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Espectáculos |LA USINA PLATENSE

“Carne de Dios”: en busca de una animación “sudaka”

Realizado por el artista local Patricio Plaza, el corto, que refleja las inquietudes de su autor sobre cómo realizar animación desde el Sur económico, fue elegido el mejor trabajo argentino en el último Festival de Mar del Plata

“Carne de Dios”: en busca de una animación “sudaka”
27 de Noviembre de 2022 | 07:39
Edición impresa

“Carne de Dios”, corto animado realizado por el platense Patricio Plaza, fue elegida en el último Festival de Mar del Plata como el mejor cortometraje argentino: fue uno de seis premios (también se llevó premios del Fondo Nacional de las Artes, la Asociación Argentina de Traductores e Intérpretes, el Banco Nación, Lahaye Media, Pomeranec Sonido y Riivi al mejor corto argentino) con que fue reconocido el trabajo que se mueve entre el terror y el fantástico y transcurre en el siglo XVII, en algún lugar perdido en las montañas de México, donde un fraile español cae enfermo y es llevado por su discípulo nativo al hogar de una curandera indígena.

Un corto que tiene detrás una perspectiva novedosa, diferente, sobre el quehacer animado. Su realizador, de hecho, se atreve a pronunciar una sentencia que parece prohibida en el medio: “Para mi, Pixar es una mierda”, lanza, en diálogo con EL DIA.

No es una declaración provocadora: en su trabajo, Plaza se inclina hacia la animación tradicional, dibujada, y lejos de las texturas computarizadas de la empresa hollywoodense, en parte por formación, pero también como una forma de contaminar de “sudakismo” un mundo invadido por el fotorrealismo animado por computadoras.

“Es un posicionamiento político contra esta idea de avance, de progreso, de desarrollo que se plantea en torno a lo tecnológico. No es que esté en contra de la tecnología, pero hay una idea uniformizante de lo que es la industria, como si hubiera un solo camino posible hacia el cual avanzar. En el campo específico de la animación, el 3D de Pixar es el lugar al cual hay que llegar, y ese lugar está dado porque está hecho desde el poder económico dominante, y solo ellos lo pueden hacer”, afirma Plaza.

“Es una industria tan hipertecnificada, complejizada desde lo técnico, que por el costo que tiene solo lo pueden hacer ellos, sería ridículo desde Sudamérica tratar de reproducir esos modelos. Pero es a lo que muchas veces se aspira, porque de eso se trata justamente el monopolio de la imagen y la narrativa, aunque no deja de sorprenderme que desde el Sur económico seamos tan acríticos con esas imágenes, que no haya una reflexión en torno a eso. Es un error hasta epistemológico encarar la animación desde ese lugar, creer que hay que imitar a Pixar en Sudamérica, con los recursos que tenemos”, agrega.

Pero además, insiste Plaza, realizador junto a Santiago Bou Grasso de los premiados cortos “El empleo” y “Padre”, las superficies de Pixar y sus imitadores son limitantes desde lo formal: intentan imitar la realidad, y “si algo puede producir la animación son alteridades, la posibilidad de pensar otros mundos no regidos por las reglas de esta realidad. Desde lo estético, entonces, es súper limitante creer que lo que hay que hacer es reproducir la realidad. Para mí, hacer animación en Sudamérica tiene que ver con apropiarse de las limitaciones, sin que eso implique una pérdida de lo estético: es encontrar otros caminos que no reproduzcan esos modelos”.

Estas ideas regaron la semilla de “Carne de Dios”, que fue colocada en la cabeza de Plaza en México, durante una residencia artística que realizó algunos años atrás en la casa donde vivió Luis Buñuel. “Una experiencia impresionante”, la recuerda el cineasta, que llevó a la residencia un proyecto de animación para trabajar la figura de María Sabina, una curandera oaxaqueña que en los 50 “fue ‘descubierta’” (dice, con énfasis en las comillas) “por un banquero norteamericano que buscaba prácticas rituales prehispánicas que tenían que ver con el consumo ritual de hongos para establecer contacto con otros estados de conciencia”.

Hombre de JP Morgan, el banquero encontró a María Sabina en la sierra oaxaqueña y fue parte de la primera ceremonia registrada en el mundo occidental de este tipo de ceremonias, realizadas para la trascendencia espiritual pero sobre todo como un ritual curativo. Al regresar a su país, escribió sobre la experiencia para la revista Life, revelando sin querer queriendo la identidad de María Sabina: el artículo fue un mojón en el nacimiento del movimiento hippie, y a partir de ese momento llegaron desde todos lados a buscar a la sacerdotisa y sus hongos.

