Toda una batería de recursos para hacer posible el eslabón clave: el lavado

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¿Porqué los grandes carteles de México resistieron intactos la caída de sus jefes, pregonadas con bombos y platillos por los presidentes de turno como golpes mortales a esas organizaciones? Para los especialistas, la respuesta es sencilla: en ningún caso las investigaciones tocaron un punto clave para el funcionamiento de estas estructuras, que son las redes de lavado. Entonces, tras un período de luchas internas para redefinir los dueños del poder, las organizaciones volvían a funcionar como siempre.

El lavado del dinero obtenido por el narcotráfico es uno de los puntos más importantes de esta actividad ilegal y, a la vez, uno de los más difíciles de desbaratar.

Adopta diversas formas y se aprovecha de economías que tienen altas tasas de actividad productiva o financiera en negro. Como, por ejemplo, la Argentina.

La tarea de lavado se divide en dos pasos: el primero es repatriar el dinero obtenido. El segundo, el blanqueo propiamente dicho: integrarlo a la actividad legal. En ambos casos se trata de operaciones que requieren de tiempo variables. A veces, de años. Y hasta décadas.

La repatriación se hace habitualmente obviando todo canal formal, como las transferencias bancarias. A veces utilizan sistemas de remesas integrados por cientos de intermediarios que se envían el dinero unos a otros para que sea difícil sospechar o seguir la pista. Otras veces el dinero pasa la frontera a través del contrabando hormiga o escondido de la misma manera en que se esconden los cargamentos de drogas. Una vez en el país de destino suele convertirse a la moneda local para despertar menos sospechas.

Más sutil es la segunda etapa, en la que ese dinero se convierte en legal. Para eso se buscan cadenas de pequeños negocios que manejen efectivo y sean rentables (peluquerías, droguerías, hoteles, centros de estética) o bien se vuelcan a actividades ilegales pero toleradas, como la venta ilegal. También se vuelca a la compra de propiedades en centros residenciales o locales en centros comerciales.

Según Claudio Izaguirre: “uno de los mecanismos más comunes es el de la empresa fantasma: se crea una empresa que supuestamente desarrolla una actividad, pero en realidad se trata de un mero intercambio de facturas. En otras ocasiones también se valen de la solidaridad y hubo un caso de un capo mexicano que creaba iglesias cristianas para lavar dinero del narco”.

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