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Toda la semana |AMOR Y ODIO POR “EL BREVE”

Una huida inesperada: la debacle del rey de España

Tras años de escándalos propios y familiares, negocios poco claros y el peso de los años, Juan Carlos de Borbón anunció que dejaba su país. Un gesto para que con él no caiga la monarquía

Una huida inesperada: la debacle del rey de España

Una de las últimas imágenes públicas del rey Juan Carlos

VIRGINIA BLONDEAU
Por VIRGINIA BLONDEAU

9 de Agosto de 2020 | 06:48
Edición impresa

Cuesta creer que ese hombre de hombros cansados y mirada triste que se vio forzado a abandonar su país hace una semana, sea el mismo estadista que con cintura política envidiable puso en los `80 a España en el mapa de Europa. Un hombre, un jefe de estado que fue aplaudido durante décadas por sus pares y que en su condición de rey, supuestamente imparcial, pudo congraciarse con Fidel Castro, con Bush y con el Papa, sea éste quien fuera.

El hombre que se ha ido ha dejado a los españoles, monárquicos o no, un poco huérfanos. Y también desilusionados.

Juan Carlos de Borbón tuvo la osadía de torcer su propio destino. Había sido designado por un dictador, Francisco Franco, como su heredero y todos esperaban que a la muerte del caudillo continuara con las mismas premisas de él: proscripción de partidos políticos, persecución a líderes de la izquierda, estado atado a la iglesia y mordaza a la prensa. Juan Carlos “El Breve”, le decían cuando en 1975 heredó el reino. Porque poco iba a durar la monarquía en una España que reclamaba libertades. Pero Juan Carlos sorprendió: llamó a elecciones libres y propició un referéndum para la aprobación de una nueva constitución que proclamaba una monarquía parlamentaria moderna y logró así darle (y darse) representatividad genuina. Tampoco se lo pusieron fácil: el 23 de febrero de 1981 un grupo de militares intentó dar un golpe de estado creyendo que contaban con el apoyo del monarca. Juan Carlos les puso freno y se convirtió en héroe. Y los españoles se lo agradecieron con años de aplausos y risas. Y mirando sin ver relaciones comerciales un poco oscuras con jeques árabes y de otra índole, pero igual de oscuras con damas que no eran su esposa, la reina Sofía. El pacto de silencio era también con la prensa, que siempre mostró la mejor cara del rey y su familia. Puede que la vida de Juan Carlos no hay sido ejemplar pero pocos dudaron de su cariño a España. Todo por y para España.

¿Cuándo empezó a desmoronarse, entonces? Sin duda, cuando su hija Cristina y su yerno, Iñaki Urdangarin, fueron acusados de malversación de caudales públicos, fraude a la administración pública, tráfico de influencias y algunas otras cositas. Aunque en un discurso navideño dijo que la justicia debía ser igual para todos nadie le creyó, a sabiendas de que había hecho todo lo posible para que la pareja “zafara” del escarnio.

Pero la caída real de su prestigio empezó con una caída literal: la de Botsuana en 2012. España estaba viviendo una de sus peores crisis económicas (además de la caída de la bolsa, Argentina estaba por nacionalizar Repsol) y en marzo, el rey había afirmado que la gran cantidad de jóvenes sin trabajo no lo dejaba dormir. Y se ve que era verdad porque la noche del 11 de abril no estaba durmiendo sino en el piso después de un tropezón. Nada censurable, sino fuera porque todo esto sucedió en un lejano país africano donde estaba participando de una cacería de elefantes. Un viaje irresponsable que no había sido informado al presidente del gobierno ni a sus hijos ni, mucho menos, a su mujer. Volvió con el orgullo y la cadera rotos, hubo que operarlo y, lo peor, blanquear toda la situación frente a la opinión pública. Bueno… no toda. Nunca se dijo con quién estaba en esa cacería.

Ya contamos el domingo pasado que el rey había conocido a Corinna Larsen en 2004 y que se había enamorado como un adolescente. Ella tardó poco en ser parte del círculo íntimo del monarca e, incluso, se trasladó a vivir a España a escasos 20 km de la residencia oficial del rey. Ese viaje a Botsuana hubiera sido uno de tantos que hicieron juntos, sino hubiera sido por la caída.

