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La Ciudad |Un viaje al suelo helado a través del relato de quienes viven en la base marambio

De La Plata a la Antártida, la experiencia única de vivir en el continente blanco

El cabo principal Luis Aguirre y el ingeniero Guillermo Rodríguez son platenses y contaron cómo es estar en el punto más austral del país. El frío insoportable, los cambios por el Covid-19 y los desafíos en esa geografía tan inhóspita

De La Plata a la Antártida, la experiencia única de vivir en el continente blanco

El cabo principal Luis Aguirre y el ingeniero Guillermo Rodríguez, en la base marambio en la Antártida / EL DIA

Mónica Pérez
Mónica Pérez

18 de Julio de 2021 | 03:12
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Nacieron en La Plata y es posible que en la primaria, cuando aprendieron que ese triángulo blanco graficado al final del mapa era la Antártida Argentina, ni en sus más alocados sueños se les ocurriera pensar que allí trabajarían, festejarían sus cumpleaños y hasta podrían sentirse a salvo de un virus que afecta a todo el mundo. Son el cabo principal Luis Aguirre y el ingeniero Guillermo Rodríguez, quienes le contaron a EL DIA cómo es vivir en el punto geográfico más austral del país.

La Base Marambio –ver aparte- se encuentra en la planicie de una isla que se desarrolla en unos 3 kilómetros, a 200 metros del nivel del mar. La cantidad de personas que convive en ese lugar varía de acuerdo a la época del año, con un promedio de 70 en invierno, y 170 en verano, debido a la instalación de campamentos científicos.

Luis Aguirre nació y vivió en La Plata hasta los 4 años, está casado, acaba de cumplir los 33 hace una semana y los festejó compartiendo una cena con los compañeros con los que más está. Como broche de la celebración lo “enterraron” en la nieve, aunque más bien fue un amague de pocos segundos porque, se sabe, nadie resistiría más que un par de minutos.

Él es plomero y se encarga de hacer tareas de mantenimiento. Llegó a la Antártida el 11 de noviembre por un año, esta es su segunda misión, la otra fue en 2017, pero duró de junio a noviembre.

Una de las cosas a las que más le costó acostumbrarse fue a las largas noches de invierno, ya que en esa geografía austral, entre las 15:30 y las 16, empieza a oscurecer y recién amanece a las 10:30. “A las 8 se hace la presentación de las tareas diarias, recibimos las novedades de otros lugares, trabajamos y a eso de las 13 paramos para comer”, cuenta el cabo.

Después de un descanso que se prolonga hasta las 15, se retoma el trabajo hasta las 18 y desde esa hora entran en tiempo libre. También disponen de sábados y domingos.

El ingeniero en computación Guillermo Rodríguez es de Gonnet y el año pasado estaba en un curso de electrotecnia cuando vio una publicación que ofrecía trabajo para ir a la Antártida. “Me postulé y acá estoy, llegué en diciembre y me quedaré hasta enero de 2022”, afirma.

En abril, cuando cumplió 28 años, también le tocó festejarlo en la Base Marambio. Se desempeña en el área de mantenimiento del Laboratorio que pertenece al Instituto Antártico Argentino. En ese organismo se hacen estudios y mediciones multidisciplinarias vinculados a la capa de ozono y a las radiaciones. Otros ámbitos de investigación son la sismología, glaciares y geodesia.

Para el joven ingeniero fue toda una experiencia volar en un avión Hércules y observar que el 12 de diciembre ya había una cantidad de nieve como nunca había visto, su recuerdo más cercano fue la nevada histórica de La Plata en 2007. “Tal vez como venía de un año de cuarentena y prácticamente sin salidas, no me costó tanto adaptarme, acá no tenemos que usar tapabocas, no es necesario, además podemos compartir el mate”, agrega.

Si bien cada una de las personas que llega a la Antártida debe hisoparse para descartar que tenga coronavirus y está obligada a hacer una cuarentena, hasta el momento en ese segmento del territorio argentino no se registró ningún caso con la enfermedad.

Por las gélidas temperaturas no se dan cuadros de gripe, ni resfríos, salvo que lo lleve algún nuevo visitante, pero por lo general eso no dura más de dos o tres días.

Lo más complicado que le tocó sortear allá fue cuando un temporal le tiró un equipo y en el exterior el frío era como un coloso imposible de doblegar. Pero destaca que dentro de la base, en la que viven 69 personas, nunca sintió que las condiciones meteorológicas pudieran afectarlos. “En verano se puede salir a caminar, pero siempre hay que avisar”, apunta Guillermo para graficar las medidas que hay que tomar en una geografía tan inhóspita, ahora cubierta de nieve y solo con esporádicos manchones de tierra congelada.

En verano y hasta febrero se observan gaviotas, llegan las colonias de pingüinos y aparecen en las costas lobos, focas y elefantes marinos. Se aclara que no se permite el ingreso de especies ajenas a la flora y a la fauna de la Antártida y que por eso es impensado que llevar una mascota o una planta.

“Usualmente en los veranos hay campamentos científicos, pero este año se suspendieron a causa del Covid-19”, apunta el ingeniero.

En esa época también llega el rompehielos Almirante Irizar con las provisiones y el combustible para todo el año, aunque cada dos meses hay vuelos que proveen otras cosas necesarias.

Trabajar en un contexto de clima tan extremo también los hace enfrentar complicaciones que son inusuales en el continente. “En una oportunidad se congeló la cañería y tuve que hacer unos trabajos afuera con un temporal de 40 nudos de viento y 40°C bajo cero, eso me obligaba a entrar y salir cada 5 minutos para no congelarme”, cuenta Aguirre.

Ambos coinciden que en invierno nadie soportaría estar afuera más de media hora y que el frío que se siente provoca un dolor difícil de describir. “Más allá del frío, es una experiencia muy completa desde la perspectiva profesional, ahora por ejemplo hay un proyecto meteorológico del espacio, pero también es interesante en cuanto a la convivencia”, afirma el ingeniero.

En relación al agujero de ozono, el profesional explica que su tamaño varía durante el año y que aún no se formó. “La tendencia del impacto ambiental es algo que se observa a lo largo de muchos años”, dice.

En el tiempo libre hay días en los que se organiza cine, también se juega a la Play, al metegol o se ve televisión. En la base se cuenta con buena señal de internet y 4 G. Disfrutaron con el triunfo de Argentina ante Brasil y, aunque estaban de remera, salieron a festejar unos pocos minutos a la nieve.

Guillermo no duda en decir que repetiría la experiencia de trabajar en la Base Marambio y Luis le remarca que una de las primeras cosas que le impactará al volver al continente será reencontrarse con los olores porque allá el aire que se respira es otro.

 

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El cabo principal Luis Aguirre y el ingeniero Guillermo Rodríguez, en la base marambio en la Antártida / EL DIA

En la base marambio viven entre 70 y 170 personas, según la época del año

Maniobras para la llegada de provisiones. El invierno, la época más dura

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