No hubo guerra, sí aliento, tensión y emociones

RIO DE JANEIRO, BRASIL
ESPECIAL

Por PEDRO GARAY
SENSACIONES

Era el partido más esperado... y el más temido. Argentina-Brasil se enfrentaron ayer en básquet, en un choque clave entre dos equipos de elite y en deportes con millones de apasionados en cada tierra. Si en encuentros de Argentina en deportes menos populares, ante otros rivales, la pica entre cariocas y criollos se encontraba al borde del estallido, ¿qué pasaría cuando la mitad del estadio se vistiera de amarelho y la otra mitad de albiceleste?

Finalmente, no hubo guerra en las tribunas, que comprendieron el mensaje que comenzó a bajar en estos Juegos la Generación Dorada, y de la que se hicieron eco atletas y dirigentes: hubo aliento, alguna chicana y mucho ruido en el estadio, que, finalmente, no fue mitad y mitad de cada color, sino absoluta mayoría de Brasil.

Argentina soportó durante cuatro cuartos los alaridos que aturdían en cada punto, y resistió la tentación del enojo para sostenerse todo el tiempo en partido, a pesar de que, siempre, parecía imposible. Pero, con la Generación Dorada, siempre hay que quedarse hasta el final: un pitazo que se extendió durante dos overtime (tiempos extra), que generó algunos paros cardíacos en la tribuna local y que finalmente terminó siendo una historia de torazos en rodeo muy ajeno, abrazándose junto al puñado de argentinos que habían conseguido tickets, celebrando, también, la revancha de aquel Mundial 2014 en que Argentina fue eliminado por Brasil.

Para entonces, Campazzo ya había tomado un épico rebote y Nocioni ya había lanzado su triple para forzar el primer overtime: el estadio, desde entonces, se transformó de la euforia carioca al murmullo sólo interrumpido por algún atrevido cántico de la hinchada argentina, silenciado cada vez con abucheos.

LA FIESTA SE TRANSFORMO EN TENSION

Pero el clima había cambiado notablemente: la fiesta se transformó en tensión, karma del local, que perdió lucidez y, a pesar de dominar los tableros, fue abrumado por una Argentina: no por su juego, que tuvo sequías y falencias, sino por su voracidad de victoria.

Argentina se agrandó, dentro y fuera de la cancha: sintió la posibilidad del batacazo, lo creyó, tanto como en las gradas y en el court Brasil sintió el peso de la derrota antes de que se consumara. Y, consumada una hazaña para la historia, no hubo nada más que hacer salvo, como pide Depeche Mode, disfrutar del silencio. Y, claro, correr a Delpo, para más alegrías, que lejos están de ser, en Río, sólo brasileras.

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LA FIESTA SE TRANSFORMO EN TENSION
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PEDRO GARAY
RIO DE JANEIRO

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