“Personal Shopper”: los fantasmas del pasado

“Claro que creo en los fantasmas, nuestra vida está repleta de fantasmas: convivimos con los fantasmas de nuestros recuerdos, de las personas amadas que perdimos, de las películas que nos gustaron, y ese diálogo está siempre presente en nuestras vidas, nos constituye, es esencial en nosotros. Lo que define al ser humano es existir entre lo tangible y lo invisible, entre lo consciente y lo inconsciente: allí está esa zona gris que nos da un poco de miedo, pero que en realidad son un síntoma de la ansiedad que vive en nuestro interior, y no fuera de nosotros”, afirma Assayas sobre “Personal Shopper”, ofreciendo una clave de lectura para un filme que, como la mayoría de su filmografía, es difícil de encasillar.

La cinta que le valió el premio a mejor dirección en Cannes es una película particular, distinta, de un director diferente, aunque marcado por un ejercicio habitual en el francés: utilizar el cine de género para contar otra cosa. “Tienen cierto encanto como las novelas por entregas”, dice uno de sus personajes en “Irma Vep”, replicando el pensamiento del director.

En este caso, el género es, principalmente, el cine de fantasmas, al que se acerca sin espíritu irónico o referencial, sino buscando jugar con las expectativas y estereotipos y aprovechar los climas para narrar una historia de soledad donde la tensión entre lo real y lo imaginado es un elemento crucial para Kristen Stewart, atrapada entre el pasado y su potencial futuro.

Assayas demuestra con su pulso la falta de creatividad en buena parte de la industria para narrar este tipo de historias, otorgando nuevas dimensiones a un género que ha pasado de ser la metafísica del séptimo arte a un mecanismo de emociones extremas, con una sutileza visual y un trabajo con el sonido capaz de generar climas más extremos que buena parte del cine de fantasmas.

Pero el resultado es mixto, en parte porque Assayas parece perderse en su propio juego, y arriesga introduciendo una historia policial a mitad de la película donde, además, se trabaja con los usos de la tecnología: un final diluido y extenso que convierte al filme en una serie de grandes momentos que como experiencia termina dejando algo frustrado al espectador.

 

Pedro Garay

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