Tecnología y perspectiva de la monada
Edición Impresa | 21 de Agosto de 2017 | 02:06

Cualquiera que haya visto alguna de las entregas de la nueva trilogía de “El Planeta de los Simios” se ha percatado de que los simios titulares ya no son compuestos, como en la cinta original de 1968 o en el intento de reiniciar la franquicia de Tim Burton, a principios de siglo, por humanos vistiendo trajes de hule.
La animación computarizada ha avanzado de tal manera que es capaz de crear un ejército de monos en guerra que transmiten emociones más humanas que los humanos mismos. Pero hay detrás de la computadora un alma, un fantasma en la máquina: Andy Serkis es el hombre cuyas expresiones dan vida a César, el líder de la monada, y que desde 2011, año en que se estreno la primera de las tres entregas, ha abierto el debate sobre la chance de ganar un Oscar para un actor que ni siquiera aparece en pantalla.
Serkies es el amo del “motion capture” o “mo-cap”, la técnica de captura del movimiento que coloca puntos en todo el rostro del actor, los filma y los adapta al personaje animado, permite dotar de emociones a la criatura: el actor inglés ya brilló gracias a esta tecnología como el impactante Gollum en “El Señor de los Anillos” (2001-2003), se puso en la piel del gorila King Kong en la versión de 2005 de la película “King Kong”, y hoy anima al enigmático Líder Supremo Snoke en la nueva trilogía de “Star Wars”.
“La representación de las caras, los gestos, los ojos es tan buena que te ves a ti mismo”, dice sobre el avance de la tecnología que, ahora, no solo captura las expresiones faciales sino las de todo el cuerpo, un hecho clave para comprender la genialidad de Serkis a la hora de interpretar al ya icónico César: “No creo que haya mucha diferencia entre actuar con el ‘motion capture’ que hacerlo de manera tradicional”, dice Serkis, y confiesa que lo que “adora” de la tecnología es “el potencial que ofrece”.
“Da al actor la oportunidad de hacer cualquier papel, porque ahora la técnica es tan avanzada que es capaz de captar el movimiento humano y convertirlo en cualquier avatar. Puedes llegar a ser cualquier cosa, no importa la forma o tamaño que tengas. Es como tener el mejor maquillaje del mundo que te permite convertirte en todo lo que quieras”, opina.
La tecnología, sin embargo, no es solo alarde hollywoodense en la trilogía de Matt Reeves: la humanidad de César lograda a través de la técnica de captura del movimiento es un factor clave para entronizar al espectador con su causa.
Y es un elemento crucial para poner el cuerpo detrás del giro propuesto desde el guión: en el clásico original de ciencia ficción, el espectador se sentía identificado con Charlton Heston, el actor que llegaba a este extraño mundo donde las jerarquías parecían subvertidas. Así ocurre con la mayoría de las cintas de ciencia ficción, pero Reeves propone la inversión de este modelo y gracias a la magia de las computadoras coloca al espectador del bando de la especie que terminará colonizando a la humanidad (la película sirve de precuela a las originales).
La audiencia ve la película a través de César: la cinta se vuelve debido a este giro en un comentario sobre la humanidad actual y el daño que el progreso industrial, el coqueteo con lo desconocido (los simios superinteligentes nacen intentando curar el Alzheimer) y el miedo a lo otro es tan nociva para el planeta (los simios son víctimas que luchan por su supervivencia) que ni siquiera el espectador humano defiende su postura.
El guión trabaja minuciosamente sobre la perspectiva: lejos de quedarse en los arquetipos (el héroe, la humanidad nociva, el villano), los simios construyen sutiles (mucho más que los humanos) que muestran un bando dividido ante cada acercameinto con los hombres. En la segunda parte de la trilogía, Koba, en la antípodas del diplomático César, quiere atacar a los humanos no por locura, violencia o salvajismo, sino porque luego de ser torturado por los hombres, los ve prepararse para la guerra. César elige confiar en sus enemigos hasta que se percata de que el conflicto, en realidad, es inevitable: en un nuevo giro del guión, la postura del “villano” asoma como una lectura apresurada y sesgada, pero realista.
La tecnología, sin embargo, no es solo alarde hollywoodense en la trilogía de Matt Reeves: la humanidad de César lograda a través de la técnica de captura del movimiento es un factor clave para entronizar al espectador con su causa
Porque el público entiende y hasta comparte las motivaciones de Koba, al igual que la de los humanos, quienes actúan a menudo por miedo o desinformación, aunque esas emociones resuenan en la audiencia: hubiera sido fácil convertir a los humanos en maquiavélicos tiranos para redoblar el mensaje ecologista de “Simios”, pero la cinta trata antes sobre el poder y el miedo a lo desconocido, y César rápido que los monos pueden ser tan malos como los humanos.
El guión trabaja en construir estos personajes, humanos y simios, falibles en sus lecturas del mundo, imbuidos de miedo y no de maldad, que actúan debido a la información que tienen de su experiencia.
Mostrar las diferentes perspectivas de un conflicto que nadie quiere es el objetivo de Reeves a lo largo de la trilogía. Sin el “motion capture”, estas sutilezas simiescas que desafían sobre la perspectiva “antropocéntrica” de la ciencia ficción y la narrativa hollywoodense hubieran sido difíciles de capturar.
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