“Los que vuelven”: el terror acecha en la selva misionera

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América del Sur, 1919. Los guaraníes fueron asesinados, desterrados o reducidos a servidumbre. Julia, esposa de Mariano, un terrateniente yerbatero, concibe a su tercer hijo muerto. Desesperada, le ruega a Kerana, su criada indígena, que lo traiga de vuelta a la vida. La criatura vuelve. Pero no vuelve sola.

Ese es el punto de partida de “Los que vuelven”, melodrama, thriller y drama social narrado a través de las formas del terror, dirigido por Laura Casabé y que se estrenó hoy en la plataforma Cine.Ar, donde se puede ver gratis.

Casabé define a la cinta, protagonizada por Lali González, María Soldi y Alberto Ajaka, como “una película de terror rural con una fuerte carga ideológica”, donde el terror tiene que ver con esa selva donde habita lo desconocido, lo ancestral, lo que el hombre blanco aniquiló en su conquista: “Es un terror vinculado con la culpa”, afirma la cineasta, y agrega que “nuestra identidad está hecha al precio de la aniquilación de las culturas aborígenes, a partir de la idea de civilización y barbarie, una idea que no ha cambiado en ningún momento. Como postula el cuadro ‘La vuelta del malón’”.

El título de la pintura al óleo de Ángel Della Valle no aparece por azar en la charla: “Los que vuelven” surgió a partir de un corto llamado “La vuelta del malón”, que tomaba la idea del cuadro y “lo reversionaba para imaginarlo como una fantasía de venganza”.

El corto se estrenó en 2010 y Casabé comenzó tras su estreno a escribirlo en versión largometraje, y aunque “terminamos cambiando todo, yendo hacia la selva y filmando en Misiones”, permanece en el ADN de la película “el terror al otro como esa idea, el miedo a que vengan los indígenas a robarse la propiedad privada que el blanco originalmente expropió, es algo que sucedía y que se mantiene hasta hoy”.

Así, señala Casabé, directora de “El Hada buena, una fábula peronista” y “La valija de Benavidez”, que actualmente puede verse en Netflix, “Los que vuelven” es una cinta de época pero con fuertes lazos con el presente: es un terror que va más allá del susto, que tiene perspectiva política.

“A mi me gusta el cine de Romero, de Carpenter: el terror, el suspenso, son lenguajes potentes para hablar de cuestiones sociales, y eso es lo que me interesa, contar una historia y que el lenguaje sea el terror, no puntualmente hacer una ‘película de terror’”, dice al respecto la directora que actualmente se encuentra desarrollando un película sobre la adaptación de tres cuentos de Mariana Enriquez.

En ese sentido, opina, “Los que vuelven” toma distancia de ciertos “ejercicios” de género, películas pensadas como exploraciones formales. “El cine de género en Argentina ha crecido muchísimo. Quizás hace tiempo eran más ejercicios… pero es muy difícil de hacer, es muy costoso y complicado, entonces entiendo que la maduración que ha tenido a lo largo del tiempo tiene que ver con muchos años de hacer esos ejercicios”, analiza.

En esa línea, la propia perspectiva de la película la condujo a explorar las leyendas y el folclore guaraní para pensar el terror, en lugar de pensar desde ciertas fábulas y criaturas del cine del hemisferio norte. “Es una decisión política, ideológica, acorde a la postura de la película”, dice Casabé, “pero además son elementos sumamente atractivos, en la la cosmogonía guaraní, con sus leyendas, están todos los elementos dados para trabajar el terror: solo hay que tomarlos”.

Rodada en cuatro semanas en Misiones, la cinta supuso un desafío nuevo para Casabé: enfrentarse a la naturaleza indomable, enemiga de los cineastas. “Filmar en la selva es una anarquía absoluta, no hay plan de rodaje que lo resista”, acepta Casabé. “Podría haber salido todo mal, estábamos siempre al límite, es una película de bajo presupuesto, que se filmó con un equipo chico, que tuvo que correr durante todo el rodaje, combinado con la selva y las situaciones que se presentaban, el barro que impedía entrar a los lugares, trabajar con Lali González que estaba embarazada de cinco meses… fue una experiencia de Herzog. Pero maravillosa”, agrega.

Y, risueña, afirma que “no puedo creer que trajimos una película de esa experiencia. Encima, estuvimos en temporada de lluvias, cosa que celebro: yo no quería trabajar con el sol misionero, y aunque fue terrible para nosotros tener que adaptarnos a un clima que cambiaba permanentemente, la película tiene una luz plateada que hizo todo más bello”.

EN PANTALLA CHICA

La cinta comenzó su recorrido festivalero en 2019, con estreno internacional en Rotterdam y un paso por Mar del Plata y Sitges. Haber visto la cinta proyectada en pantalla grande, cuenta, fue algo que le permitió torcer el brazo y estrenar la película ahora, para la pantalla chica (aunque, avisa, el domingo se verá en el autocine de San Isidro, “un consuelo” y “además es terror, y el terror en el autocine funciona” se ríe), a pesar de que es “una película muy visual: al principio, en la primera parte de la cuarentena, no quería estrenarla, quería esperar y estrenar en cines. Pero hoy ni sabemos cuando va a abrir una sala de cine. Y tampoco una sala de cine con la mitad del público es tan atractiva…”

“Por otro lado”, cierra, “las películas que se estrenan en Cine.Ar las está viendo una cantidad de gente que si se estrenaran en salas es inimaginable, se ha roto la idea de que la gente no ve cine nacional, si hay acceso se ven. Así que siento que me amigué con este estreno que no es como el que había imaginado, y ahora creo que hasta esta forma de llegada es más interesante”.

 

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