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Toda la semana |MARTÍN “MACOCO” DE ALZAGA UNZUÉ

Un personaje de película: el último Play Boy

Fue una vida que pareciera haber salido de la ficción. Millonario, excéntrico, boxeador y automovilista, recorrió el mundo dejando una impronta difícil de olvidar

Un personaje de película: el último Play Boy
9 de Agosto de 2020 | 06:49
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¿Que podría decirse de un tipo que en el mismísimo Maxims de París tomaba pedazos de manteca con el filo de un cuchillo y jugaba a acertarle entre los pechos de mujeres pintadas en el techo? ¿O de quien un día, en vez de ingresar al Gath y Chaves porteño por la puerta lo hizo por la vidriera y manejando un auto de lujo, o que otra vez se le ocurriera revolear enanos desnudos por el aire en plena calle Florida solo por diversión? ¿O que tuvo por amantes a mujeres como Rita Hayworth o Carmen Miranda entre tantísimas otras? ¿Existió? ¿Todo eso fue cierto?

Pues sí existió y todo es cierto. Se llamó Martin Félix de Alzaga Unzué, aunque todos lo conocieron como “Macoco”, quien nació en Mar del Plata en 1901 y falleció en Buenos Aires en 1982, y de quien sus biógrafos aseguran que fue el último Play Boy argentino. O el único. Y que si Isidoro Cañones hubiera existido en carne y hueso, se hubiera enfermado de envidia. Porque la vida de Macoco no fue una vida de película, sino de varias.

En 1931, junto a John Perona, abrió “El Morocco”, en Manhattan, un cabaret de lujo

 

Las anécdotas que se cuentan de él resultan increíbles, como cuando, de chico, pupilo en un colegio inglés, castigado allí un domingo, se le ocurrió que el mejor modo de salir era prenderle fuego. Y lo hizo.

Martín de Álzaga Unzué nació en Mar del Plata en 1901, en cuna de oro, y su padre lo apodó Macoco para el resto de sus días. Su familia deviene de Martín de Álzaga, quien fuera su tatarabuelo, un vasco que llegó a la Argentina a los 11 años, allá por 1876, que luchó al servicio de la reconquista de Buenos Aires en las invasiones inglesas y que amasó una fortuna dedicándose al comercio. Fue así que, con la fortuna heredada, Macoco se dedicó a la buena vida, a ser un bon vivant, tal vez el último de fuste que dieran estas tierras argentinas para conquistar el mundo.

Heredó 5.000 hectáreas de sus padres, Félix Gabino de Álzaga Piñeyro -hijo de Félix Gabino de Álzaga Pérez y de Celina Piñeyro García- y Ángela Unzué Gutiérrez Capdevila, hija de Saturnino Enrique Unzué Rey y de Concepción Vicenta Gutiérrez Capdevila.

Con semejante familia de abolengo detrás, Macoco fue boxeador y también piloto de autos de carrera. En 1921 ganó la primera carrera Internacional Montevideo - Punta del Este; entre 1923 y 1924 integró el equipo oficial Bugatti en las 500 Millas de Indianápolis; y hasta obtuvo un triunfo en el Gran Premio de Marsella. Trajo al país los autos más lujosos y las novedades de los coches de carreras; introdujo los esquíes acuáticos y las primeras lanchas deportivas; viajaba a París sólo para cenar con Sarah Bernhardt, fue amigo de Luis Ángel Firpo y se codeaba con Gardel.

En 1924 pidió la mano de la encantadora señorita Gwendoline Robinson, hija de los marqueses de las Claras, y se casó con ella en 1925. El matrimonio duró ocho años y en ese período nació Sally, su única hija, quien murió a los 84 años, en 2011. En 1941 contrajo matrimonio por segunda y última vez con Kathleen Gretchen “Kay” Williams, una de las modelos y actrices más hermosas de los Estados Unidos, quien posaba para los anuncios de los cigarrillos Chesterfield y la revista Vogué. Tres años después se divorciaron y ella se casó con Clark Gable, a quien Macoco llamaba “el orejudo”.

Pero las aventuras de Macoco no se circunscribían solamente a sus amoríos.

En 1931, junto a John Perona, abrió “El Morocco”, en 154 East 54th Street de Manhattan, un cabaret de lujo decorado por la pintora polaca de art decó Tamara Lempicka, y con sillones tapizados en piel de cebra exclusivamente lograda en un safari particularmente comandado por el propio Macoco.

El lugar supo albergar a los más relevantes personajes de aquellos años, donde podía verse a Humphrey Bogart compartiendo un Martini con Gary Cooper, mientras Truman Capote reía junto a Marlene Dietrich y Marilyn abrazaba a Joe Di Maggio. Se cuenta también que bajo el cielo de las estrellas pintadas en el techo, Macoco le enseñaba a bailar el tango a Charles Chaplin bajo la mirada atenta de Salvador Dalí. Y se dice igualmente que entre las palmeras que rodeaban a las mesas, Macoco conoció a Kay Williams, la que sería su segunda mujer.

LOS AÑOS LOCOS

Los Álzaga constituyeron una antigua familia instalada en el Virreinato del Río de la Plata a mediados del siglo XVIII, cuyos fundadores fueron Mateo Ramón de Álzaga, administrador de correos, su sobrino José de Urquiza y Álzaga (padre de Justo José de Urquiza) y el ya citado Martín de Álzaga, alcalde de primer voto, regidor del Cabildo y héroe de la Defensa de Buenos Aires durante la Segunda Invasión Inglesa.

