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Espectáculos |LUIS PAZOS

Dar batalla con el arte

Mientras libra una lucha contra el Parkinson, un diagnóstico que no doblegará su espíritu de “fortaleza inexpugnable”, comienza a cosechar una siembra creativa de más de medio siglo. Artista conceptual, poeta y periodista, algunas de sus obras acaban de ingresar al patrimonio del Museo Reina Sofía de España

Dar batalla con el arte

La portada de la revista Gente -y algunas de las fotos de la producción- con la “cobertura” de Superman (castigado) en Argentina, pidiendo trabajo a los famosos: una crítica conceptual y lúdica a la realidad económica de la época

Por MarIa Virginia Bruno

16 de Abril de 2017 | 04:15
Edición impresa

Como artista conceptual hizo mucho ruido siendo parte de una generación de creativos intelectuales que, en los sesenta, entendía que había que “empezar desde otro lugar”, eliminando cualquier rastro que los uniera con el arte tradicional y establecido. Como periodista entrevistó a Borges y viajó por medio mundo, incluso, lo mandaron a explorar Macondo cuando a García Márquez le dieron el Nobel de Literatura, escribiendo el artículo más vendido en la historia de la revista Gente, todo un desafío si se tiene en cuenta que se trata de un pueblo imaginario. Como escritor editó varios libros de poesía experimental y tradicional, en los que deja aflorar su verdadera alma, llena de matices. Pero es ahora, a sus 76 años, cuando Luis Pazos -como Luis Pazos- se enfrenta al mayor reto de su vida, al desafiar cara a cara a un Parkinson que le recuerda “lo hermoso que es el mundo, y que vale la pena estar un tiempo más en él”.

Las definiciones abundan en una charla difícil. El motivo es la reciente adquisición del Museo Reina Sofía de una serie de obras de artistas conceptuales platenses realizadas en los 70, entre los que figura. Pero pasó la vida, en medio de una entrevista sin prisas ni pausas, y la noticia quedó para el final (ver aparte).

Nacido en La Plata el 5 de agosto de 1940, hijo de un comerciante y una ama de casa, Luis irrumpió en la senda artística investigando en el campo de la poesía visual, y luego se expandiría a otros terrenos con su espíritu crítico sobre el arte, siendo parte de los grupos Esmilodonte, Grupo La Plata, Movimiento Diagonal Cero, Grupo de los 13, CayC y Escombros. Autor de los libros objeto “El dios del laberinto” y “La corneta” en 1967, sus obras han sido expuestas en muestras colectivas e individuales en La Plata, Buenos Aires, Rosario, Córdoba y otras ciudades de Alemania, París y Suiza.

En paralelo a su trayectoria artística, ha forjado una reconocida carrera dentro del mundo periodístico, desempeñándose como cronista del diario EL DIA -en donde se hizo cargo, junto a Luján Gutiérrez, del suplemento cultural que se publicaba los domingos-; de Clarín -para quien investigó durante un año y medio el asesinato de María Soledad Morales en Catamarca, material con el cual tiempo después editó un libro-; y de la revista Gente -para quien realizó una reconocida producción fotográfica en la que un preocupado Superman (él) baja a la tierra para pedirle trabajo a famosos como Susana Giménez, Jorge Porcel o Martín Karadagian, entre otros, en una crítica lúdica a la realidad socio económica de la época-.

Alejado del rubro periodístico, Luis se volcó full time a la poesía: su otra pasión. En estos años, ha publicado los libros “El cazador metafísico. Poesía reunida I”; “Letra suelta” y “Del silencio como mirada” junto a Claudio Mangifesta; además del sensible “Poema inconcluso para Luisa Pazos”, un puñado de versos que le escribió durante casi 60 años a su mamá, quien falleció cuando él apenas tenía catorce años.

Esa ausencia siempre fue presencia. Dolorosa, punzante. Y un día sintió que era momento de terminar: fue de madrugada, en lo que los poetas llaman “la hora del lobo”, cuando, en medio de una charla con su hija, Pazos puso el punto final a su criatura, “que no se vende, ni se expone: sólo se entrega en manos a los amigos”.

Y llega una advertencia. “Si quieren saber cómo soy, cómo es mi alma, es este libro”, dice Luis, con su tono natural: pausado. “Cuando se comienza a dialogar con la madre, viva o muerta, ese diálogo termina con la muerte del hijo. Es un libro triste, pero también esperanzado porque todo el tiempo el hijo está diciendo ‘la volveré a encontrar’. Es un texto totalmente subjetivo, arriesgado. Incluso, hay quien te puede decir que es un exceso de subjetividad”. Algo que, sin embargo, no le quita el sueño.

