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Séptimo Día |EL USO DE ESTE ÚTIL EN LA CONQUISTA ESPACIAL

Su Majestad, el lápiz

Un tubo de grafito envuelto en madera revolucionó el mundo y lo sigue haciendo. Los dos coleccionistas de La Plata: el arquitecto Vicente Viola y el ingeniero Edgardo “Piro” Lima

Su Majestad, el lápiz

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

6 de Octubre de 2024 | 05:30
Edición impresa

“Saquen un lápiz y el cuaderno” ordenaban las antiguas maestras. Y era como el “enciendan sus motores” en Indianápolis, porque así arrancaba con esa orden la añorada y noble educación en la Argentina. Fue arduo ser alumno con esas maestras y profesores tan exigentes, pero quién no los recuerda con respeto.

El agua corrió bajo los puentes y hoy, a pesar de que los lápices vinieron perdiendo protagonismo a manos de tantos apabullantes adelantos tecnológicos, hay quienes se oponen de plano a esa alternativa y los colocan como todavía vigentes actores educativos, culturales y científicos. En facultades, como en la de arquitectura, nada podría ser creado sin esos cilindros o prismas de madera con una barra de grafito en su interior.

Existieron grandes dibujantes con el lápiz y los críticos no dudan en mencionarlo a Leonardo Da Vinci como al maestro de todos. Hay retratistas del dibujo a grafito como Alberto Durero, Rembrandt, Rubens o Degas. En la época de Leonardo no se conocía aún el grafito, así que el artista inventó una aleación mineral que dejaba un trazo indeleble similar al del lápiz. Hay dibujos de Leonardo –como también de Miguel Ángel- que dejan al espectador con la boca abierta.

Da Vinci tuvo con su “grafito” propio –el verdadero y natural fue descubierto dos siglos después- una capacidad genial para dibujar estudios anatómicos, diagramas de máquinas, rostros y bocetos de la naturaleza. Fue acaso el primero que combinó arte y ciencia, para convertirse también en quien hizo escuela entre los ilustradores más geniales de la historia, según señalaron muchos críticos.

Referencias anatómicas de Leonardo Da Vinci

LA MODERNIDAD

“Si alguien hablara de la cosmonáutica que sigue en pleno desarrollo, conviene recordar que en el primer viaje espacial tripulado por hombre, el del ruso Yuri Gagarin -que fue en 1961, el primero en llegar al espacio exterior y completar por una órbita de la Tierra- los científicos soviéticos le hicieron usar lápices para que el piloto de la nave tomara notas y apuntara conclusiones con ellos”.

“Ocurre que las lapiceras y los bolígrafos, pese a ser más modernos, no funcionaban en el espacio porque al no haber gravedad la tinta no servía. Los estadounidenses de la NASA tardaron algo más en descubrir ese fenómeno y este es un argumento más que explica la vigencia intemporal del lápiz”, dice el arquitecto platense Vicente Viola, uno de los coleccionistas de lápices más famoso en el mundo.

Vicente Viola

Viola tiene en su casa ubicada en nuestra ciudad más de 22 mil lápices, algunos de ellos de enorme valor como el que adquirió en Italia, un lápiz de carpintero del 1800 por el que pagó buen dinero.

El escritor brasileño Paulo Cohelo (1947-), millonario en lectores, dedicó un elogio al lápiz, al que le encontró cualidades intrínsecas que revierten sobre quienes los usan. Una de ellas es la necesidad de afilar a los lápices y usar el sacapuntas. “Eso hace que el lápiz sufra un poco…y por lo tanto debes ser capaz de soportar algunos dolores, porque te harán mejor persona”.

“El lápiz siempre permite que usemos una goma para borrar aquello que está mal” y eso de autocriticarnos nos mantendrá en el camino de la justicia, añade, para después asegurar el lápiz no es la madera que lo recubre ni es su forma exterior, sino que lo sustantivo es el grafito que hay dentro de él. “Por lo tanto, cuida siempre lo que sucede en tu interior”. Y por último, el lápiz siempre deja una marca: “de la misma manera, has de saber que todo lo que hagas en la vida dejará trazos. Por eso, intenta ser consciente de cada acción”, añade Cohelo.

Viola pide “modestamente” agregar algunas cualidades a las que mencionó el poeta y ensayista brasileño. Aquí van algunas: -“Con el lápiz aprendimos a escribir y fue protagonista de tus primeros cuadernos”; -“Es limpio y no pierde tinta”; -“Es fiel, silencioso e inalámbrico”; “No usa cables ni baterías”; “Tiene aroma, color, sonido y sabor”; “Son económicos, democráticos y a él acceden todas las clases sociales”.