Entre sus “hazañas” figura haberse traído el Lido completo de París a actuar a Buenos Aires

 

De esa familia patricia provenía Macoco. Pero ya desde chico mostraba sus particularidades. Fue educado en los mejores colegios de la época, tanto de Argentina como de Europa, aunque fue expulsado de la mayoría de ellos. Y la fortuna heredada por su familia le permitió llevar una vida de gastos sin control que lo haría famoso mundialmente.

Tuvo que pasar por cuatro colegios de Buenos Aires para que su familia se diera cuenta de que estudiar no era lo que más le interesaba en la vida. Sin embargo, insistieron, y lo enviaron a Europa a los 12 años con dos tías, Concepción (Cochonga) Unzué de Casares y María (Manita) Unzué de Alvear. Lo internaron en L’Ile de France, un castillo en plena Selva Negra, pero no hubo nada que hacer: pellizcaba las piernas de sus profesoras y enseñaba a sus compañeros a jugar al fútbol. Hasta que logró hacerse echar. Lo mismo hizo en el siguiente colegio, esta vez en Londres.

Con el correr de los años, y vanguardista como pocos, Macoco tuvo en Buenos Aires la primera boutique, donde introdujo los primeros trajes de baño sin piernas y el primer pantalón de mujer. En un reportaje, declaró haber heredado 5 mil hectáreas de sus padres. Y las supo gastar en todo lo que le gustaba. “Las monedas, como decía Napoleón, son redondas para que rueden”, argumentaba.

Entre sus amigos estaban Chevallier, Chaplin y la Mistinguette -a los tres les enseñó a bailar tango-, los Windsor o Ginger Rogers- a quien trajo a Buenos Aires por pedido de Perón. Tampoco, claro, le faltaron los romances, como los citados con la voluptuosa Carmen Miranda, o con la mismísima Rita Hayworth, tal vez la mujer mas hermosa de su tiempo.

Se lo recuerda con su casi 1,80 de estatura, enfundado en pantalones de hilo y camisa azul con pintas blancas, pelo ralo engominado y ojos celestes continuamente ayudados por anteojos.

Pero su fama y su vida de Play Boy lo llevaron a la ruina. Dos tías millonarias, horrorizadas por las andanzas de Macoco en Nueva York, lo desheredaron sin darle siquiera la oportunidad de defenderse y aclarar las cosas.

“Me perdí dos fortunas en tres segundos, los que tardó el escribano en firmar el nuevo testamento. Lo peor es que mis tías me desheredaron porque leyeron en los diarios norteamericanos que yo me había casado siete veces, cuando en realidad fueron solamente dos. Lo que pasa es que en Estados Unidos un tipo no puede salir una semana seguida con una mujer sin que todos crean que se ha casado o que se casará con ella”, declaró alguna vez.

Entre sus “hazañas” figura haberse traído el Lido completo de París a actuar a Buenos Aires. Y testigos presenciales han contado que “un día Macoco fue a Gath y Chaves a cambiar un par de guantes, pero en lugar de entrar caminando y por la puerta, entró en automóvil y por la vidriera. Después, en medio del escándalo, pagó los daños y se fue sin perder el señorío. Lo hizo porque sí, por pura diversión”.

“Mi primera novia fue `Bebita´ Anchorena -recordaba Macoco- pero las oportunidades no eran tantas. Se daban a veces en nuestra estadía en la estancia de mi padre, `Santa Clara´, en 25 de Mayo; en Rojas o en el campo de mi tía Concepción Unzué Casares. Me gustaba mucho el campo, pero después no lo soporté más, me ponía melancólico”.

También contaba que “después de las mujeres descubrí los autos”. Fue así que un día se compró un Mercedes coupé Gordon Bennet, y se inició en las picadas porteñas. En 1921 ganaba la 1ª carrera Internacional Montevideo-Punta del Este, y después de correr varias competencias internacionales consiguió su primer triunfo europeo en el Gran Premio de Marsella. Fue justamente en esa carrera donde tuvo un accidente que lo decidió a abandonar el automovilismo.

Fue la suya, en definitiva, una vida mítica, la de alguien que siempre supo hacer lo que quería. Que trajo los midgets a la Argentina y organizó con ellos carreras en plena década del ´20, que corrió las 500 millas de Indianápolis y se puso un cabaret en Nueva York al que visitaban los personajes más famosos de norteaméreica. Y que después de todo eso, tras tirar literalmente manteca al techo -fue por él que se utiliza el dicho- murió solo y pobre el 15 de Noviembre de 1982, apenas rodeado por tres gatos siameses.

 

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“Macoco” y Santiago Sánchez Ortega en. La foto forma parte de la serie de entrevistas de “Viven aqui - Historias y Descubrimientos en Argentina

Martin Félix de Alzaga Unzué fue considerado el último play boy argentino

Macoco Alzaga Unzué, con raya al medio, al volante. A su lado el famoso Raúl Riganti como acompañante

El piloto participó en numerosas competencias automovilísticas como la carrera de la milla, la carrera internacional Montevideo/Punta del Este, el Gran Premio del Automóvil Club Argentino, el Gran Premio de San Sebastián y las 500 Millas de Indianápolis, entre otras (www.retrovisiones.com)

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