Para él, su libro es “el texto de un hombre libre, que hace lo que quiere y dice lo que quiere, cuando quiere”. Una novedad en su vida. “Nunca fui un alma libre hasta el día de hoy. Siempre dependí de otras personas o trabajos”, reconoce, y asegura que sus acciones performáticas más rebeldes y recordadas fueron “expresiones de libertad”.

Y su libertad, hoy en día, pasa por la escritura. Escribir le da felicidad. “Esto explica que haya dos corrientes tan diferentes en mi poesía: la tradicional, de verso libre, y la experimental: un juego para chicos”, explica, sobre su bifurcación. “Hay dos Luis Pazos: uno al que le gusta jugar como un chico, y otro al que le gusta pensar como un hombre. Pensar en lo que quiero, y expresarlo como quiero. Es una sensación extraña”.

A pesar del ánimo con el que se sienta frente al papel en blanco dispuesto a escribir, como buen romántico, a mano alzada, Luis no se miente. “Mi salud no es la de antes. Lo que hay que saber, ojalá los jóvenes lo aprendan, es que se escribe con el cuerpo, no solo con la mente. Uno pone el cuerpo, y el cuerpo se cansa”. El paso del tiempo, inexorable, nos llega a todos.

Desde hace algunos años, el artista convive con el Mal de Parkinson, una enfermedad que al principio lo paralizó (“lloré todo lo que tenía que llorar”, confiesa) pero con la que se pudo amigar. La aceptación le hizo ver el panorama desde otro lugar. Incluso llegó a escribir una proclama, que reza que “el Parkinson no me va a impedir escribir, amar, soñar, construir”, con el que pretende “poder ayudar a los que atraviesan lo mismo”.

“Hay momentos en la vida en que aunque el final sea previsible hay que pelear lo mismo. Yo siempre digo ‘no me juzguen por las veces que caí, sino por las veces que me levanté’. Yo lo único que ruego a Dios, si es que existe, es poder seguir teniendo claridad para seguir escribiendo”, dice, y el aire se corta.

“Lo que quiero decir es que la vida termina con la muerte. Antes, no. Es bueno expresarse, ejercer la libertad de pensar y decir lo que se piensa. Y la muerte, después, que ponga el final”, define, con la calidad de un poeta que ha vivido todo. O casi.

Padre de tres hijos -Guadalupe, Manuel y Camila-, con quienes ha forjado una relación de igual a igual, y abuelo de dos nietas que le quitaron de “un saque” esa etiqueta de “galán maduro” que llevaba con orgullo, Luis recorre la ruta de la vida con su compañera Silvia, gracias a la cual, al filo de los ochenta, asegura haber conocido la verdadera cara del amor.

Y regala otra definición. “El amor es la respuesta a todas las preguntas, y el punto de llegada de todas las partidas”. Y después un deseo: “Ojalá que nadie pueda pasar por la vida sin amor”. Aunque reconoce que “no es fácil”: hay que construir.

Conforme con la vida que le ha tocado jugar, con una “familia hermosa” y más de un orgullo profesional, Luis no mira para atrás, aunque a veces los errores están ahí, acechándolo, como a todos. “No hay que dejar que el pasado destruya tu presente. Construir una personalidad te lleva una vida entera. Destruirla, sólo cinco minutos”.

Convencido de que el arte es su mejor forma de dar batalla, no se detiene. Hasta fin de mes, exhibirá obras de poesía visual en el marco de la muestra “El punto ciego: Poesía visual” curada por Fabio Doctorovich y Ornela Barisone, montada en la porteña Galería Arcimboldo -Reconquista 761 PB 14-, que se puede recorrer de 19 a 21. En el marco de esta exposición, el 26 de abril, a las 18, presentará el libro “Del silencio como mirada”, que escribió junto a Claudio Mangifesta. Además, en este mismo espacio, el 1 de junio, a las 19, inaugurará la muestra individual “Esculturas Conceptuales” curada por Fernando Davis en la que se expondrá su serie de mármoles titulada “El Instante y la Eternidad”.

“Hay momentos en la vida en que aunque el final sea previsible hay que pelear lo mismo. Yo lo único que ruego a Dios, si es que existe, es poder seguir teniendo claridad para seguir escribiendo”

 

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