Hay que ponerle un límite al proceso de deterioro que afecta a la ribera local

Se ha señalado siempre desde esta columna que la zona de la ribera ensenadense y berissense conforma un recurso turístico de primer nivel que se encuentra desaprovechado y de allí la necesidad, ya perentoria, de que se profundicen acciones y programas para mejorar las evidentes y múltiples posibilidades de atracción de ese lugar, en un beneficio que se irradiaría a toda la Región.

Es en ese contexto que importa valorar la visita realizada el último fin de semana por integrantes de ongs ambientalistas, representantes de los municipios, legisladores y profesionales que participaron de una recorrida por el canal Río Santiago y las islas, para evaluar el estado ambiental de las costas.

Según se informó, verificaron la presencia irregular de tanques de depósito de combustible, corroborando así la veracidad de denuncias previas que aludieron al peligro existente por la virtual transformación de una zona residencial en inflamable, violándose así legislaciones vigentes.

Asimismo, se hizo una recorrida por la isla Paulino para ponderar los trabajos que se están realizando en defensa de las costas, jaqueadas desde hace décadas por una incesante erosión costera. Reseñaron, en tal sentido, que varias organizaciones denunciaron un mal manejo en lo que se refriere al desmalezamientos y erradicación de especies, sin contemplar criterios ambientales, desatendiendo que la isla es un paisaje protegido así declarado por una ley provincial.

Cabe señalar que de la recorrida participaron integrantes de Nuevo Ambiente, la Fundación Ciudad y Ala Plástica, representantes de la clínica de Derecho de la Facultad de Derecho de La Plata y de la maestría de Paisaje de la Facultad de Arquitectura de la UNLP, así como legisladores provinciales y funcionarios de las comunas de La Plata y Berisso.

Lo cierto es que el estado general de abandono y desorden que presenta la ribera es un signo irrefutable de la falta de políticas y planificaciones que ha caracterizado a esa zona a lo largo de los años. Poco a nada queda del esplendor de antaño.

Mientras no se acometan urbanizaciones de fondo y correcciones también integrales que le devuelvan a las playas una belleza perdida, evitando -por caso- que algunas construcciones mal autorizadas en su momento impidan no sólo el libro acceso sino la mera contemplación del río, se prolongará indefinidamente el inexplicable deterioro de esa zona.

El panorama planteado reaviva la impresión de progresivo deterioro que sufre la ribera local, con una población que también enfrenta dificultades y deficiencias de toda índole, impropias de la calidad de vida que merece y, asimismo, pone en evidencia el desinterés de muchas administraciones en potenciar un recurso natural y turístico de primer orden. La recorrida de los expertos en medio ambiente podría convertirse en el puntapié inicial de una revalorización general de la zona costera. La presencia de un río limpio y de playas aptas para el esparcimiento multiplicaría al infinito las posibilidades que ofrece la ribera local.

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