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Nacho Gonatta: el platense que le ganó al bullying y brilla con Tinelli

En “La Academia” es el bailarín de Charlotte Caniggia pero antes trabajó con Susana y, mucho antes, testeó videojuegos para una compañía internacional que dejó por su amor al arte. El recorrido de un multifacético artista que no la tuvo fácil: sufrió contra los prejuicios y, al final, tuvo su recompensa

Nacho Gonatta: el platense que le ganó al bullying y brilla con Tinelli

En la pista de Marce, Nacho Gonatta es compañero de Charlotte Caniggia, una de las figuras más queridas por el público

María Virginia Bruno

María Virginia Bruno
vbruno@eldia.com

20 de Junio de 2021 | 07:00
Edición impresa

A los 35 años, la vida parece estar guiñandole un ojo a Nacho Gonatta, el escultural bailarín que acompaña a Charlote Cannigia en “La Academia” de Marcelo Tinelli, una “pista soñada” a la que llegó tras haber trabajado durante cinco años con Susana, luego de haber pegado un volantazo en una vida que le ofrecía comodidad pero no pasión.

Baila, canta, entrena, produce sus propios videos que tiene colgados en YouTube, Spotify y Apple Music y, por eso, le gusta definirse como una persona “multifacética y versátil”. Consciente de sus limitaciones pero también de sus virtudes, Nacho reconoce que es “el mejor en no ser el mejor en nada” y se reconforta al admitir que sabe “hacer súper bien muchísimas cosas para las que me formé y ese combo a veces no se encuentra tan fácil”.

Egresado del Lincoln, hizo la formación “casi” completa en esa institución a la que había ingresado en el jardín. El “casi”, esa la mancha, se debió a ese año límbico en el que, “cansado del bullying” que le hacían algunos compañeros, intentó probar suerte en otro colegio pero, tras rendirlo libre, decidió enfrentar la situación.

“Aunque algunos compañeros me molestaron durante años, yo los quería y tenía buenas amistades; así que volví empoderado y logré revertir la situación: de golpe era popular”, cuenta ahora, entre risas.

Nacido en el seno de una familia de pasión roja y blanca, ser de Estudiantes fue la herencia obligada para este platense que se crió en las cercanías a la Plaza San Martín, el barrio que conoció sus secretos mejor guardados.

Su primer acercamiento con el arte fue a través del piano, el instrumento con el cual gracias a su hermana, que tomaba clases, descubrió que tenía un talento natural. “Yo la escuchaba practicar y sin ver nada, luego iba y lo tocaba”, cuenta sobre ese don que su mamá no dejó pasar y por el que lo llevó a tomar clases con Susana Romé, “una gran maestra, pianista y consejera a la cual extraño y cuya pérdida aún duele”. Se recuerda, ahora, yéndose de sus clases “tarareando feliz y apasionadamente música clásica”, una sensación que le brotaba en el cuerpo y que hoy puede poner en palabras: “Creo que eso deben sentir las personas por su profesión. Ganas, no un deber. El mundo sería un lugar mas feliz”.

Pero no fue la música clásica sino el pop el que llevó a Nacho a incursionar en el universo del baile. Boy bands del momento, como NSYNC, o estrellas como Britney Spears que enloquecían a los adolescentes del mundo con sus coreografías imposibles y sus movimientos sexies, llamaron su atención.

“En los 90 no había varones haciendo nada de todo esto, al menos, no en La Plata”, admite Nacho que, sin embargo, y como medalla de orgullo personal, se reconforta al decir que jamás tomó decisiones “en base al qué dirán”. A su favor, admite, tenía algo -alguien-, “más que suficiente y poderoso”: el apoyo de su mamá.

“He tenido una realidad adversa en numerosas veces y creo que por más fuerza y determinación que uno tenga, como yo la he tenido, todos necesitamos al menos una persona que nos banque y confíe en nosotros. Puede ser un padre, un tío, un amigo, un maestro. Pero me apena cuando veo personas que no cuentan con eso y creo que eso me hizo ser alguien muy motivador”, confiesa Nacho.

Más allá de algunas clases en gimnasios barriales, que atesorará por siempre por haberlas compartido con sus grandes amigas platenses Agostina y Bárbara, en La Plata no tuvo formación dancística. Fue su mamá, Liliana Natta, una reconocida ginecóloga que “ha traído a varios platenses al mundo”, la que, aún cansada luego de sus extensas jornadas laborales, lo cargaba en el auto y cruzaba la autopista para que pudiera comenzar a perseguir su sueño.

Recién a los veinte, Nacho comenzó su carrera de comedia musical en la Fundación Julio Bocca, en capital federal, a donde viajaba todos los días tras terminar su jornada laboral en La Plata, en donde tenía el trabajo que cualquier adolescente moriría por tener: test-lead de una empresa internacional de videojuegos.

“Por más fuerza y determinación que uno tenga, necesitamos de una persona que nos banque: yo tuve a mi mamá”

 

Pero de pronto, la rutina se le puso cuesta arriba y Nacho tuvo que decantarse por una opción: seguir en la zona de confort “cumpliendo” con una tarea; o navegar la incertidumbre de una vida dedicada al arte.

“La decisión fue difícil porque yo también era uno de esos chicos que morían por un trabajo así. No estaba renunciando a un laburo temporal o despreciable: estaba muy a gusto, tenía gente a cargo. Entrenaba a los nuevos ingresos y me comunicaba en inglés por videoconferencias con jefes en EEUU. Pero llegó el momento donde yo estaba en una mesa hablando de a quién íbamos a echar, escuchando a personas que quizás no vibraban como yo y sentía que ese espacio estaba por cambiar y yo ya no encajaba en él. Así que, ante el apuro, la decisión se hizo clara: Renuncié y me la jugué”.