Juan Carlos llamó a elecciones libres y propició el referéndum de una nueva constitución

 

Corinna hacía de la discreción un culto pero cuando la prensa se quitó la mordaza y empezó a relacionarla con Juan Carlos, primero como la socia, después con el eufemismo de “amiga entrañable”, comenzó a dar reportajes. Recordemos que no era ella una amante sumisa sino una profesional de los negocios internacionales que se benefició con las buenas relaciones que su el rey tenía con líderes mundiales y que llegó, incluso, a ser recibida con honores en su carácter de acompañante de Juan Carlos. Y hasta a dar órdenes a funcionarios españoles con un poder conferido entre sábanas.

Es difícil saber quien ayudó y perjudicó más a quien pero es obvio que el final de los negocios marcaron el final del amor y que la ruptura no fue amable. Al rey se lo vio cada vez más viejo, golpeado por sus múltiples caídas y con el dolor de los huesos reflejado en su cara hasta que, en junio de 2014, abdicó a la corona que, con orgullo, había llevado durante 39 años.

Sin la presencia de Corinna, todos intuimos un acercamiento con la reina Sofía con quien se lo había visto poco y nada en los últimos años. Y cuando todos pensábamos que tendría una jubilación apacible, navegando, recorriendo fondas vip por pueblos de España y cazando en África, al viejo rey le volvieron a aparecer sus fantasmas.

Parecer ser que un fiscal suizo comenzó a investigar las cuentas de unas fundaciones y empresas que habían tenido movimientos de dinero extraños. Así llegó a Corinna y a Juan Carlos. Por otro lado, un comisario español acusado de delitos, amenazó con que si no lo exculpaban, daba a conocer unos audios en que Corinna hablaba con él de temas relacionados con el rey. Todo este entramado, parece, obligó a Juan Carlos a reunirse nuevamente con su ex amante para, supuestamente, reclamar dineros y cerrar una etapa con las cuentas claras. No pudo ser… a la rubia no le conformó el arreglo con el viejo rey y no encontró nada mejor que intentar recurrir al rey nuevo. Felipe VI no solo no le dio cabida, sino que cayó en la cuenta de que el padre podría llegar a tener algunos dineros de incierta procedencia que no habían tributado impuestos.

A partir de allí, todas fueron malas… empezó por pedirle al padre que se retirara de la vida pública y dejara de representar a la corona. Pero eso no alcanzó y en marzo de 2020 Felipe tuvo que dar otro paso: le quitó a su padre la asignación monetaria y renunció a la parte de la herencia que “le pudiera corresponder, así como a cualquier activo, inversión o estructura financiera cuyo origen, características o finalidad puedan no estar en consonancia con la legalidad o con los criterios de rectitud e integridad que rigen su actividad institucional y privada y que deben informar la actividad de la Corona”.

Todos manotazos de ahogado de Felipe para que los pecados de su padre no afecten a la institución monárquica.

¿Tiene sentido pensar que Juan Carlos, el capitán que llevó a España al exitoso camino de la monarquía parlamentaria sea el que la hunda? No mucho. Por empezar, Juan Carlos no está acusado de nada. Ni en Suiza, donde Corinna tendrá que declarar en septiembre, ni en España donde, como todos los jefes de estado, gozó de inviolabilidad mientras estuvo en el poder. Y, en todo caso, las sospechas se basan en algún bien no declarado pero no mucho más. Por ahora son todas especulaciones.

Al rey se lo vio cada vez más viejo, golpeado por sus caídas y en 2014 abdicó a la corona

 

Por otro lado ¿tiene lógica cambiar el sistema de gobierno porque uno de sus funcionarios cometió un delito económico? ¿Acaso se planteó Brasil pasar a ser una monarquía cuando se acusó a Lula por corrupción? ¿O Francia cuando se supo que François Mitterrand tenía una familia paralela con hija incluida?

