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Con puntos en común y otros disímiles, se “rebelaron” en Chile, Bolivia y Ecuador. Pero el fenómeno también se da, por ejemplo, en Francia, Irak y el Líbano
Continúan las protestas en Bolivia, en medio de la crisis / AP
Protestas virulentas con muertos, heridos, saqueos, destrozos, represión policial y caos se volvieron un denominador común en varios países de Latinoamérica, a partir de la denominada “rebelión” de las clases medias urbanas en contra de políticas de gobierno que les impactaron en el bolsillo o afectaron derechos adquiridos.
Con puntos en común y otros disímiles, Chile, Bolivia y Ecuador, por citar tres casos, se vieron sacudidos por movimientos de la sociedad que dijeron basta y arremetieron con fuerza contra el poder de turno. Pero este fenómeno no es potestad exclusiva de esta parte del mundo, ya que situaciones por el estilo se dan en otros puntos del globo, como en Francia, con el fenómeno de los chalecos amarillos; el Líbano, a partir del aumento de la tarifa de las llamadas a través de WhatsApp; o Irak, con protestas para exigir puestos de trabajo, mejores condiciones de vida y el fin de la corrupción.
Durante los años de bonanza en América Latina desde principios de siglo, a partir del boom de los commodities y la prosperidad producida por factores externos, como el aumento de los precio de los productos de exportación, se conformó la clase media más numerosa de la historia. Pero en los últimos años ese progreso fue decayendo y hoy muchos de los integrantes de esa clase luchan desesperadamente por no caer en la pobreza. Entre ellos, hay distintos grupos que van desde los que buscan alternativas para no caer de estrato hasta los que se muestran intolerantes frente a las desigualdades, la corrupción, la pérdida de derechos adquiridos y el aumento en el costo de vida, al punto que toman la calle para hacer notar su descontento.
En Bolivia, por ejemplo, sigue estando muy presente la división tanto política como económica entre las ciudades de La Paz y Santa Cruz. Y la intención de Evo Morales de perpetuarse eternamente en el poder, puso a unos contra otros y lo llevó a renunciar a la Presidencia. El escandaloso referendo y el fallo de la Corte Suprema que le permitieron ir por un cuarto mandato en las elecciones de octubre marcaron el principio del fin de su mandato y llevaron al país a la violencia extrema tras su salida.
La democracia se puso en jaque al no cumplirse con los periodos presidenciales preestablecidos. A eso se sumó el fraude electoral confirmado por la Organización de Estados Americanos. Y todo fue aprovechado por la derecha, apoyada por las Fuerzas Armadas, para hacerse del poder. El resultado, miles de personas en las calles, enfrentamientos con las policía, descontrol y muertos.
Los partidarios de Evo, que vivieron los años de mayor prosperidad de Bolivia en su historia y que mejoraron su situación socioeconómica, siguen sin reconocer a la presidenta interina Jeanine Áñez y buscan su destitución. Mientras que del otro lado, intentan pacificar al país a partir del diálogo iniciado con un sector del partido MAS (ver página 3).
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Hay sobrados ejemplos de mandatarios que buscan perpetuarse eternamente en el poder en Latinoamérica, como en Venezuela, con Hugo Chávez primero y ahora con Nicolás Maduro; Brasil, donde el Partido de los Trabajadores de Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff se mantuvo por muchos años; y en Argentina con Néstor y Cristina Kirchner. Pero también hay que considerar los casos de Sebastián Piñera (ya con un mandato entre 2010 y 2014) y del partido de Álvaro Uribe en Colombia.
En Chile, pese a que llegó a convertirse en uno de los países más prósperos de la región, la clase media tuvo que endeudarse para cumplir con sus aspiraciones, porque los salarios no lograron seguirle el ritmo al costo de vida y eso llevó a una ruptura en cuanto a las expectativas que ese estrato se había fijado.
Si bien existe un malestar respecto a que un grupo minoritario concentra gran parte de la riqueza, a la clase media le preocupa más su retroceso o la dificultad para mantener su tren de vida y no puede cumplir con sus metas. Allí se produce un quiebre y el estallido en pos de políticas de inclusión, para que el crecimiento abarque a un mayor número de personas.
En Ecuador, el presidente Lenín Moreno debió dar marcha atrás y no pudo eliminar los subsidios en los precios del combustible, una medida exigida por el Fondo Monetario Internacional, que se traducía en un aumento del orden del 120 por ciento en el precio del gasolina. Debido al estallido social que durante 12 días tuvo al Gobierno sumido en la incertidumbre y gobernando desde Guayaquil, hubo al menos 5 muertos, más de mil heridos, el estado de excepción, y por consiguiente, las calles militarizadas.
Como en Latinoamérica, en otros puntos del mundo se dan protestas que van desde Francia al Líbano y de Hong Kong hasta Barcelona. El punto de partida de las manifestaciones varía, pero en todos los casos los protagonistas son de clase media. En el Líbano, el malestar partió de un impuesto sobre llamadas realizadas a través de WhatsApp; en Barcelona la sentencia del procés; en Francia los chalecos amarillos, en Irak y Arabia Saudita por la corrupción.
Internet y las redes sociales juegan un papel clave, porque es allí donde se organizan y amplifican las protestas y se hacen más difíciles de prevenir por parte de los Estados (como lo demuestran las apps del movimiento democrático de Hong Kong o la del Tsunami Democràtic en Catalunya).
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