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Abasto, capital de la ciencia ficción

Juan Simeran, productor avícola de la zona y novelista. Muchos escritores porteños se radican en el llamado cinturón verde de La Plata. Literatura de vanguardia con pueblos platenses como escenario

Abasto, capital de la ciencia ficción

Juan Simeran

Por MARCELO ORTALE

22 de Octubre de 2017 | 08:45
Edición impresa

¿Quién no sabe que Abasto, Olmos, Etcheverry, se caracterizan por sus quintas frutihortícolas, por sus criaderos de aves, interrumpidos tan sólo por el Mouras y algunos dispersos parques industriales? Pero, cómo explicar que, desde hace un tiempo, un sector de Abasto entre la ruta 2 y la 36 se está convirtiendo en un centro literario, en la capital del género de la ciencia ficción? ¿Qué tiene que ver la literatura con esta llanura sedentaria?

“El personaje central de mis novelas es el porteño desarraigado, pero que no se fue a París o Tel Aviv, sino que vino a parar a lugares semi rurales o semi urbanos, tal como es Olmos, que no termina de ser ni urbano ni rural, ni tampoco conurbano. En Abasto, donde instalé mi criadero hace ya diez años, encuentro más porteños que en el Tortoni...”, reflexiona el escritor Juan Simeran (1964) autor ya de varias novelas, dos de ellas publicadas en España –”8 grados centígrados” y “Nevermore”. También publicó en narrativa “Argentinos... a vencer!” una novela de ciencia ficción que desgrana qué hubiera pasado si Argentina ganaba la guerra de Malvinas.

Muy cerca de su propiedad, en otros campos linderos se afincaron las novelistas porteñas Selva Almada, Gabriela Cabezón Cámara y en el campo de una de ellas se están construyendo pequeñas cabañas para otros escritores porteños. Literatura en medio del campo, todo es como raro. No obstante, Simeran advierte que “Abasto es muy especial, creo que es el pueblo con más abogados por kilómetro cuadrado del país. Pero muchos de ellos no soportan la ruralidad y se van...En mi caso, vivo en Buenos Aires unos días y otros acá...Supongo que mi verdadera patria debe quedar en el barrio del Once...”.

Simeran explica que “la ruralidad casi no tiene expresión en la literatura desde los escritores de principio del siglo pasado, digamos un Benito Lynch, entre otros. Ni que hablar de la inexistencia de ruralidad en la ciencia ficción. Y sin embargo el productor rural vive en algunos aspectos en un ámbito absolutamente de ciencia especulativa. A efectos zootécnicos, un galpón de engorde es una gestalt, que se considera con vida propia, como si el animal fuera un organismo parte de ese cuerpo”.

Se mantiene como cabañero. Cerca de la 520 tiene un criadero ciertamente gigantesco, con siete grandes naves con algo así como veinte mil pollos cada una de ellas. El establecimiento recibe a los pollitos recién nacidos y los engorda, vendiéndolos vivos a los frigoríficos o importadores a los 45 días de crianza. La ausencia total de moscas habla de la existencia de procedimientos modernos de cría.

Simeran acaba de publicar ahora y ya debe estar en las librerías platenses su última novela –”Los niños de Berisso”- cuyo título se relaciona en forma directa con la célebre novela de Ira Levin –”Los niños del Brasil” que luego tuvo versión cinematográfica protagonizada por Gregory Peck y Laurence Olivier.

En el libro de Simeran, aparece de pronto, en Berisso, el estado mayor de Hitler. Niños clonados, tal vez, todo es posible. En la novela se ingiere la droga Karamadol que les permite a las personas encontrarse con su anterior reencarnación. La existencia es siempre relativa en ese mundo ficcional sostenido por “la grisura cansina del pueblo de Olmos”.

En su obra no está sólo presente Berisso, la ciudad lindera a la de La Plata. En los demás libros aparecen citadas muchas veces Olmos, Abasto y en menor medida La Plata. Su novela “8 grados centígrados”, que trata sobre el calentamiento del planeta, transcurre en un City Bell sometido a temperaturas imposibles de soportar. Otra de sus novelas se desarrolla en Pipinas. Y uno de sus mayores éxitos editoriales se relaciona con el cuento “Por qué se perdió Bahía Blanca” ganador del concurso organizado en 2015 por la Asociación Española de Editores de Ciencia Ficción”.

LOS NIÑOS DE BERISSO

El desarrollo especulativo de “Los niños de Berisso” tiene, sin embargo, como escenario predominante a Olmos. La creatividad de Simeran oscila –acaso duda- entre Olmos y Abasto. “Toda pretensión urbana de Olmos es una cáscara que se resquebraja apenas a dos cuadras de la columna vertebral, la 44, cuando comienzan a ralear las casas y se adivina el campo en los terrenos ayuyados, manzanas enteras esperando el loteo, mugidos cercanos y jaurías diestras en violar el alambre hexagonal de los gallineros”.

