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En su primera novela, la autora da cuenta de una experiencia que representa a toda una generación y su herencia colonial
Con una narradora que es mujer, negra, británica y ejecutiva de finanzas, la ópera prima “Reunión”, de Natasha Brown, lleva el pulso de la rabia y la mirada desplazada y nítida de quienes viven reconociendo que la única meta es sobrevivir.
“Nacida aquí, padres nacidos aquí, siempre aquí, y sin embargo, nunca de aquí. Su cultura se convierte en parodia sobre mi cuerpo”, escribe la narradora de esta novela breve y potente, publicada por Anagrama y con traducción de Inga Pellisa. De manera fragmentaria, la protagonista encuentra en la escritura la herramienta para dar cuenta de su experiencia subalterna, situada y corporizada como mujer negra, profesional, joven, de familia de jamaiquinos. Una experiencia ambientada que se narra en primera persona pero que no es individual sino que representa a una generación de “nacidos aquí” pero a los que todo el tiempo se los enfrenta con el peso de la dominación social y cultural.
Una situación trascendental se presenta en la vida de la narradora -que no tiene nombre ni se sabe su edad, debe rondar entre los 30 y 40 años- y la hace reflexionar sobre el sentido de su existencia, con un gran registro del humor y del absurdo. ¿Qué debería haber dicho cuando le preguntaban ´originariamente´ de dónde era, de África, si ella nació en Gran Bretaña y sus papás también? ¿O cómo debería haber reaccionado cuando su compañero le habló de discriminación positiva en el momento en que decidieron darle el puesto a ella y no a él blanco y varón? ¿O cuando aceptó la invitación para dar charlas de diversidad e integración como baluarte de una empresa lucrativa? El colonialismo no cesa con el paso de las generaciones, como se piensan quienes mastican desde sus posiciones de privilegio la tolerancia como una conquista de la llamada civilización de las principales potencias contemporáneas.
Publicada en inglés con el título “Assembly”, la novela sigue el hilo conductor de la protagonista, una joven que tiene una carrera exitosa en el sector financiero, un departamento propio y un novio que proviene de una familia de clase alta europea. Claro, lo que todos borran de la experiencia es que si bien tiene todo eso merecedor de celebración, nunca alcanza porque no se pueden revertir siglos de violencia y dominación con casos singulares. Y por eso dice que “su cultura se convierte en parodia en su cuerpo”. Es el sentido práctico de su fisonomía, su cabello, su tradición, el que nunca se verá igual, aunque la diversidad esté de moda y haga crecer la imagen empresarial.
En el relato, la narradora se toma licencias en la temporalidad porque los pensamientos, la reflexión que se abre en una escena mientras mira la ventana o sale a dar una vuelta por una jardín ajeno, no sabe de cronologías ni tiempos. Sin embargo, parece haber en esta trama dos marcas que organizan el relato: el ascenso en su trayectoria profesional y cuando le anuncian una noticia que la llevará a tomar una decisión trascendental, de la que no hay marcha atrás.
El acoso, la incomodidad, la acusación, la mirada que juzga. En esos gestos, algunos pequeños y otros obscenamente inconcebibles para sociedades que se asumen “desarrolladas” y se arrogan la tolerancia y la cohesión como modelo logrado y ejemplar, transcurren las observaciones y las experiencias que cuenta la narradora de “Reunión”, donde la contracara siempre termina reproduciendo discursos aleccionadores y a veces imperceptiblemente dolorosos de los otros, como parte de esa “necesidad de afirmarse a sí mismo: de decirme a quién cree que pertenece este mundo”.
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Quizá la fuerza de esta novela sea su energía crítica, voraz y también divertida, como esta frase que se lee y resume mucho de la impronta: “Toda la vida me he guiado por el principio de que, cuando me enfrento a un problema, debo esforzarme por descubrir qué puedo hacer para superarme, o amoldarme, o trazar un camino que lo sortea, o excavar un túnel por debajo, incluso. Así es como me prepararon. Así es como nos preparamos, como enseñamos a nuestros hijos a abordar este lugar lleno de obstáculos, uno tras otro. Trabaja el doble. Sé el doble de bueno. Y, siempre, intégrate”.
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