Tampoco parece ser que toda España quiera un cambio tan radical. La monarquía cuenta con el apoyo del gobierno socialista. El propio presidente Pedro Sánchez dijo que se juzgan hombres, no instituciones y apoyó las negociaciones que Felipe VI tuvo con su padre para que dejara el país. La vicepresidenta Carmen Calvo dijo que Juan Carlos no había huido sino que se había retirado en forma voluntaria por el bien de la corona y que estaba a disposición si la justicia lo requería. Los partidos de derecha también son monárquicos e, incluso, la ultraderecha que tan mal lo trató siempre a Juan Carlos hoy lo defiende. El aguijón republicano lo ostentan los partidos de ultra izquierda que también forman parte del gobierno y los separatistas catalanes. El tiempo dirá si tienen suficiente poder como para imponer sus ideas y si el pueblo español los acompaña.

El otro poder, el de las redes, nunca estuvo más dividido. Están los desolados por la huida de “su” rey y le echan la culpa al gobierno, a Felipe y, sobre todo, a Letizia por haber operado en contra de su suegro; están los que brindan con champagne porque ven cerca la tan querida república; otros que justifican su salida por el bien de la monarquía y están con Felipe. Hay tantas opiniones como españoles porque si de España nos mandaron a Juan de Garay y a Pedro de Mendoza, nosotros le devolvimos favores enviándoles la grieta.

Dónde está ahora el rey es un secreto que no pudimos conocer con certeza antes del cierre de esta edición. El domingo pasado lo pasó en Galicia con amigos y el lunes se fue a Portugal. El martes, el “meme” que circulaba tenía una foto del rey y el siguiente diálogo de epígrafe:

-¡Viva la república!

-¿Pero qué dice, Majestad?

-La República Dominicana

Una clara alusión a este posible destino en el que el rey tiene muy buenos amigos. Casa de Campo, en La Romana, una urbanización de lujo en el que podría tener vecinos ilustres como Julio Iglesias y Marc Anthony. ¿Se lo podrá costear? Porque otro de los secretos es el estado financiero del ex monarca. Algunos le adjudican millones de euros y otros dicen que sin asignación estatal y con Corinna debiéndole está “con una mano atrás y otra adelante”. Ni tanto ni tan poco, seguramente.

No sabemos dónde está pero parece que dijo que en un mes regresaba. Si la estadía afuera es realmente tan corta uno se pregunta porque anunció con bombos y platillos que se iba. Seguramente es un gesto para con su hijo con quien se reunió a negociar cómo y de qué manera debía ser su futuro. Las posibilidades eran muchas: irse de España, renunciar a la inmunidad que tuvo hasta 2014 y, lo más temido por Juan Carlos, que le quitasen el título de rey. Por ahora, parece bastar con el exilio anunciado en una carta formal que la casa real dio a conocer el lunes. Si realmente fija domicilio en el extranjero hasta que le llegue la hora, resultará que el hombre más importante de la historia moderna de España no habrá nacido ni muerto en ella ya que, en 1938 sus padres estaban exilados en Roma al igual que su abuelo, el rey Alfonso XIII. Y como lo habían estado antes su bisabuelo, Alfonso XII y su bisabuela, Isabel II. Y Fernando VII y Carlos IV… Y es que todos los reyes borbones nacieron, murieron o, por lo menos, estuvieron alguna vez fuera de España. El exilio y los borbones parecen tener un destino indisoluble.

Se preguntarán ustedes que hará la reina Sofía. Posiblemente nada, como hasta ahora. Conservará su peinado y su media sonrisa imperturbables y el título de reina que, como ha establecido su hijo al asumir como rey, no podrán quitárselo aún cuando se lo quiten a su marido.

El futuro es bastante incierto. Juan Carlos no fue acusado legalmente de nada y, a la vez, está siendo acusado de todo. Sólo el tiempo dirá si este alejamiento del poder, si este sacrificio valió la pena y ayuda a Felipe a salvar a la monarquía. Y luego los españoles serán quienes tendrán que decidir si la monarquía merece ser salvada y si es un aporte o una carga para el bien común.

 

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