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Información General |JOSÉ RICARDO COHEN, EL “MONO”

El arte de Rocambole, desde La Cofradía hasta los Redonditos de Ricota

Llegó a La Plata siendo niño y desde aquí proyectó una carrera que trascendió a la Ciudad. Fundador de La Cofradía de la Flor Solar, creador de la identidad visual ricotera, dibujante y docente, es para muchos todo un héroe platense

El arte de Rocambole, desde La Cofradía hasta los Redonditos de Ricota

En su estudio, José Ricardo Cohen charló con el dia sobre su vida y su arte / Demian Alday

Ricardo Castellani

Ricardo Castellani
rcastellani@eldia.com

6 de Febrero de 2022 | 06:17
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Cita José Sotelo, del Departamento de Historia del Arte y Musicología de la Universidad de Oviedo, que Rocambole “se hizo conocido por sus dibujos, sus diseños escenográficos, sus desplantes y su lejana adhesión a cierto inexpresivismo. Supo ser pintor, diseñador, artesano, publicista y, visto desde la óptica de los discursos semióticos de comunicación, puede considerársele un poli -multi- terreno. Fue autor de innumerables estructuras para proyectos irrealizables, cuya sola concepción se constituyó en actos simbólicos o utopías espaciales arquitectónicas que fueron definidas como ‘Desatinos proyectuales’ destinados a funcionar solo en la conciencia del público. De todas maneras, recién quedó definitivamente consolidada su condición de artista popular cuando recibió la misteriosa convocatoria de un tal Patricio Rey para diseñar y realizar el vestuario de un ignoto ‘Ballet Ricotero’. Desde ese momento, Rocambole dedicó la mayor parte de su energía creativa a proyectar y dibujar los elementos que hicieron a la identidad visual de la banda de Rock Nacional más influyente de la historia musical argentina”.

Todo eso es José Ricardo Cohen, el “Mono” para sus amigos, o simplemente “Rocambole”, como se hizo mito en el universo del Arte Ricotero. Pero también es el hombre que nació el 12 de mayo de 1943 -“el día que en Argentina estrenaron la película ‘Casablanca’”, afirma como hecho puntual- en un conventillo del barrio porteño de Caseros -“específicamente en el Hospital Ramón Cerdá”, reafirma- pero que de niño llegó con su familia a La Plata para dibujar desde entonces un largo camino ligado al arte, la cultura y la música, que trascendió largamente al perímetro de la Ciudad.

“Yo nací en Buenos Aires -cuenta el ‘Mono’- cerca de la cancha de Huracán, en una familia de laburantes, pero siendo yo muy chico mi viejo consiguió un trabajo con casa en La Plata y nos vinimos todos para acá. Era para trabajar como encargado de una tienda que se llamaba ‘El Carpincho’, y que funcionaba en la esquina de Diagonal 80 y 46, y al lado, por 46, estaba lo que era como una casa chorizo. Ahí me crié, y allí también nació mi hermana Celina, que es siete años menor”.

Con el tiempo, Jacobo Cohen, el papá de “Ricardito” y Celina, consiguió un trabajo mejor en la tienda Hidalgo Solá de calle 12, y los Cohen -con la mamá, Rosalía Sotelo, ama de casa- se mudaron a una casa de la calle 55 entre 4 y 5.

“Hacía caricaturas de mis compañeros. Salían bastante parecidos. Y empecé a hacerme popular”

 

“Contradicciones de la vida -apunta el ‘Mono’- nací cerca de la cancha de Huracán en Buenos Aires y viví cerca de la de Estudiantes en La Plata, cuando a mí nunca me gustó el fútbol. Más te digo, si el fútbol desapareciera mañana mismo, yo ni siquiera me daría cuenta. Sin embargo, de aquella infancia recuerdo que por la puerta de mi casa pasaban seguido jugadores como Ogando, Pellegrina e Infante, a los que todos los chicos tenían en las figuritas, y quienes nos pateaban cariñosamente la pelota con la que jugábamos, aunque yo, como no me gustaba, era malísimo”.

Con lo que sí era bueno aquel chiquilín era con los lápices. “¿Desde cuando? -piensa- creo que desde siempre”.

“Mirá -dice- yo tengo una teoría, y es que todos los seres humanos somos artistas. Entre los dos y los tres años un chico aprende tres cosas, a hablar, a caminar y a dibujar. A las dos primeras se las estimula, y a la otra no tanto. Pero si se lo hiciera, a los 5 años cualquier chico podría ser un dibujante perfecto. En mi caso creo que me fui estimulando solo, porque me gustaba, y seguí dibujando cuando todos los demás, entre los 6 y los 12 años, abandonan. Pero si hubiesen seguido, todos serían artistas”.

La primaria rocambolesca transcurrió en la Escuela Nro 1 Francisco A. Berra de calle 8 entre 57 y 58 -“la primera escuela de La Plata”, apunta el ‘Mono’- donde su habilidad para dibujar le permitió obtener sus primeros ingresos económicos “artísticos”, al punto de haber montado en la propia escuela un pequeño “kiosquito”.

