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La incidencia de los pagos anuales medidos en términos de PBI saltó desde 2 hasta más de 4 por ciento en apenas cuatro años. Los especialistas ven que un nivel “sostenible” debería estar por debajo del 3 por ciento
Esteban Pérez Fernández
eperezfernandez@eldia.com
Los pagos de intereses de la deuda contraída por el Gobierno nacional alcanzaron el nivel más elevado de este siglo durante el año pasado y el actual. Su nivel superó, incluso, a los valores registrados durante el fatídico 2001, cuando la economía entró en cesación de pagos total o default, se abandonó el sistema monetario de la convertibilidad, fijada por ley en la que un peso valía un dólar, y se produjo la fatal incautación de los depósitos privados, un sistema financiero colapsado y elevados índices de pobreza y quebranto en el tejido productivo.
Actualmente, el panorama luce sumamente diferente.
Esta semana el Indec informó que la cuenta corriente de la balanza de pagos arrojó un déficit de 444 millones de dólares, como resultado del ingreso neto de divisas por la vía comercial y la salida de dólares a partir del pago de intereses de deuda pública y privada y el giro de utilidades y dividendos.
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Pero ahora, negociación de la deuda mediante, el gobierno dejó en “stand by” el pago de intereses de bonos, que técnicamente entraron en default, y que al cierre de la reestructuración planteada con los bonistas con fecha límite del 4 de agosto acumularán impagos de abril, junio y julio por un total de 1.756 millones de dólares.
Pese a alcanzarse ese nivel récord de pagos de intereses para el bieno 19/20 y renegociación mediante, el Gobierno de Alberto Fernández avanza para evitar un default de más de U$S65.000 millones de la deuda pública con el respaldo explícito del FMI a la nueva propuesta que presentó el ministro de Economía, Martín Guzmán, días atrás.
“En tan solo 4 años, la incidencia de los intereses medidos en términos de PBI saltó desde 2 por ciento a más de 4 por ciento. Un dato llamativo. Durante todos esos años se buscó reducir el gasto público, omitiendo considerarse el sobrecosto de este proceso de endeudamiento. Menos aún se tuvo en cuenta que sus potenciales aplicaciones pudieron ser, por ejemplo, la financiación de la totalidad del gasto en personal de la Administración Pública Nacional (APN) o las erogaciones en educación, cultura y la salud de 2019. Recurrentemente se advirtió acerca del progresivo ascenso del ritmo de expansión del endeudamiento de la APN en 2016/2017, en paralelo con el retorno a los mercados voluntarios de deuda, su estancamiento en 2018/2019 y la vuelta desesperada al Fondo Monetario Internacional (FMI). Así se llega a la actualidad, reeditando el apalancamiento con las agencias del sector público como actor casi excluyente en el proceso de financiamiento público”, explicaron a este diario los economistas Gustavo Perilli y Andrés Méndez, de la consultora AMF Economía.
La incidencia de los intereses medidos en términos de PBI saltó desde 2% hasta más de 4%
En particular, el esfuerzo fiscal puede medirse en recursos tributarios, pero también por la magnitud de bienes y servicios que “consume” ese desfasaje. Este es un resultado abrumador del endeudamiento. En el primer caso, los intereses pagados en 2019 resultaron equivalentes a18,2 por ciento de los recursos tributarios totales, una suma que se potenció debido al considerable flujo de recursos absorbidos por el aislamiento social preventivo obligatorio (ASPO) sobre el nivel de actividad y la recaudación impositiva. Concretamente, el sobrecosto del endeudamiento orilló los $500.000 millones en 2019. En términos de lo que pudo haber financiado esa suma en 2019 aparecen poco más de todos los gastos en personal de la APN (110 por ciento) o más del doble del presupuesto en educación y cultura (206 por ciento), casi tres veces las partidas de salud o un tercio de las jubilaciones, retiros y pensiones.
