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Policiales |Un caso que estremeció al país

La Loma: 9 años después, los dolores y las dudas que sobreviven a la masacre

El papá de Micaela murió en 2019. Y su hermana sigue convencida de que el único condenado “no pudo hacer ese desastre solo”. Lo mismo cree el padre de Marisol Pereyra. El recuerdo de una vecina y amiga de las víctimas

La Loma: 9 años después, los dolores y las dudas que sobreviven a la masacre

Bárbara santos

27 de Noviembre de 2020 | 03:54
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Para calibrar la dimensión del paso del tiempo alcanza con entender que Micaela Galle tendría hoy 20 años, si no fuera porque el 27 de noviembre de 2011 la encontraron asesinada junto a su mamá, Bárbara Santos (29); su abuela Susana De Bárttole (63); y una amiga de esta última, Marisol Pereyra (35), en el departamento en el que vivía, en 28 entre 41 y 42. Por aquel entonces Micaela era una nena de 11 años. Apenas 11.

“Cuando arranca noviembre es un sinfín de sensaciones encontradas; pero primero que todo bronca por no tener una justicia justa, luego de un juicio patriarcal, machista, sin perspectiva de género, que en 2014 absolvió de culpa y cargo a Osvaldo ‘el Karateca’ Martínez y solo condenó a Javier ‘La Hiena’ Quiroga”, sostuvo Lorena Galle, hermana del papá de “Mica”, Daniel, quien murió de un infarto el 2 de enero de 2019.

En un sentido parecido opinó el papá de Marisol, Miguel Pereyra, quien reconoce haber quedado “dolido, igual que la familia Galle, porque desde el principio la Justicia nos dio la espalda”.

“Quiroga está en prisión -reflexionó Miguel- pero nosotros creemos que Martínez estuvo involucrado en esto”. Pereyra llevó su convicción hasta la Suprema Corte bonaerense, que ratificó el fallo de primera instancia y de Casación: reclusión perpetua para “La Hiena” y absolución para el novio de Bárbara, apodado “Karateca” al amparo de la hipótesis inicial. Les queda todavía la Corte Suprema, pero “desgraciadamente va pasando el tiempo, la justicia es lenta y recién ahora, con la Ley Micaela, empieza a tener una mirada de género”, refirió.

Lorena también está convencida de que una sola persona “no pudo haber hecho semejante desastre en menos de 10 minutos” y destacó que el juicio que condenó a Quiroga “no pudo establecer con claridad cuál pudo ser el móvil para que matara con tanta saña a tres mujeres y a una niña. Toda la investigación se hizo mal, el juicio fue calamitoso”.

La masacre ocurrió entre la noche del 26 y la madrugada del 27 de noviembre 2011 en un departamento interno ubicado en las calles 28 entre 41 y 42, donde vivían Susana, Barbie y Micaela.

Según la investigación, esa noche las tres mujeres fueron asesinadas a puñaladas junto a Marisol, quien llegó en un remís para saludar a su amiga Susana y fue recibida por el asesino cuando ya había matado a las tres primeras víctimas. La hizo pasar y, una vez adentro, la apuñaló sin darle tiempo a resistirse.

La mañana del 27 de noviembre, la policía fue alertada por un vecino que observó pisadas con sangre en el pasillo común que conducía al departamento 5, cuya puerta estaba entreabierta. Se asomó. Y lo poco que llegó a ver le heló la sangre.

Silvia vive en el PH de la masacre. “Yo estaba embarazada- recordó ayer-; justo ese día me fui a la Costa, y me vine cuando me enteré. Por suerte mi hija, que era muy amiga de Micaela, se había quedado con el padre, porque si no capaz que ella también terminaba muerta. Jugaban en el pasillo, se quedaban a dormir una en la casa de la otra. El embarazo de ellas lo pasamos juntas con Bárbara y Susana era como mi mamá, yo entraba a la casa de ellas sin tocar la puerta y ellas lo mismo”.

En el pasillo que une a cuatro de las seis unidades del condominio, Silvia admite que quedó “traumada por lo que pasó. Teníamos mucho vínculo, nos llevábamos muy bien”.

La vecina guardó silencio al principio “porque me llegaban cartas a mi casa y al trabajo con amenazas”, apuntó. “Callate la boca o vas a terminar como ellas”, le advertían, razón por la cual le asignaron custodia durante un mes y medio. “Todo eso está en poder de la justicia. No sé qué me pedían que no dijera… pero yo las conocía muy bien”, apuntó Silvia. Consultada por la noche de la masacre, recuerda que “los vecinos no escucharon mucho. Es que una semana antes vino Susana a mi departamento porque había aparecido una laucha. Hicimos un quilombo bárbaro por esa laucha. Y la noche del crimen creían que habían encontrado otra”.