El “Mono” Cohen rodeado de algunas de sus creaciones

“Pasa que yo ya hacía caricaturas de mis compañeros, y salían bastante parecidos a lo que eran, y comencé a hacerme popular, algunos lo eran por jugar bien al fútbol o por saber pelear, y yo por dibujar. El asunto es que las maestras comenzaron a interesarse, y me pedían que las ayudara para ilustrar, por ejemplo, la germinación del poroto. Pero se ve que no me querían explotar, y algunas me propusieron un pago para hacer ilustraciones de lo que se enseñaba en el grado. Así terminé haciendo la Casa de Tucumán, el Cabildo, el Cruce de Los Andes y todas esas cosas. Para mí era como un juego, pero también vi que podía hacerme de unos pesitos, jaa”.

Terminada la primaria, llegaría el tiempo de los estudios secundarios, y quien ya era el “Mono” Cohen le apuntó al Colegio Nacional. Claro que para aquel entonces, el ingreso no resultaba fácil, había que dar examen, y esos exámenes eran bastante exigentes.

“Eran bravos esos exámenes -recuerda el ‘Mono’- la mayoría de los que se anotaban iban a profesores particulares para dar el ingreso, pero en mi casa no había plata para pagar eso, y me preparé solo, aunque la maestra que tuve en sexto grado era muy buena y a todos nos preparó bien. Fui a dar el examen y saqué 8,91. Ese año había muchos inscriptos y entraban pocos, y de 8 para abajo no entró nadie. Creo que fue mi primer gran logro”.

Por aquellos tiempos de fines de los años 50, también el Colegio Nacional de La Plata conocería las inquietudes de aquel muchacho que, junto a otros compañeros como Macoco Gonaldi y Santiago García Párraga, que querían reaccionar contra el “informalismo” que estaba en boga por entonces, fundaron el atelier “Los Independientes”, y el “Mono” organizó su primera muestra, la que montó en el mismísimo hall del Colegio de calle 1.

“Tuvimos que conseguir vinilo para los discos, y se grababa en el estudio de Lito Vitale”

 

El dibujo ya era lo suyo y a los 16 años ya era un artista solicitado para pintar carteles publicitarios y filetes que reclamaban los comercios más importantes de la Ciudad y que, para aquel chico, “se pagaban muy bien”. Pero también aparecían las “locuras”, como cuando en pleno centro platense pintó un auto con imágenes de estilo “psicodélico”.

“Jaa, fue todo un suceso para La Plata -rememora el ‘Mono’- lo hicimos con García Párraga, y por entonces yo estaba probando también con aerografía en macroilustraciones para hacer cartelones en las rutas. Hubo uno que fue muy famoso en la entrada a la Ciudad de una botella de la gaseosa más famosa. Los conocidos lo veían y me decían, ‘eso lo hiciste vos’”.

LA MÚSICA Y LA COFRADÍA

Antes de todo aquello, hubo un hecho que marcaría al ‘Mono’ para siempre. Eran los primeros años del Colegio Nacional, y ese día habría un examen de matemáticas para el que el alumno Cohen se había preparado bien, aunque no tanto algunos de sus compañeros.

“Yo ya estaba listo para entrar al Colegio -recuerda- cuando algunos amigos me dijeron que se iban a ‘ratear’, y me invitaron. Yo al principio dije que no, que había estudiado, pero me dijeron que ese día daban en el cine Mayo, que estaba en 48 entre 7 y 8, una película que hacía que la gente no dejara de mover los pies. Yo quería saber qué era, y en vez de ir para el Colegio me fui con los otros chicos al cine. Era el año 56, la película se llamaba ‘Semillas de Maldad’, y por primera vez escuché música de Rock and Roll. Desde entonces nunca más la pude dejar. Porque me fanaticé con esos ritmos, compraba los discos que eran de loza, y cuando se rompían de tanto pasarlos volvía a comprar los mismos, pero también a leer y a estudiar sobre ese fenómeno que venía de los Estados Unidos. Después llegarían Los Beatles, y en La Plata se formaban grupos como ‘Cluster Four’, que hacían lo que ahora conocemos como ‘covers’”.

Pasarían los años, y terminado el secundario en el Nacional llegarían unos estudios inconclusos de Psicología en la facultad de Humanidades y el Servicio Militar en Magdalena.

“Me gustaba la psicología -dice el ‘Mono’- y estudié hasta el 63, pero también seguía con los dibujos y los carteles, que además me permitían ganar plata, por lo que finalmente decidí cambiar a Bellas Artes, para seguir la carrera de Plástica, y ahí me empezó a cambiar la vida”.

Sucedió que aquel “Mono” Cohen comenzó a conocer gente más afín a sus ideas, a participar de la política universitaria en el Centro de Estudiantes, y a dar rienda suelta a sus utopías.

