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Con parecidos y diferencias respecto a la de París, la de La Plata ofrece varios puntos vulnerables, que se acrecientan por el hecho de no contar con sistema propio de detección ni de extinción de incendios, aseguran
De solo pensarlo da escalofríos. Y sin embargo, según señalan muchos expertos, es algo probable. Trasladar el escenario configurado ayer en París, con la bellísima catedral de Notre Dame ardiendo, a nuestra ciudad, con la Catedral platense en idéntica situación, es un ejercicio de prevención que muchos profesionales tienen en mente, justamente, para evitarlo.
¿Es posible que ocurra? Desde la accidentología se sostiene que las probabilidades son altas. ¿Está preparada la Ciudad y el propio edificio de plaza Moreno para evitarlo o paliarlo? En este punto las dudas son mayores.
“Con Notre Dame hay parecidos y diferencias -señalaba ayer un profesional muy conocedor de nuestro templo mayor- toda la estructura del techo de la de París era íntegramente de madera, mientras que la nuestra tiene una cobertura metálica. Pero toda la nave central a dos aguas está revestida en madera. O sea que si se declarara un incendio, quedaría la estructura metálica, el cobre que se ve de afuera, pero todo lo demás es altamente inflamable, todo se pulverizaría. Para peor, la catedral platense tiene muchas deficiencias, y además no cuenta con un sistema propio ni de detección ni de extinción de incendios”.
En cuanto a los puntos más sensibles de la Catedral platense, todos apuntan a los entretechos, espacios muy cerrados, sin ventilación, donde se encuentran todos los sistemas eléctricos de las luces de la nave central, por encima de las bóvedas, a más de 40 metros de altura.
“Es un espacio crítico -aseguran- donde la temperatura es muy superior a la del exterior. En un día de verano de 35 grados, por ejemplo, allí pueden registrarse 45 o más, y cualquier cortocircuito puede provocar un incendio de proporciones. Esto se analizó en su momento, especialmente en 1999 con el completamiento del edificio. Se iba a instalar un sistema de extinción en base a rociadores de agua, pero se llegó a la conclusión de que también sería perjudicial, ya que el agua se depositaría en las bóvedas, se inundarían, y eso sería peor. Hay un proyecto superador propuesto por un ingeniero italiano, que consiste en la instalación, en dos etapas, de un sistema de micropartículas. La primera parte sería para la detección, con un sistema de aspiración que detecta el humo, y la segunda para la extinción, a través de agua nebulizada, que quitaría el oxígeno y enfriaría toda la zona. Pero nunca pudo hacerse, aunque el proyecto existe”.
Otro punto conflictivo es el posible desprendimiento de ornamentos, en especial los pináculos, elementos de gran altura y peso, algunos de 5 metros de alto y 500 kilos de peso, que si bien no son inflamables, podrían caer sobre los techos provocando un daño mayúsculo. En total son más de 900 y algunos están ubicados a más de 40 metros de altura.
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En lo que hace a la superficie a proteger, los especialistas aseguran que es mucha y de difícil resolución.
“Es algo complejo, imagine que estamos hablando, si tomamos la cruz de la nave central, de 90 metros de largo hacia un lado y de 50 hacia el otro. Son un total de unos 140 metros lineales los que debieran estar cubiertos por un sistema antiincendio”, afirman.
En la mayoría de los incendios declarados en catedrales o edificios de similar envergadura, el origen del fuego se debió casi siempre a fallas humanas durante etapas de refacción o arreglos, de las que nada queda exento. Pero esas fallas humanas también contemplan acciones externas tan imprevisibles como peligrosas.
Una anécdota ocurrida en la propia catedral platense da cuenta de los peligros existentes.
Profesionales allegados al emblemático templo mayor de nuestra ciudad relatan que, en un par de oportunidades, se encontraron drones prendidos fuego sobre el techo metálico.
“Era gente que quería fotografiar el templo desde las alturas, pero por impericia en el manejo o fallas del equipo, los drones cayeron y sus motores se quemaron sobre los techos. De haber sido íntegramente de madera como el de Notre Dame, también en La Plata hubiésemos hablado de una tragedia”.
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