Un hombre, su luto, un gato y un fisicoculturista

“Ramblin’ Freak” es el documental que Parker Smith filmó, solo y sin equipo, sobre el viaje espiritual que realizó en medio del dolor de la pérdida de un ser querido y en busca de “el hombre al que le estallaron los brazos”

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En medio de una tragedia personal, Parker Smith tomó un recibo de la tienda de comidas mexicanas en la que trabajaba en Austin, Texas, y en su reverso escribió el plan y el presupuesto necesarios para filmar una película sobre un viaje por la carretera. Acto seguido, Smith, todavía de 23 años, compró dos viejas cámaras en eBay y se lanzó en compañía de su gato dispuesto a ser el protagonista de su propia película.

Pero en una de las filmadoras encontró un video de su anterior dueño, el fisicoculturista Gregg Valentino, “el hombre al que los brazos le explotaron” (es su apodo, pero también una historia real: Valentino es famoso porque debido al exceso de anabólicos le estallaron los bíceps). Convencido en su estado de duelo de que el video casero había llegado a él por un motivo inextricable, Smith redirigió su misión (y su película) para lanzarse al encuentro del fisicoculturista, un viaje que retrató finalmente en “Ramblin’ Freak”, que se presenta esta tarde, a las 18.45, en el marco del Festival de Cine Independiente platense.

Smith todavía vende tacos en Austin. “Tenía la idea de que al llevar una película a un festival la gente me recibiría con bolsos de dinero... pero eso no ha sucedido, para nada”, afirma entre risas, y cuenta que su esperanza es “salir empatado”.

Mientras tanto, proyecta nuevas historias y en la tienda de comida mexicana le dan licencia para filmar y viajar a los festivales que reciben su cinta. “No tienen problemas, no es que vender tacos es como trabajar en un hospital, pueden aguantar sin mi”, afirma jocoso de visita por La Plata, donde (como nada en su vida parece seguir los caminos de la normalidad) llegó con su novia, a la cual no veía hace nueve años.

“Nos encontramos en el aeropuerto”, señala en diálogo con EL DIA. ¿Es broma? Asegura que no: eran novios de secundaria pero la vida los separó, aunque intentaron hacer que la cuestión funcione larga distancia. Luego llegó el viaje de Smith, la película, y la grieta comenzó ampliándose hasta que, con el boleto a La Plata, el cineasta no dudó en invitar a su pareja.

Esta especie de improvisación vital parece parte de la personalidad despreocupada de Smith: casi un autodidacta, aprendió lo básico en sus intentos por estudiar formalmente cine, pero lo dejó. Y haciendo camino al andar, filmó “Ramblin’ freak”, virtualmente sin presupuesto y con un equipo técnico de una persona, él mismo, tripulando dos cámaras, un auto y un gato, porque “o no lo hacía, o lo hacía yo mismo”.

“Veo estos proyectos de cortometraje con altos presupuestos y grandes equipos... y eso no lo va a hacer mejor”, dice haciendo referencia al cine anabolizado de hoy, afirmando que “no hay razón por las que no se pueden hacer películas solo, yo lo pude hacer hasta con cámaras viejas”, y ponderando la “libertad” de trabajar en solitario: frustrado por sus primeras experiencias al frente de actores, “no tener que cuidar de nada ni nadie, salvo de uno mismo, fue verdaderamente liberador”.

EL GATO Y EL CINE

De nada, salvo, claro, de su gato, que la pasó, como es lógico para cualquier gato (odian correrse de su zona de confort) muy mal durante el viajo, algo que Smith decidió no incluir en el corte final “para que no me odien”.

“Tenía que asegurarme mientras manejaba dos cámaras y el auto, que el gato no muriera. Eso fue difícil”, revela. ¿El truco? “Tener cuidado”, cuenta, “y el autofoco ayudó”. La cinta misma, de todos modos, abraza esa estética del momento, donde hasta lo que parece error “es útil: te filmas con una cámara fracasando con la otra. Es parte de la historia”, analiza, porque a fin de cuenta la cinta es la historia de “una película sobre un tipo que no sabe hacer películas”.

Smith confiesa que de hecho, a pesar de tener conocimientos básicos, “aprendí a usar la cámara mientras filmaba, por eso al final la película se ve mejor que al principio”. El crecimiento, además, se extendió, como era el plan del catártico rodaje, a su interior: el cineasta se convirtió “en adulto” mientras rodaba, tuvo que pedir un préstamo para comprar una camioneta (“fue lo más adulto que hice en mi vida; estaba esperando que llegara algún ‘grande’ y no me dejara hacerlo”).

El impulso detrás de esta aventura cinematográfica fue el dolor, la desgarradora batalla de su hermana gemela con una extraña enfermedad sin cura, su muerte. “No estaba lidiando con eso, y esta fue la única manera en que podía confrontar este dolor que sentía”, explica Smith, que “creí que el filme era terapia y me iba a ayudar, pero rodarlo fue peor: no solo tuve que filmar el proceso sino que tuve que revivirlo a la hora de la posproducción. No fue hasta que vi a un psicólogo que pude comenzar a editar el material, tras seis meses”.

“Ramblin’ Freak” se estrenó en el reconocido festival SxSW, que tiene lugar en Austin, donde vive Smith, quien hasta este año no había podido ir al festival porque el influjo de turistas lo obligaba a permanecer en su puesto. “Odiaba el festival”, dice entre risas quien en esta ocasión invitó a todos sus conocidos a asistir.

“Nadie sabía que iba a hacer esta película: mis amigos la vieron por primera vez en el festival y esperaban una película sobre este fisicoculturista, nada más”, explica la situación. “Así que cuando la vieron todos quedaron descorazonados: cuando terminó formaron una fila con extraños del público para abrazarme, como en un funeral. Fue una experiencia única”.

¿Por qué el secretismo? Smith confiesa: “Parte del dolor que sentía era ese mantenerlo todo adentro, encerrado. Ahora está en el universo, y todos los que ven la película saben lo que me ocurrió”.

 

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