“Era el año 67 y la dictadura de entonces había intervenido la facultad, y con otros compañeros organizamos una deserción en masa, queríamos formar otra Universidad. Invitábamos a profesores para que nos den clases, hacíamos música, leíamos poesías, era algo así como un Centro Cultural que funcionaba en una vieja casona en la calle 13 y 41, que con el tiempo se fue transformando en una comunidad que, inspirados en un mural psicodélico que había en Bellas Artes, llamamos ‘Comunidad Autónoma de La Cofradía de la Flor Solar’. Al principio éramos unas veinte personas, pero luego se fueron sumando muchas más, poetas, cultores del movimiento ‘Beat Nicks’ que nacía en Estados Unidos como precursores de los Hippies, y también, claro está, había músicos, con los que fuimos formando un grupo. Todos participaban, pero una de las formaciones clásicas estaba integrada por Kubero Díaz en guitarra, Morci Requena como segunda viola, Néstor Paul en bajo, Eduardo ‘Manija’ Paz en batería, y luego se sumó Jorge Pinchevsky en violín, y en el 68 montamos una opera rock en el Instituto Torcuato Di Tella de Buenos Aires, y grabamos el primer ‘long play’. Fue un éxito, pero me acuerdo que la primera actuación de La Cofradía fue un 21 de septiembre en una disquería de diagonal 80 entre 48 y 49, y si había 200 personas era mucho incluyendo a todas las personas que pasaban por el lugar y a todos nosotros”.

A partir de allí, todo se concatenaría. Aquella Cofradía se prolongó entre 1967 y el verano de 1972, y en otra casona de la calle 122 bis y 72 bis el grupo comenzaría a ser acosado por persecuciones policiales, allanamientos y trabas de todo tipo, hasta que los cófrades se dispersaron.

“Hubo también algunas muertes nunca esclarecidas -señala el ‘Mono’- pero pese a la dispersión el grupo de alguna manera siguió vivo. Uno de los Cófrades se había sacado la lotería, una suma importante, y se llevó a varios a vivir a Inglaterra, donde vieron actuar a Jimmy Hendrix, a Led Zeppellin, conocieron a gente como Miguel Abuelo, Miguel Cantilo, y se sumaron Skay y Guillermo Beilinson, que hacía cine, y que a su vez era amigo del Indio Solari, quienes me convocaron para hacer el arte de una película en Súper 8, y luego, con el tiempo, nacería ‘Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota’”.

Fue así que, en 1978, el “Mono” Cohen comenzó a realizar las primeras ilustraciones y ambientaciones para promover al grupo, y a diseñar todas las portadas de sus discos, afiches, escenografías, videos y todo lo relacionado con su identidad visual.

“Estábamos en contra de las compañías discográficas -dice el ‘Mono’- y como queríamos grabar lo hicimos todo nosotros. Hasta tuvimos que conseguir vinilo líquido para los discos, y se grababa en el estudio de Lito Vitale. Pero después había que poner los discos en un sobre de cartulina y hacer el arte, uno por uno. Hasta que recurrí a la serigrafía, y así nació Gulh, que fue el primer disco”.

Algunas de las producciones artísticas de Rocambole

EL “MONO” Y ROCAMBOLE

Rocambole, en realidad, es un personaje literario, un aventurero y gentilhombre creado por el prolífico escritor francés del siglo XIX Pierre Alexis Ponson du Terrail, que representa la transición entre la novela gótica y el folletín, un héroe de ficción moderno de la novela de aventuras, y el término “rocambolesco” es una alusión al protagonista para señalar algo extraordinario o inverosímil, nombre que el “Mono” Cohen incorporó para sí mismo.

“A mí de chico me fascinaban aquellas aventuras que aquí llegaban como en un folletín, algo así como los cómics que conocemos ahora -recuerda- Rocambole era mi héroe, y me devoraba sus aventuras, las leí a todas, y guardo como un tesoro toda la colección de sus hazañas, que son un total de 40 tomos. Después fue lo de los dibujos, las distintas obras y tenía que firmar de algún modo. Todos los dibujantes de entonces se ponían seudónimos cortos, como mi amigo Joaquín Lavado que se había puesto Quino, y yo para llevar un poco la contra preferí firmar con uno largo y elegí a Rocambole, que además sonaba como rock. Era por el personaje francés, pero qué se yo, en Brasil por ejemplo se le llama Rocambole a una especie de pionono relleno. El asunto es que el nombre se impuso, y ya todos comenzaron a llamarme Rocambole”.

Dibujante, expositor en innumerables muestras, ilustrador de historietas, profesor de dibujo en Bellas Artes en áreas como diseño, plástica y cine de animación, vicedecano de la facultad de Bellas Artes, prosecretario de Arte y Cultura de la Universidad Nacional de La Plata, y protagonista de tantísimas otras actividades, José Ricardo Cohen, el “Mono”, Rocambole, es también, como aquel gentilhombre literario, un creador extraordinario, un héroe como aquel francés que recaló en la ciudad de La Plata.

 

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