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Nació en marzo de 1962 para la publicidad de una marca de electrodomésticos. Si bien aquella vez no llegó a publicarse, con el tiempo se trasformó en símbolo de rebeldía, paz y democracia
Si bien la fecha oficial de su nacimiento es el 29 de septiembre de 1964, la historia de la niña eterna argentina arrancó un poco antes: el 15 marzo de 1962, y bajo sugerencia del escritor y humorista Miguel Brascó, una agencia de publicidad encargó al dibujante Joaquín Lavado que realizara una serie de viñetas basada en una “familia tipo”: madre, padre, hijo e hija. El autor ya firmaba bajo el pseudónimo de Quino, y el resultado fue la eterna Mafalda. El propio Quino lo recordó en una entrevista poco antes de morir: “Yo venía de trabajar en revistas como ‘Rico Tipo’, ‘Tía Vicenta’ y me presentaron a la gente de la empresa Siam Di Tella. Ellos iban a sacar una línea de electrodomésticos con el nombre de Mansfield. Entonces me dije Mansfield… Mansfield… Mafalda ¿No es un nombre hermoso? Y el 15 de marzo de 1962, cuando ella nació, le puse Mafalda”.
La campaña publicitaria finalmente no se concretó pero -con unas cuantas historietas acopiadas- Quino decidió darle vida a la historia de la nena de melena negra, enemiga acérrima de la sopa. La presentación en sociedad de Mafalda fue, como se dijo, en septiembre 1964 en las páginas del semanario Primera Plana de Buenos Aires. El personaje y su familia luego se mudaron al diario El Mundo en el que el dibujante llegó a publicar seis tiras por semana.
“Es una persona que se interroga sobre el mundo y los males que no se corrigen. Hace las preguntas que me sigo haciendo ahora de adulto, yo quería decir a través de ella lo que veía mal y había que corregir”, confesó el dibujante alguna vez, y apuntó que aquella sopa que el personaje odiaba nada tenía que ver con las verduras, sino que era una metáfora sobre el militarismo y la imposición política.
Los razonamientos de aquella infante rebelde, crítica del mundo adulto, del capitalismo y los desmanejos de la política internacional pronto sorprendieron a toda América Latina y también viajaron a Europa. El primer libro de recopilación del personaje agotó 5.000 ejemplares en dos días en la Argentina. En 1969 se publicó en Italia “Mafalda la Contestataria”, presentada por el semiólogo Umberto Eco, quien argumenta en favor de sustantivo que acompaña al nombre del personaje: “Si al tratar de definirla se ha usado el adjetivo “contestataria”, no ha sido por uniformarse a la moda del anticonformismo a toda costa: Mafalda es de verdad una heroína iracunda que rechaza al mundo tal cual es”. La tira fue traducida a 30 idiomas y lleva vendidos, solo en la Argentina, más de 20 millones de ejemplares.
“Aún hoy en día a gente sigue pidiendo y preguntando por la historieta de Mafalda”, cuenta Agustín Castañeda, uno de los responsables de Espacio Crumb, lugar de referencia en La Plata del universo del cómic y las historietas. “Es un clásico inagotable de nuestro país”, resume Castañeda, y agrega: “algunos toman la fecha de su creación el 29 de septiembre, que es cuando sale oficialmente la tira, pero es verdad que Quino ya la había dibujado antes para una campaña publicitaria”.
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“Mafalda es un clásico inagotable”, dice Agustín castañeda / C. Santoro
Ese personaje y otros tantos salidos de la imaginación de Quino le valieron al dibujante la Orden Oficial de la Legión de Honor, la mayor distinción que el gobierno francés le concede a un extranjero y el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. “Mafalda diría que soy un traidor a mi personaje yéndome a reunir con los reyes”, bromeó días antes de recibir el premio en España.
Sin embargo, en 1973 Quino decidió dejar de dibujar a Mafalda. “Estaba cansado de hacer siempre lo mismo. La decisión pasó hasta por zonas conyugales, porque mi mujer estaba podrida de no saber si podíamos ir al cine, invitar gente a cenar o qué sé yo, porque yo estaba hasta las 10 de la noche con las tiras.. Me pareció un buen momento y no me imaginé que tantos años después fuera a seguir vigente”, confesó en una autoentrevista que publicó en su página web, cansado de oír esa pregunta una y mil veces.
Tras su muerte en plena pandemia, los fanáticos de sus trazos agotaron muchos de sus títulos en las librerías porteñas. El primero fue “Todo Mafalda”, que desde entonces tuvo dos reimpresiones.
Cuestionadora, rebelde y anticapitalista, Mafalda marcó un recorrido que incluyó las páginas del diario El Mundo y del seminario Siete Días pero su polisemia no estaba sola, estaba acompañada por sus amigos Manolito, Felipe, Susanita, Miguelito y Libertad.
Su familia estaba compuesta por su madre (Raquel), una ama de casa con un pasado como pianista, un padre que trabajaba en una oficina e intentaba responder a los planteos de su hija mayor y Guille, el hermano más chico al que le gustaba la sopa y amaba a Brigitte Bardot.
Así como veneraba a Los Beatles, defendía la democracia, los derechos de los niños y la paz, Mafalda denostaba la sopa, las armas y la guerra y era la contracara de Susanita, esa niña que soñaba con casarse, tener hijos y no estaba dispuesta a incomodarse ni a cuestionar las reglas del mundo en el que vivía.
“Con todo el background y la historia universal del subgénero ‘grupo de pibes’ a sus espaldas -menos mochila que camino hecho: la melena de Nancy (nuestra Periquita), la brillantez de María Luz, la barrita de los Peanuts, la ternura de Little Lulu-, Quino supo contar, como siempre, otra cosa”, escribió Juan Sasturain el día de la muerte del dibujante. El escritor y actual director de la Biblioteca Nacional aseguró ese día que “incluso con todos los logros de su obra maestra absoluta, Mafalda puede ser leída también como un paréntesis entre preocupaciones mayores, una incursión en la historia, la crítica de costumbres y el comentario lateral de la actualidad que nunca resultó del todo cómodo para el mendocino universal”.
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