“Ella termina muriendo en la pobreza tras ser sumamente famosa: termina siendo super explotada”, cuenta Plaza, y para el artista es en ese sentido “un personaje paradigmático de la historia de América latina: muestra lo que sucede en América latina hace 500 años, esa forma de expoliación, ese ir a descubrir, e ir a extraer, un conocimiento, un saber, una forma de vida, o un recurso natural”.

 

“Es un error encarar la animación desde ese lugar, creer que hay que imitar a Pixar en Sudamérica, con los recursos que tenemos”

Patricio Plaza,
artista

 

María Sabina fue el puntapié de “Carne de Dios”: investigando, Plaza encontró en el Archivo General de la Nación de México edictos de la Inquisición escritos por frailes españoles del siglo XVI, momento donde ya se daba persecución a las prácticas rituales y a lo que llamaban idolatrías del demonio. “Eran los mismos rituales, o muy similares, a los que hacía María Sabina, para tener contacto con el mundo espiritual pero sobre todo para curar”, dice Plaza, que a partir de eso “empecé a pensar una ficción de género, de terror, fantástico, en la cual pudiera incorporar estos elementos para trabajarlos desde la ficción de género en un cortometraje de animación”. Una ficción especulativa que se preguntaba “qué hubiera pasado si un fraile que persigue esas prácticas rituales, de repente se enferma y tiene que atravesar en su propio cuerpo eso que está persiguiendo”.

Su intención era narrar con el terror clase B de fines de los 70 y principios de los 80 en la mesa de trabajo, otro motivo para utilizar la forma de animación elegida, artesanal y con cierta imaginería.

“Quería que remitiera a una época particular de la animación”, un momento, explica, “de mucha crisis para la animación en Occidente: en medio de una transición tecnológica, Disney estaba en decadencia, y entonces se dio lugar a otro tipo de experimentación en la animación. Fue un momento de mucha exploración que después fue disuelta por el avance tecnológico y la apropiación y el dominio absoluto y remoralizante de Disney en los 90”.

Plaza utilizó esas superficies, y ciertas ideas y estructuras del cine de terror de esa época, para subvertir: “La clase B lo que tiene de interesante es un conjunto de fórmulas narrativas a las cuales el espectador ya sabe que se va a enfrentar cuando se para delante de una película de terror. Y me parecía interesante desde una perspectiva sudaka, apropiarse de ese género, poner elementos un poco imprevistos, contaminar el género con elementos no esperados, traicionar las expectativas”, explica.

Trabajar con esa perspectiva de orillas es a lo que se dedica Ojo Raro, su productora, que “se desvía de los modelos narrativos preestablecidos para abrazar las múltiples periferias de la imagen animada, para contar las historias que queremos contar”, según cuenta en su página web.

Una usina para proyectos realizados desde “una perspectiva sudaka, marika y anticolonial”, que busca “producir imágenes desde otro lugar que no sea plegarse a un modelo ya hegemónico de narrativas e imágenes animadas. Una propuesta desde el Sur económico, lo sudaka como la multiplicidad de imágenes y de miradas que hay en el continente, lo marika desde un posicionamiento que tiene que ver no solo con las disidencias sexo-genéricas, sino también planteando miradas que se corran de lo hegemónico: ya hemos visto demasiadas veces el cuento del camino del héroe, lo que Donna Haraway y Ursula Le Guin llaman la flecha tecno-heroica, esto de la lanza, la masculinidad, el héroe que conquista el mundo, una mirada que también es colonial, expoliadora, que es toda una tradición narrativa. Hay que contar otras historias que tienen que ver con otro tipo de experiencias, que han sido silenciadas, olvidadas, marginadas. Y hasta que no podamos contar nuestras propias historias de animación,nuestros imaginarios audiovisuales van a estar totalmente condicionados por los imaginarios del poder dominante”

Plaza se propone con Ojo Raro, espacio que comparte con Paula Boffo y Gerva Canda, “abrir el juego a otras perspectivas, otras formas de contar”, para “empezar a generar otro tipo de audiencias que, hasta que no sepan que esto es posible, van a seguir consumiendo la hamburguesa de McDonald’s”. “Carne de Dios” es en ese entido “un disparador, para empezar a producir animación de género para adultez desde esta perspectiva”.

Pero, advierte, “de manera humilde, porque soy un laburante de la animación, no soy un empresario o hijo de millonarios”. Entonces, para hacer animación, debe no solo trabajar desde la autogestión, realizar otros proyectos comerciales que financien los propios, sino, además, establecer alianzas: “Carne de Dios” es, por ejemplo, una coproducción entre Argentina, México y Colombia, con más de 100 personas colaborando.

La animación, dice, es costosa, lleva tiempo, dinero y voluntades, pero “encontramos la forma de hacerlo, se hace o se hace, sudaka style”.

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