Abasto es distinto. Es “raro”, como dice Simeran. “Es tan inverosímil Abasto que por eso ubiqué la novela en Olmos...”. Como Simeran juega con el tiempo, la 44 puede ser la Muralla China, la Cortina de Hierro, el Muro de Berlín. Algo parecido ocurre con el paralelo de la avenida 520, que divide en dos el planeta. “En Abasto conviven el siglo 19 con el 21, van de la mano el “Allá lejos y hace tiempo” con Philip Dick, el cuento “El Matadero” con Flannery O´Connors. Algunas tardes en Abasto me parecer estar en medio de un cuento de Bradbury”

Simeran está casado hace veinte años con la cubana (ya aporteñada) Ebelia Avila. Tienen tres hijos, Avi, Nurit e Iair, cuyos nombres son hebreos. A los 18 años Simeran se fue a trabajar y estudiar a Jerusalén. “Estuve siete años...No sabía el idioma, así que hice trabajos de analfabeto: limpié por dentro tanques de agua, trasladé las brazadas de diario desde la rotativa a los camiones y, para una editorial, pinté miles de leones...Eran unos leones impresos y yo los pintaba con acrílico...Creo que pinté más de diez mil leones...con eso comía, me vestía y sobrevivi”.

De sus años en la ciudad de Jersusalén extrajo experiencias y enseñanzas que lo acompañan hasta hoy. “Es tal el peso de la historia en esa ciudad que existe el llamado síndrome de Jerusalén...Amos Oz habló con razón del aire viciado de espiritualidad que hay en Jerusalén...las otras ciudades tienen smog, pero la de Jerusalén está contaminada de espiritualidad...Sin embargo, no volvería a Israel”, dice ahora.

En aquellos años en Israel aprendió el idioma y estudió arte y diseño en la Universidad de Bezalel, hasta trabajar luego en esa especialidad como director de varias agencias de publicidad en la Argentina e Israel. Ha colaborado en artículos de revistas y páginas del género fantástico, así como brindado varias conferencias en la Universidad Nacional de La Plata. Participó además en los talleres literarios de Mariana Enriquez, Selva Almada, Julian Lópezy Adriadna Castellarnou.

Mientras ultima la preparación de un asado en la cruz de hierro, Simeran no duda al ser consultado sobre sus escritores preferidos y empieza por el norteamericano Philips Dicks, un prolífico novelista de ciencia ficción, que mechó temas sociológicos, políticos y económicos, con gobiernos autoritarios y con incursiones audaces en la metafísica y la teología.

De los argentinos eligió a dos autores: el muy popular en su momento, y ahora relegado, Eduardo Gudiño Kieffer –”sobre todo por su novela Para comerte mejor”- y el permanente Roberto Arlt.

Simeran ya está escribiendo su próxima novela, que será editada por Ayarmanot, que consistirá, según señala, en una reescritura de Don Quijote, siempre desde la órbita de la ciencia ficción.

UN TEXTO

Se transcribe a continuación algunos párrafos del capítulo II de “Los niños de Berisso”. Dicen así:

“Carlos camina por la 44, los rayos de un sol amable acarician su rostro. En Olmos todos caminan pero nadie pasea, caminar es moverse del punto A hacia el punto B en el menor tiempo y con el menor derroche de energía posible, piensa por enésima vez. A pesar de que lleva casi diez años en este lugar aún se siente más predispuesto a disfrutar de un desayuno en el viejo Británico que en el bar de la Estación de Servicio de la rotonda de 44 y la ruta 3, el único lugar donde hay algo parecido a lo que él sigue considerando, con terquedad, su paisaje natural: el aroma del café con leche con medialunas, un diario, sándwiches de miga bajo campanas de vidrio, estantes atiborrados de bebidas. La convivencia de lubricantes de frenos, maxiquiosco y Fast Food le parece una herejía, pero ya se acostumbró a ser el último sacerdote de una religión desaparecida”.

Con un lenguaje sencillo, casi coloquial, Simerman estructura narraciones enormemente complejas. En sus novelas se reconstruyen hechos posibles, que sin embargo nunca sucedieron: todavía los argentinos estamos en guerra desde 1982 con los ingleses. O describe utopías infelices, indeseables. La sociedad, cada una de las personas, nadie se da cuenta sobre lo que verdaderamente es la realidad cotidiana. Toda la maldad, todo el amor, todo el odio del mundo, Simeran los pinta en esa pequeña aldea que puede ser Olmos, Abasto, Pipinas, Berisso o City Bell. “Porque al mundo, al contrario delo que se dice, hay que meterlo a patadas en la aldea y si no entra se jode...”, sostiene con entusiasmo.

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