Los policías que ingresaron al lugar hallaron en el living el cadáver de Santos, quien estaba desnuda, ya que había sido sorprendida por su asesino cuando se duchaba. Tenía golpes y 32 puñaladas.

La nena fue encontrada tendida boca abajo sobre una cama de dos plazas, asesinada a golpes y de 23 cuchilladas. En la cocina quedaron los cuerpos de De Bárttole y de Pereyra, también apuñaladas y golpeadas.

“Mica es mi heroína. Ella estaba en la habitación de su abuela, donde solía dormir, y en la que hay una ventana que da a un patiecito que permite observar la cocina. Ella seguro vio que estaban atacando a su abuela y quiso pedir ayuda”, revivió Lorena. Con dolor, contó que Micaela hizo dos llamadas en ese momento: “Primero llamó a mi hija más grande, Lucía, que como estaba cargando su celular en otra pieza no oyó el llamado...Eso es algo en que siempre pienso”.

“Luego quiso marcar el 911, pero se equivocó y marcó 9111”, precisó y agregó que “Mica fue muy valiente en ese momento, por eso siempre digo que es mi heroína”.

Tras ser hallados los 4 cuerpos, en un hecho que conmocionó la tranquilidad de un típico día domingo platense, la policía comenzó a buscar al autor de esos crímenes, que por la época no eran calificados aún como femicidios.

El primer detenido fue Osvaldo “Alito” Martínez, el novio de Bárbara, mediáticamente apodado “el karateca” porque más de 5 años antes había sido cinturón negro. Por entonces ya ni practicaba ese deporte.

La hipótesis “pasional” (como se denominaba entonces) se basó en el aporte de amigas de la joven que testimoniaron que él la celaba, controlaba sus “salidas” y sus “amistades”. Pero el asesino dejó su ADN por toda la escena -en la casa, un cuchillo, en un palo de amasar y hasta debajo de las uñas de dos de las víctimas-, y no era de Martínez. 38 días después fue liberado.

El perfil genético era de Javier “La Hiena” Quiroga (34), un albañil y plomero que había realizado varios trabajos en el departamento y cuyo rastro fue encontrados en 18 muestras recolectadas en el lugar de los hecho. Lo detuvieron en mayo de 2012.

Quiroga declaró y reconoció haber estado en el departamento para hacer un trabajo, pero acusó a Martínez de los femicidios. Según su versión, éste mató a las mujeres, mientras él observaba escondido detrás de un mueble, tras lo cual lo habría obligado a dejar sus huellas en varias partes. ¿Cómo hizo Martínez para limpiar las suyas en ese enchastre? No lo explicó nunca.

Ambos hombres fueron juzgados en el 2014 por el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 3 de La Plata que condenó a prisión perpetua a La Hiena y absolvió a Martínez.

En 2016 la Suprema Corte de Justicia bonaerense confirmó la decisión. “Mi hermano Daniel (padre de Micaela) murió de un infarto hace 2 años pero ya desde lo de Mica no andaba bien, bebía alcohol, estaba muy gordo y depresivo. Iba todos los días al cementerio y a lo último ya no podía hablar del tema porque se ponía mal”, aseguró Lorena.

Explicó que el papá de Micaela, “siempre buscó justicia y se ocupó de las apelaciones, queda la Corte de Justicia de la Nación, él era el querellante pero tengo que averiguar si, tras su muerte, puedo presentarme yo como querellante”.

“Todos estos años me ocupé de que no se olviden estos 4 femicidios, me encargué de marchar y reunirnos todos los 26 de noviembre en el mural que se pintó en homenaje a las 4 en la Plaza Paso de La Plata, para eso conté con el apoyo del colectivo feminista”, detalló.

Lorena deseó que “la vida” le de “fuerzas para continuar con esta lucha contra las violencias, que se revea el juicio, un juicio que no tuvo en cuenta los golpes certeros que tenía por ejemplo Bárbara, a quien le habían quebrado los tobillos para inmovilizarla”.

“Voy a seguir luchando, seré la voz de las que ya no están y, como digo siempre ‘Prohibido olvidar´”, concluyó con emoción.

Miguel Pereyra también participa de este movimiento desde la ONG “Atravesados por el femicidio”, convencido de que los hombres deben sumarse a los reclamos. Marisol tenía dos hijas pequeñas cuando la mataron. Hoy son adolescentes de 15 y 17 años que reconstruyen el recuerdo de su madre con fotos y la memoria de los suyos. Otra medida para calibrar el inexorable paso del tiempo.

“Una sola persona no pudo hacer ese desastre en menos de 10 minutos. Y nunca se estableció el móvil”

Lorena Galle Tía de Micaela - Víctima

“Esta fecha es dolorosa por los recuerdos, pero todo se apacigua si recuerdo a mi hija con una sonrisa”

Miguel Pereyra Padre de Marisol - Víctima

 

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