Con un poco más de tiempo libre, egresó sin tanta presión de la Fundación Julio Bocca y se anotó en el UNA (por entonces Iuna), convencido de que la vida del arte, más allá del formato que sea, sería su modo de vida.

Con Susana, Nacho trabajó durante cinco años. Dice que la diva irradia “buena energía”

Pero Nacho, consciente de la “inestable” realidad de los artistas, escuchó el certero consejo de su papá, que le recomendaba formarse “en algo que me me dinero cuando lo necesite, me guste y no dependa del llamado de otros”, por lo que, aprovechando su pasión temprana por el levantamiento de pesas, estudió para ser personal trainer, el trabajo lo ha “salvado” cuando lo necesitó y que le permitió “no terminar en trabajos temporales como las casas de comidas rápidas” por las cuales pasó por necesidad pero en las que no duró demasiado.

Con las cartas tiradas, el destino comenzó a confabular. Mientras avanzaba en su formación, y tras varios rechazos, comenzaron a llegar las experiencias laborales artísticas. La primera, recuerda como si hubiese sido ayer, fue en Mar del Plata con el grupo Transfrappe de Marcelo Mariani y, al regresar, tendría una de las grandes oportunidades de su vida: un casting para trabajar con Susana Giménez.

Nacho fue uno de los famosos “Susanos” de la diva de los teléfonos, un lugar que tuvo que defender año tras año, porque “es un medio muy exigente, donde nada se da por sentado”. Así, todas las temporadas, antes del gran regreso a la tevé de la conductora, se presentaba y ganaba los castings para seguir siendo parte del staff. “Hay que estar afilado, dispuesto a esos altibajos y saber lidiar con la frustración y constante evaluación”, dice.

La carrera artística del platense se fue haciendo al andar, trabajando con grandes y generosos artistas como Aníbal Pachano y Alejandro Lavallen, pero también siendo parte de otras experiencias diferentes que lo nutrieron desde diferentes perspectivas; desde videoclips (Miranda!) y series (“El Host”) hasta ballet (“Disney In Concert” en el Colón) y eventos privados.

Sin embargo, fue con José María Muscari, un artista al que admira por su “capacidad de acción” y “transgresión”, cuando vibró al máximo. Con el genial director, actor y dramaturgo, Nacho había trabajado en La Plata en 2015 como miembro del cuerpo de bailarines de “La Jaula de las Locas” que se ofreció con entradas agotadas en la Sala Armando Discépolo. Cuatro años después, la vida los volvió a reunir gracias a “Sex”, el espectáculo performático de Muscari que, como su nombre lo indica, se desenvuelve alrededor del sexo, “una experiencia única y en la cual me sentí muy yo”, revela el platense.

Admite que desde que empezó a bailar siempre sintió una mirada de reprobación entre algunos colegas porque entre sus movimientos incluía una cuota de erotismo y seducción. “Me decían que me hacía el ‘gato’”, confiesa Nacho, que siguió haciendo lo que hasta entonces: “Simplemente seguí siendo yo”. Por eso considera que en “Sex” pudo terminar de reforzar un concepto artístico que ya había explorado gracias a su desempeño en fiestas como Plop y/o Puerca; una propuesta que compartió con Diego Ramos y Gloria Carrá donde “todo pudo fluir y congraciarse sin prejuicios con lo que es bailar”.

De su familia no solo heredó la pasión pincha sino “una cuota de genética” que lo ayudó a delinear un físico elogiado por chicas y chicos por igual. De todos modos, dice, “eso no nos determina” y en su caso, el gran secreto de sus músculos, además de la pasión por las mancuernas, es la constancia en una buena alimentación. El resultado, todas las semanas, se puede ver en la pista de Tinelli donde Nacho pisa como partenaire de Charlotte Caniggia, un nombre que le hizo “iluminar la cara” de emoción apenas se enteró que iban a ser compañeros.

“En los 90 no había varones haciendo nada de esto, al menos en La Plata, pero nunca tomé decisiones en base al qué dirán”

 

Y aunque la hermana de Alex Caniggia no atraviesa la mejor de las temporadas en la competencia de Marce, en gran parte por sus cruces con algunos miembros del jurado, Nacho solo tiene elogios para la simpática muchacha que se deja querer desde la pantalla. “Es una muy buena persona. Creo que en la tevé se percibe cómo es realmente y por eso la gente la quiere. Pero además de su frontalidad, transparencia, alegría y ternura, es una persona con buenos gestos, pensamientos y acciones, y mucha humildad”, carga de halagos a Charlotte a quien, a pesar del poco tiempo que llevan compartido, ya quiere “un montón”.

Ser parte de un programa que expone en más de una ocasión a sus protagonistas al escándalo, no lo asusta, ni lo incomoda. “Me gusta, me divierte, y creo ser súper capaz de afrontar y generar algo divertido y también picante”, revela el platense que, en la última gala, por ejemplo, chichoneó con Hernán Piquín demostrando saber jugar muy bien a la propuesta mediática del show.

Más allá de la televisión que, por estos días, es su proyecto laboral protagonista, Nacho planea poder seguir incursionando en la música, de la mano de nuevos estilos e, incluso, le seduce la idea de “hacer otras cosas como actuar y hacer escuchar más mi voz”. El baile lo apasiona, claro, pero le gusta también ser parte del proceso creativo integral, siempre rodeado de gente que lo nutre y que lo anima a explorar en la producción, una faceta que le permite poder “plasmar mis ideas, no sólo ejecutar las de otro”.

 

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