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Bigo, el perro detector de explosivos con una historia conmovedora: “Es mi compañero y mi familia”

18 de Noviembre de 2021 | 11:00

Bigo llegó a la Policía Federal para integrarse a la Superintendencia Federal de Bomberos, División Búsqueda y Detección hace dos años. Desde ese entonces, con sus ganas de jugar y su forma enérgica de andar por la vida, se ganó el corazón de todos sus integrantes.

Bigo trabaja en conjunto con Raúl Seisdedos, su guía y suboficial escribiente. Compañeros en todo sentido, lograron entenderse rápidamente desde su primer encuentro, en un momento muy especial para ambos.

Dentro de la Policía Federal y en la Superintendencia se trabajan con los denominados “binomios”, parejas de guía y perro que, en general, se integran a la familia para reforzar la relación entre ellos. “Hicimos vínculo enseguida porque él tiene un defecto, que es el juego con la pelota”, cuenta el guía.

Raúl recuerda el primer flechazo con Bigo con mucha emoción. Al can lo encontraron gracias a una familia que lo quería donar a la Fuerza y viajaron desde Capital Federal a Tigre para conocerlo. “Él vino hacia mí, me dejó la pelota y empezamos a jugar. Cumplió un año conmigo y yo festejé mi cumpleaños solo con él en pandemia”, relata.

El binomio que formaron logró hacer que esas horas que pasan juntos sean tanto de entrenamiento como de familia, desde hace dos años. El can se entrena todas las semanas pero un día lo tiene libre y ambos disfrutan de su propia rutina: “Cuando me despierto, rasca la puerta para entrar. Si al tercer rasguido no abro, empieza a ladrar. Ese día pasea, descansa, corre pajaritos y hace un circuito de 60 mts en casa para gastar energía”, comenta el guía de Bigo, quien además está acompañado por un rottweiler con el que se lleva muy bien.

“Es parte de la familia, es un compañero, le dedico mi tiempo a él. En invierno a veces duerme en la cama o tiene un lugar al lado de la estufa que es suyo”, afirma Raúl Seisdedos. Su entrenamiento fue fácil ya que es muy “sociable e inteligente”, en especial con los niños. Responde a las órdenes de su guía, come alimento balanceado y su debilidad es el ruido que hacen los paquetes de pan dulce, mantecol y galletitas de agua.

La raza de este perro se llama Jack Russell Terrier y es especial para su tarea, la detección de materiales explosivos. Según contó a diario El Día su guía Raúl, la misma fue resultado de varias cruzas del hombre que los descubrió, Jack Russell. Su meta era crear una raza para cazar zorros que no se cansara tan rápidamente como otras especies. “Por eso parece un rompecabezas con el cuerpo de un animal, la cabeza de otro y las manchas”, detalla. Todo esto, sumado a su hiperactividad y su pequeño tamaño -es el más chico de la PFA con 30 cm de alto y 55 de largo-, lo hace ideal para la búsqueda de explosivos.

Entrenamiento con juegos

El Sargento Rodrigo Giménez fue el encargado de dar detalles sobre los entrenamientos a los que se los somete a los perros que trabajan para las Fuerzas Armadas. “Se los entrena desde cachorros para educarlos, capacitarlos y vincularlos con el guía. El proceso depende de la especialidad a la que sea dirigido pero se trata de que cuando llegue a la etapa madura, esté listo para poder operar”, revela. 

A medida que el proceso de entrenamiento avanza, es cuando los entrenadores se dan cuenta de si podrá cumplir con su labor o no: “Son perros entrenados a través del juego. Los requisitos que deben tener son ser perros que tengan entrenabilidad, seguros, jóvenes, activos y con muchas ganas de jugar”. Los perros que no puedan alcanzar estas metas siempre quedan dentro del cuerpo de Bomberos pero ya como mascotas en las familias de cada uno. 

Hay diferentes especialidades a las que se pueden dirigir los canes educados, por lo que el entrenamiento también se apunta a ello. Actualmente hay perros de protección tanto en la Policía Federal como en las cárceles. En el departamento de Bomberos se encuentran perros para la búsqueda de personas vivas, de restos humanos y de explosivos, entre otros. 

En el caso de Bigo, empieza a aprender con un olor reforzado. Se les muestran olores y se les dan premios cuando los encuentran. Tras la etapa educativa, cada cierta cantidad de semanas se les hace un “mantenimiento” para saber cómo están los estímulos del mismo.

Las jornadas de entrenamientos suelen ser solo de un par de horas y se prioriza que el animal descanse entre el doble y el triple de lo trabajado. En términos generales, Rodrigo estima que un perro puede llegar a trabajar 8 años y después se los retira: “Empiezan su vida de mascota, engordan, duermen en la cama y hacen todo lo que no tienen que hacer en sus años activos”. “Son compañeros y parte de la familia. Perderlos es tristísimo por eso, cuando los tenemos, tratamos de darles todo”, asegura Rodrigo Giménez. 

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