El peso de la deuda de la Administración Pública Nacional (APN) siempre ocupa la atención de los gobernantes y el mercado, pero no tanto la de los votantes. Sin embargo, más indiferencia aún sufren los intereses generados por estos compromisos. Este no es un dato menor porque cuando se trata de deuda emitida en moneda extranjera en contextos negativos -descriptos incluso por la Directora Gerente del FMI, la búlgara Kristalina Georgieva- empiezan a moverse los engranajes de la crisis de balance de pagos y a avanzarse hacia el default y el peligroso dominó de las quiebras.
“Es un hecho cierto que, desde principios de este siglo, nunca se pagaron tantos intereses como en 2019/2020. Se puede ver en la evolución del pago de intereses de la deuda cómo escala abruptamente desde 2015, sino que también muestra la cima de 4,3 por ciento en términos del PBI alcanzada en 2019, que baja apenas al 4,1 por ciento este año”, sostienen los economistas.
Aunque hoy la situación sea diametralmente diferente en otros aspectos, el antecedente inmediato es el de 2001 cuando “sólo” se pagó un total de 3,8 por ciento del PBI en concepto de intereses de la deuda externa.
¿Cuál sería un valor soportablepara las finanzas públicas? Superados los efectos del default de 2001 y el proceso de canje de 2005, entre 2006 y 2015 ese esfuerzo fiscal promedio se ubicó en 1,7 por ciento del PBI. Ese sería un número aceptable y soportable para administrar la estabilidad del crecimiento económico, al tiempo que significaría ubicarse 2,6 puntos porcentuales por debajo del nivel insostenible de 2019, sostiene el informe de la consultora.
Recurrentemente se apunta a la eficiencia del gasto público; no obstante, siempre suele colocarse en segundo plano, o ignorarse, el aporte de los intereses generados por el stock de deuda. Sin que se verifique un cambio singular en los mercados financieros internacionales, entre 2015 y 2019 la carga de intereses se duplicó en términos del PBI pero, paradójicamente, la deuda de la APN, sólo se incrementó 34,2 por ciento interanual, mientras que en el período comprendido entre 2008 y 2011 y entre 2012 y 2015 se mantuvo relativamente estable el pago de intereses, pese al aumento del ritmo de endeudamiento), pero, según sostiene el estudio, “entre 2016 y 2019 todo se desbocó”.
Así, puede concluirse que, si bien se verificó una tendencia mayor al apalancamiento, durante 2015/2016 no hubo tanta incidencia en cuanto a su costo si se compara con la inercia registrada desde 2017, cuando su dinámica trastocó la estabilidad del gasto público, según datos del Indec y del Ministerio de Economía de la Nación.
A partir de 2016, el retorno a los mercados voluntarios de deuda instaló una dinámica diferente a la observada antes. Desde el default de 2001 la Argentina debió de alguna manera “vivir con lo nuestro”. Esto resultó válido tanto para el set de precios relativos emergente del período de post convertibilidad, como para las necesidades financieras del sector público. La deuda intra sector público financió a la APN en dosis que, como se ha señalado, resultaron siempre crecientes. +
“Todo cambió en 2016, porque retornó el financiamiento privado mediante ‘la magia’ introducida por la apertura de la cuenta capital en una magnitud elevada pero efímera, afortunadamente. En los primeros meses de 2018, el financiamiento ‘de mercado’ volvió a cerrarse y retornó el del Fondo Monetario Internacional (FMI)”, dijeron Perilli y Méndez. “Pero queda claro que la presencia del FMI, de significativo aporte en 2018 y 2019), resultó consecuente con un ‘cambio de manos’ de las tenencias de deuda dado que el crecimiento del endeudamiento del bienio 2018-19 fue, lisa y llanamente, ‘miserable’”.
En otras palabras, el Gobierno nacional volvió a la “dieta estricta” y a “vivir con lo nuestro”, reeditando la impronta vigente hasta 2015. Ello confirma que los ciclos de endeudamiento resultan costosos porque la estrategia requiere garantizar que el país podrá seguir obteniendo préstamos para cubrir sus compromisos en divisas extranjeras.
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