Ahora va otra referencia literaria, de las muchas existentes. En uno de sus primeros poemas, Alfonsina Storni decía que ella compró una vez en una esquina de la ciudad un lápiz por 10 centavos y que cuando le sacaba punta lo vio como si fuera “un cañón pequeño y fuerte”.

La mina de ese lápiz “estallaba en ideas”, señala para añadir que un día, distraída, lo guardó en su cartera entre pañuelos, cartas, resecas flores, tubos colorantes, billetes, papeletas y turrones. Así fue que una vez, caminando por la calle, debió hacer un movimiento rápido por el paso de un vehículo y allí sintió que “golpeando iba mi bolso con su bomba adentro”. En ese poema de juventud, escrito con un estilo pretérito, la idea y la imagen de Alfonsina de ver al lápiz como a una bomba resulta futurista.

No hace falta que ningún lector explore en su memoria buscando recordar los lápices que usó en su infancia o sigue usando ahora. Pueden ser los Faber Castell, Caran d’Ache, Alpino, Saetdler, Jaspers, Pelikan, Dupont, Comte, Bismark, Milan, Stabilo o de cualquiera otra marca. Podrían ser de mina negra o de colores, en cajas deslumbrantes que encandilan a los ojos. Se fabricaron los mejores en Alemania, Suiza, Italia, Estados Unidos o también en la Argentina.

Todos esos lápices y muchos más los tiene el arquitecto Viola, que además ha terminado por conformar un museo itinerante. La colección de lápices de este hombre resulta algo así como la octava maravilla.

Se puede comunicar con el coleccionista a través de su página web www.matetiviola.com.ar

LÁPICES MECÁNICOS

Pero también están los lápices mecánicos –llamados asimismo “portaminas mecánicos”- con una tecla o una goma en la punta superior que tienen varias ventajas frente al lápiz de grafito, entre otras su trazo uniforme. En los lápices de grafito el trazo se va como desgastando o engrosando y es preciso detenerse y sacarle punta. En cambio, en el portaminas el trazo permanece invariable. Dicen que es el predilecto de los arquitectos y de los historietistas que usan el grafito para sus dibujos.

Y aquí también ocurre que en La Plata hay un coleccionista de lápices mecánicos, el ingeniero Edgardo Lima, miembro de una conocida familia universitaria platense.

“Me gusta trabajarlos, tocarlos y usarlos. Y utilizo todos los días uno distinto, de modo que eso no lo hace un coleccionista y por eso digo que sólo soy un usuario” dice el profesional, que suele ir a San Telmo y a otros destinos a encontrar portaminas para sumarlos a su colección.

Edgardo Lima

Al ingeniero Lima lo conocen pocos por su nombre Edgardo; en cambio en La Plata todos lo llaman como “Piro” Lima, anteponiendo al apellido un apodo que le viene desde muy chico. Recuerda cuando “en segundo grado tomó con unos portaminas que se llamaban Otto Pen” y que fueron sus preferidos.

Tiene lápices a los que califica de caros y entre todos los que suma su colección menciona a los de fabricación suiza, los Caran d’Ache que, originalmente, provienen de Rusia en donde se llaman Karandash. “En realidad la palabra castellana lápiz se dice Karandash en idioma ruso”. Lo cierto es que Piru Lima tiene adicción a estos lápices mecánicos desde toda la vida.

ARGENTINOS

Será inevitablemente injusto realizar un listado de pintores y dibujantes argentinos que usaron el lápiz para concretar obras imperecederas, sobre todo en el sector de las historietas. Siempre quedarán grandes talentosos afuera de esas nóminas. Los lectores más veteranos pueden recordar a los grafodramas de Luis Medrano en La Nación, que describían desde el humor la realidad con una calidad de dibujo pocas veces vista.

Y cómo no hablar de la maestría de Roberto Fontanarrosa, del genio de Copi, de Cris, de Oscar Blotta. Colomba, Ciruelo Cabral, Carlos Garaycochea, Nik, Lino Palacios, Alberto Breccia, Caloi, Divito, Faruk, Liniers, Maitena, el enorme Quino –el más famoso en los cinco continentes, con textos traducidos a cien idiomas- Dante Quinterno o José Luis Salinas, que desde Buenos Aires dibujó durante décadas la historieta del Cisco Kid con una gran repercusión mundial. Pero, se insiste, hay que pedir perdón por las omisiones.

Está en discusión si la frase es de José Zorrilla (Don Juan Tenorio); de Juan Tirso de Molina en su también Don Juan; o de Juan Ruiz de Alarcón, en La verdad sospechosa. Pertenezca a quien sea, los lápices tienen pleno derecho a decir: “Los muertos que vos matais, gozan de buena salud”.

 

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