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Séptimo Día |EL VARÓN CREATIVO EN RETIRADA

La caravana cada vez más larga de escritoras mujeres

Una literatura femenina más dominante. Enormes diferencias con la cultura literaria de hace pocas décadas. El insólito caso del siglo XIX en nuestro país. Sarmiento, el promotor del cambio en la Argentina

La caravana cada vez más larga de escritoras mujeres

Luisa Valenzuela / web

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

2 de Mayo de 2021 | 07:18
Edición impresa

“Ilusionados, cabizbajos, atormentados por el sol/ sin descubrir la línea de frontera/ que separa la tierra de los vivos del reino de la muerte/ avanzábamos en hilera por los médanos blancos”, dice el comienzo de un poema de María Minellono, del libro “Vigilia” editado recientemente por Vinciguerra.

La platense Marita Minellono es una más de las mujeres que clavaron bandera en la literatura y la conquistaron. Ella desde la creación y la cátedra universitaria, otras como poetas, novelistas o ensayistas, enseñando o aprendiendo en los talleres que se vinieron abriendo aquí y allá, o como lectoras casi obsesivas o asistentes a presentaciones y otros actos literarios. La literatura, las letras, son palabras justicieramente femeninas.

Esto último, lo de los actos literarios, no deja de sorprender. Si alguien revisa un archivo fotográfico podría pedir, por ejemplo, fotos de las conferencias que dieron hace varias décadas en La Plata escritores de renombre como Ortega y Gasset, Juan Ramón Jiménez o Ramón Gómez de la Serna, que llenaron distintos salones.

Pues bien, esas fotos muestran que el público estaba compuesto por una mayoría casi absoluta de varones. Trajes de colores severos, corbatas. Muy de vez en cuando, en alguna aislada butaca, una mujer. Las mujeres en los actos literarios empezaron a aparecer por la década del 60 –no tan lejos en el tiempo- y acaso la primera vez que fueron muchas (estudiantes de letras la mayoría) fue cuando vino Victoria Ocampo, vestida con un insurgente traje blanco de pantalones, con sus enormes anteojos ahumados y habló en el club Sarmiento.

Aquella mujer aislada en La Plata que se interesaba en literatura se ha multiplicado hoy en miles de lectoras y en legión de poetas y prosistas como –por dar sólo un listado ejemplificativo- Norma Etcheverry, Sandra Cornejo, Silvia Montenegro, Raquel Sinelli, Valeria Villa, Azucena Salpeter, Cecilia Collazo, María Alicia Uriondo, Paula Collazo, Patricia Coto, Eugenia Stracalli, Fernanda Castell, Anahí Mallol, Paula Tomasoni, Juli Celle, Eugenia López, Ana María Bozzini, Ethel Alcaraz, Olga Romero, Alejandra Taylor, Paula Bottaioli y Mariana Finochieto, entre otras con numerosas ediciones de sus obras.

Marita Minellono / web

EL DESIERTO

Las mujeres vinieron de un desierto de siglos, en donde salvo muy contadas excepciones, el pensamiento literario era manejado sólo por los varones. No había oasis para ellas. El caso del siglo XIX de la Argentina es casi dramático: sobran los dedos de las dos manos para nombrar a escritoras mujeres reconocidas.

Juana Manso, escritora, novelista de primer nivel, mano derecha de Sarmiento y precursora literaria de José Marmol; Eduarda Mansilla (1834-1892), emparentada con Juan Manuel de Rosas, hermana de Lucio V., escritora y periodista, traducida a otros idiomas. Escribió novelas y muchas columnas en los diarios. Otras fueron María Guadalupe Cuenca (esposa de Mariano Moreno), Carolina Aló, Juana Manuela Gorriti, Leonor Allende, Marcelina Almeida, Emma de la Bou y Rosa Guerra. Y hay más, pero que se ocultaron en el apellido de sus maridos.

Las pocas escritoras mujeres de esa época tuvieron un empeñoso defensor en Domingo Faustino Sarmiento que el 23 de marzo de 1839, había firmado su “Prospecto de un establecimiento de educación para señoritas”, con el propósito de sacar a las jóvenes del “encierro en el seno de sus familias” –porque en eso estaban, en un encierro- y de proporcionarles una instrucción más sólida y completa que la simple alfabetización elemental.

Ese omnisciente volcánico y visionario que fue Sarmiento escribió sobre Eduarda Mansilla palabras que suenan aún contemporáneas: “Eduarda ha pugnado como mujer diez años por abrirse las puertas cerradas a la mujer, para entrar como cualquier cronista o reportero en el cielo reservado a los escogidos machos, hasta que al fin ha obtenido un boleto de entrada, a su riesgo y peligro”.

“Consciente de ese «riesgo y peligro» -dice María Rosa Lojo en su artículo titulado “Sarmiento, crítico literario y promotor de mujeres escritoras”- don Domingo había salido a la defensa de la dama con un «Ne touchez pas à la Reine!», temeroso de que críticas arbitrarias pudieran arrebatarle esa posición tan costosamente alcanzada. En el texto «Literatura argentina» (El Nacional, 11 de julio de 1879), Sarmiento celebraba el ingreso de Eduarda en el diario, y comentaba con elogios sus primeros trabajos: uno sobre su visita a la Penitenciaría, y otro sobre el gran baile del Progreso.

