Un recordado cine

Roberto G. Abrodos

Hoy sólo queda el recuerdo, pero allá por el 16 de mayo de 1931 se inauguraba la primera sala cinematográfica que se construía en La Plata, planeada desde sus cimientos para ser un cine teatro. Se podía decir que esta sala se adelantaba al progreso de la ciudad en unos diez años por lo menos, tanto por la capacidad de sus localidades como por la importancia de las instalaciones eléctricas y mecánicas que en aquel momento eran la última palabra de la técnica del cinematógrafo sonoro y parlante.

Se trataba del Cine Bar Teatro General Belgrano, inaugurado en la que hasta ese momento había permanecido como un solar vacío, en la intersección de la Diagonal 80 y 49.

Edificado en un terreno de 15 por 50 metros, la sala ofrecía la amplitud de los grandes cines metropolitanos. Mil quinientos asientos estaban cómodamente distribuidos en dos extensas plateas, una baja donde tenían ubicación 850 butacas y una alta, volada sobre la mitad de la primera, con 650 asientos de la misma construcción y amplitud.

La visibilidad de la proyección era igual desde cualquier sitio del recinto, no había asientos privilegiados, todos eran igualmente cómodos. Ello se debía a la sabia disposición, como también al tamaño de la tela de proyecciones y al poder de reproducción de las máquinas.

La tela tenía una superficie de 6 metros de alto por 8 de ancho y estaría cubierta totalmente por la proyección del film, con una nitidez superior a las de las pantallas instaladas hasta ahora, los dispositivos de proyección ocupaban la gran cabina ubicada en la planta tercera del edificio.

El escenario estaba construído en condiciones de satisfacer exigencias de otra clase de espectáculos, de modo que el cine podría alternar con números de variedades o compañías de otra índole, ya que disponía de comodidades elementales, camarines cómodos y lugar adecuado para la orquesta.

La sala podía colmarse sin estar condicionado su ambiente, ya que tenía instalados seis grandes extractores de aire que podían renovar la atmósfera en pocos minutos. El techo y el cielo raso, además eran corredizos en su parte central, de modo que en las noches de verano se estaría muy confortable.

Las necesidades de seguridad e incombustibilidad de todo el edificio, por el empleo de materiales sólidos y refractarios al fuego, estaban salvados. Sin duda era una gran sala.

El arquitecto de la obra fue Juan Urrutia, descendiente de vascos, que había nacido en La Plata el 30 de mayo de 1891, con gran cantidad de trabajos a lo largo de la Diagonal 80, casas de rentas que muchas fueron precursoras por sus adelantos a principios de siglo, como el ascensor y luego el hormigón armado.

Construyó la mayoría de las salas platenses, cines como el mencionado, el Roca, Mayo, Astro,  París y San Martín. Su trayectoria incluye diversidad de obras: desde chalets en estilo, petit hoteles, la casa del Vicegobernador y el Hospital Italiano.

Los ingenieros contratistas fueron Hiram y Pedro Gualdoni de calle 12 N°1392. Gualdoni tenía su gran taller de herrería de obras en la calle 8 y 61, toda una tradición en la ciudad.

El cine Belgrano nunca gozó de gran fama, era una sala para hombres, donde se podía consumir un sándwich con una gaseosa, los que vivimos aquel tiempo lo recordamos apoyado sobre la ferretería Argentina. Hoy sólo queda la evocación y su fachada.

 

 

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