, a la fragilidad del bienestar, las amenazas a su prestigio o a la inestabilidad de sus relaciones afectivas.

El carácter “peligroso” de las situaciones o los objetos es una valoración subjetiva. El temor y la ansiedad pueden desencadenarse no solamente por los estímulos reales, sino también por ideas o imágenes que anticipan el encuentro con lo temido.

Como señala Chappa, estos pensamientos y las imágenes asociadas que conforman la ansiedad anticipatoria tienen la particularidad de activar sensaciones somáticas (neurovegetativas) más o menos intensas, tornando en actual el temor potencial.

Según explican los expertos, la imaginería cumple un rol preponderante en casos de ansiedad. “Como se dice: ‘El cuerpo vive, lo que la mente piensa’. El ansioso por lo general construye su presente basándose en el mañana, o sea, imaginando el mañana (puede ser un examen, una entrega, una entrevista laboral), pero a ese mañana se lo imagina, en la mayoría de las situaciones, en forma amenazante”, dice Melia y plantea que las costumbres de usar la tablet a la vez que se descarga una app en el Smartphone y mientras se envía un mail a mi contador, por ejemplo, inducen estados de ansiedad.

Cuando la ansiedad sobrepasa las herramientas para combatirla, se pasa a una ansiedad patológica, con sus distintas situaciones clínicas y síntomas: trastorno de ansiedad generalizada (donde predomina un estado de preocupación excesiva). Trastorno de pánico con o sin agorafobia (en esta situación predomina una angustia muy importante, intercrisis o “miedo al miedo”), fobias y trastorno por estrés postraumático.

¿Cuando la ansiedad se convierten en un trastorno?

“Desde el punto de vista clínico cuando adquieren mayor intensidad y traen sufrimiento, consecuencias perturbadoras, limitantes o interfieren en la vida social, laboral o familiar”, dice Chappa.

La reacción de ansiedad resultará de un balance de la amenaza percibida por un lado y de la estimación de los recursos personales para afrontarla. “A lo largo de nuestra vida resolvemos dificultades, aprendemos recursos de afrontamiento, imaginando alternativas de acción y probando sus consecuencias de modo que poseemos un arsenal a disposición cuando las circunstancias lo requieran. Si estimamos nuestros recursos como insuficientes nos sentimos vulnerables”, afirma el especialista y explica que el sujeto que se juzga así minimiza sus capacidades y recursos, a la vez que enfatiza selectivamente sus puntos débiles. Está convencido, además, que será incapaz de impedir los resultados catastróficos del hecho. En estos casos, un especialista podría ayudar a revertir el mecanismo de pensamiento.

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