Florencia Canale / web

Sarmiento apuesta a una suerte de inteligencia sensible en la mujer. Lojo comienza con interrogantes: “¿Escriben las mujeres igual que los hombres? ¿Ven el mundo de la misma manera? Sarmiento reivindica, para ellas, una diferencia meliorativa, que no se basa ciertamente en un defecto de la inteligencia, sino en un exceso (bienvenido) de la sensibilidad. “La mujer -dice- es la sensitiva humana”.

Pero la sociedad argentina del siglo XIX miró más allá de las fronteras y apreció las obras de Fernán Caballero, nombre de varón que escondía a una escritora mujer, Cecilia Böl de Faber, suiza española nacida en 1796 y muerta en 1877. Dijo una vez: “troqué mis modestas faldas de Cecilia por los castizos calzones de Fernán Caballero”. Escribió novelas, algunas policiales, que se publicaron bajo forma de folletín en el diario porteño “La Tribuna” de los hermanos Rufino Luis y Héctor Florencio Varela.

También La Tribuna publicó los muy leídos folletines de Georges Sand, seudónimo masculino de Aurora Dupin que sostuvo aquel célebre y melancólico romance con Chopin. Pero acaso la mujer escritora extranjera más leída en el siglo XIX en la Argentina fue la estadounidense Harriet Becher Stowe (1811-1896), que se consagró como autora de “La cabaña del Tío Tom”.

Lo cierto es que escribir hasta fines del siglo XIX era tarea casi reservada para varones. Se puede hablar de las tres hermanas Bronté, poetas y novelistas, autoras de obras exitosas: Charlotte (nacida el 21 de abril de 1816), que escribió “Jane Eyre”, Emily (nacida el 30 de julio de 1818) autora de “Cumbres borrascosas y Anne –“Agnes Grey” (nacida el 17 de enero de 1820). Y las tres prefirieron publicar bajo seudónimos masculinos.

Nuestra apasionante Alfonsina Storni –que fue una mujer valiente- escribió muchos artículos periodísticos con un seudónimo varonil Tao-Lao. Se habla de las décadas del 10 y del 20 del siglo pasado, cuando una mujer en una redacción causaba sentimientos que oscilaban entre el estupor y el rechazo.

UNA MANERA DE MEDIR

El año pasado fue bueno para la literatura femenina, que trepó en la consideración mundial con el premio Nobel otorgado a la estadounidense Louise Glück, aunque no sería justo, desde luego, fundar una distinción en la condición de género. Lo que ciertamente se premió fue la calidad universal de su obra.

Alfonsina Storni escribió muchos artículos periodísticos con un seudónimo varonil

 

Sobre este reconocimiento a Glück dijo el crítico Pablo Giannera: “Qué atrevimiento el de la Academia, que optó este año por la firma de un poema antes que por la firma de una solicitada. Glück escribe para lectores a los que no les gusta que le griten. Además de mejorar la economía de la poeta, el premio habrá logrado la extravagancia de que el objeto de un premio literario sea la literatura. No se puede pedir mucho más”.

Luisa Valenzuela / web

Pero está claro que fue inevitable medir: Glück fue la mujer número 16 en recibir el Nobel, entregado 161 escritores varones. Un rosa cada diez celestes.

Las 16 mujeres que ganaron el Nobel de Literatura fueron: Selma Lagerloff, sueca (ganado en 1909); Grazia Deledda, italiana (1926); Sigrid Undset, noruega (1928); Pearl Buck, estadounidense (1938); Gabriela Mistral, chilena (1945); Nelly Sachs, alemana (1966); Nadine Gordimer, sudafricana (1991); Toni Morrison, estadounidense (1993); Wislawa Szymborska, polaca (1996); [2004] Elfriede Jelinek, austríaca (2004); Doris Lessing, británica (2007); Herta Müller, rumano-alemana (2009); Alice Munro, canadiense (2013): 14. Svetlana Alexievich, ucraniana (2015); [2018] Olga Tokarczuk, polaca (2018) y Louise Glück, estadounidense (2020).

Pero aquel desierto se pobló. Las mujeres pasaron ahora a dominar en el negocio editorial. Las escritoras mujeres eclipsaron al boom de la novela latinoamericana, al de los libros de ayuda, a los ensayos políticos. Una cultura femenina impone sus ritmos y asuntos esenciales. Las librerías están capturadas por la fuerza pocas veces vista de una revalorización de los libros como centros de percepción, impulsada por mujeres.

Florencia Bonelli / web

Allí están, en las vidrieras, Florencia Bonelli, Gabriela Margall, Anabella Franco, Claudia Piñeiro, María Gainza, Mariana Enriquez, Selva Almada, Lelia Guerriero, Luisa Valenzuela, Angela Pradelli vendiendo millones de ejemplares, sosteniendo con sus títulos a la alicaída industria editorial. Es la larga caravana de mujeres intelectuales poblando el desierto, dedicadas a colonizar nuevos espacios para la cultura humana.

 

 

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