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Espectáculos |Aniversario

Inclasificable, profeta, Nobel: Bob Dylan cumple 80 “mucho más joven” que ayer

Nacido como Robert Zimmerman, el artista que pareció anticipar con sus sonidos los grandes cambios del siglo XX alcanza las ocho décadas vigente como siempre, tras lanzar en 2020 un nuevo disco

Inclasificable, profeta, Nobel: Bob Dylan cumple 80 “mucho más joven” que ayer

Dylan cumple 80 años mutando con los tiempos

24 de Mayo de 2021 | 03:03
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“Los tiempos están cambiando”, anunciaba Bob Dylan en 1964. Consecuente con aquel anuncio, el profeta del folk rock nunca dejó de mutar con los tiempos, o antes de los tiempos, anticipando como desde un faro lo que vendría, brindándole a sus letras una intensidad tan aguda que le valió un Nobel de Literatura. Quizás por eso, su biopic es tan mutante como él, “I’m not there”, interpretan a Dylan nueve actores diferentes. Un Dylan para cada era, un Dylan para cada escucha.

Hoy, Dylan, ese mito siempre en construcción, siempre en deconstrucción, ese que llegó a cantar que “era más viejo antes, ahora soy mucho más joven”, cumple 80, ya consagrado como una de las figuras culturales más importantes de todos los tiempos: con una carrera que se mide en 39 discos y 125 millones de copias vendidas, el músico y poeta sigue vigente, como mostró durante el freno que impuso el COVID, al lanzar “Rough and Rowdy Ways”, su primer disco de temas inéditos en ocho años, que recibió críticas estelares con el estandarte de “Murder Most Foul”, una canción de 17 minutos que condensa la historia y cultura estadounidenses.

Una épica donde despliega su reconocida capacidad como compositor, que lo llevó a ser el primer músico en ganar el premio Nobel de Literatura, en 2016, por crear “nuevas expresiones poéticas” en la tradición del cancionero americano, probablemente la única distinción controvertida en una larga lista que abarca Grammys, un Oscar y un Pulitzer.

“Hay una cuestión de aprendizaje obsesivo, de absorber todo. Dylan está cerca de la sabiduría ancestral.

Claudio Kleiman, periodista y músico

“Lo que nos impactó de Dylan fue la libertad. Era lo que lo diferenciaba de sus compañeros folk de protesta”

Pipo Lernoud, poeta y periodista

 

Ausente en la ceremonia de Estocolmo, en su discurso de aceptación seis meses después, el músico explicó que empezó a escribir sus canciones haciendo de la jerga del “folk” su propio vocabulario, pero apoyándose en “sensibilidades” y en “una visión informada del mundo”, que aprendió de clásicos literarios.

Poco dado a las entrevistas, en consonancia con una discreta vida personal alejada de las cámaras, el año pasado reveló a The New York Times: “Las canciones parece que se conocen a sí mismas y saben que las puedo cantar, vocalmente y rítmicamente. Se escriben solas y cuentan con que yo las cante”.

UNA VIDA CAMBIANDO CON LOS TIEMPOS

Para Dylan, parece entonces, las canciones están “flotando en el viento”, como cantara en el emblemático “Blowin’ in the wind” que abre “The Freewheelin’”, especie de manifiesto folk para los 60 que recién comenzaban. Dylan tenía entonces 22 años: todavía no era un símbolo cultural, sino un cantante folk navegando tiempos difíciles con un apodo que recién dejaba atrás el nombre dado en su nacimiento, el 24 de mayo de 1941: Robert Zimmerman fue el hijo de unos comerciantes judíos que en el año 1961 decidió dejar sus estudios universitarios y mudarse del pueblo minero de Hibbing, en Minesota, donde creció, a una vibrante ciudad de Nueva York que le ofrecía futuro artístico.

En la Gran Manzana acabó convirtiéndose en uno de los nombres más célebres del ecosistema creativo que poblaba y daba vida al barrio del Greenwich Village, fue fichado por el productor Bob Johnton para Columbia Records y en 1962 publicó su primer álbum, “Bob Dylan”.

Con 39 discos y 125 millones de copias vendidas, el músico y poeta Bob Dylan sigue vigente

Allí viajó para conocer a su ídolo, Woody Guthrie. Desde allí, se convertiría en la encarnación musical del movimiento antibelicista de los sesenta y del espíritu hippie desde florecientes garitos de la escena folk, creando temas de fama internacional como “Masters of War”, “The Times They Are A-Changin” y “A Hard Rain’s A-Gonna Fall”.

“El mensaje básico de Dylan y lo que nos impactó desde el principio fue la libertad. Eso acompañaba lo antibelicista y era lo que lo diferenciaba de todos sus compañeros folk de protesta, pero eso era muy esquemático. De repente aparece Dylan y dice en una canción: ‘Yo no quiero ser lo que vos querés que sea y no quiero que vos seas como yo pretendo’”, expresó el poeta y periodista Pipo Lernoud, organizador en 1967 del primer “encuentro hippie” en nuestro país.

Dylan se distanciaba constantemente de las normas: en 1965, cuando los ideales de la década del 60 comenzaban a florecer, Dylan, lejos de seguir paseando por los campos con su guitarra y su armónica, se volvió “eléctrico” con el disco “Bringing It All Back Home”, donde suena el clásico “Like a Rolling Stone”. Sus seguidores iban a sus conciertos para gritarle “¡Judas!”: su búsqueda de libertad, irrenunciable, fue considerada entonces como una “entrega” a la modernidad que rechazaba el movimiento juvenil de entonces.

SABIDURÍA ANCESTRAL

Pero Dylan siguió su camino, entonces, como siempre: por eso, a pesar de que el rango profético de su lírica colocó las palabras en el centro de la apreciación del artista, su obra sintetizó y reinterpretó diversos estilos, entre los que se visualizan el rock clásico, el blues, el folk, el country y el cancionero standard americano. “No dejó nada sin probar de los ingredientes que tiene a su mano un compositor de música popular”, focalizó Claudio Kleiman. “Hay una cuestión de aprendizaje medio obsesivo de absorber todos los estilos. Bob Dylan está cerca de la sabiduría ancestral. Está más de cerca de Leda Valladares o de Leabelly, para hacer un paralelo. Eso es como medio intransmisible”, remarcó.

Así, con todos los colores de la música popular, y con los colores de sus propios cambios, físicos, como el accidente en moto que lo relegó a la quietud de su sótano, y espirituales, como su conversión al cristianismo, y con los colores del mundo que afuera trinaba de nuevos conflictos pero que son siempre los mismos, Dylan armó diversos caleidoscopios musicales, desde los clásicos “Blonde on Blonde” y “Blood on the tracks” hasta los modernos “Love & Theft” (2001), “Modern Times” (2006) y “Tempest” (2012). Un catálogo por el que Dylan cobró, el año pasado, 300 millones de dólares, que pagó Universal Music.

 

 

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