Osqui Guzmán: del miedo al llanto y del arrepentimiento al perdón

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A pocas horas de haber vivido un momento de violencia y discriminación en el subte B, luego de que una agente de policía le retuviera su DNI por considerarlo un “chorro” solo “por mi color de piel”, Osqui Guzmán aún transita un torbellino emocional que va desde el miedo paralizante hasta un perdón inesperado. El reconocido actor se convirtió, sin quererlo, en protagonista de una situación que lo llevó al límite, pero que también lo obligó a mirarse hacia adentro con honestidad.

“Tuve miedo, me paralicé y en un momento no podía hablar porque sentía que tenía los labios pegados”, recordó en diálogo con Clarín. Fue un episodio breve en tiempo, pero de esos que parecen eternos. Enfrentarse a una figura de autoridad desbordada, incapaz de escuchar, activó viejos miedos y nuevos dolores. “Escupir todo me ayudó, me descomprimió... Y llorar, llorar mucho me permitió descansar un poco más”, admitió. Llorar, en su caso, fue tanto un alivio como una forma de procesar el sin sentido.

La mujer policía que protagonizó el hecho, según Guzmán, era joven e inexperta, pero también “estaba fuera de sí, obnubilada, furiosa”: ella creía que él era un “chorro” porque “la cámara, el algoritmo, así lo había reconocido”. Una imagen que lo impactó: no por su violencia en sí, sino por la ausencia de humanidad en su accionar, como si respondiera a un guión automático, ajeno incluso a su propia voluntad. “No me escuchaba, estaba con su chip automatizado, repitiendo un modus operandi que no era propio”, relató.

El final del episodio, sin embargo, dejó una grieta por donde se coló algo inesperado: el perdón. Cuando todo parecía haber terminado, la agente se acercó y le pidió disculpas. “Me dijo algo así como ‘si querés, denunciame’... Pero decidí no denunciarla penalmente y perdonarla. ¿Quién soy yo para no hacerlo? Pensé que es una persona, un mortal que pudo tener un mal día, y que, de alguna manera, yo también había reaccionado”. Porque sí, Guzmán también reconoció su parte en ese intercambio: se defendió, alzó la voz, reaccionó, y hoy, desde la calma posterior, lo lamenta profundamente. “La violencia no se responde con violencia. Es una filosofía de vida que tengo, y yo también le pedí perdón a ella”.

El Ministerio de Seguridad inició un sumario interno para investigar lo sucedido, y aunque desde la Oficina de Asuntos Internos se comunicaron con Guzmán para formalizar una denuncia, el actor fue claro: no lo hará. Su postura, lejos de buscar represalias, busca cerrar el ciclo con humanidad. “No quiero que la sancionen”, afirmó con firmeza. Y fue más allá: “¿Qué pasaría si me la volviera a cruzar? La invitaría al teatro, le diría que ese del escenario soy yo, que la actuación es mi realidad. Creo que no habría mejor carta de presentación”.

Hoy, lo que queda en Osqui es un “fuerte malestar emocional” que no se borra fácilmente. Carga con tristeza, no sólo por el accionar de la agente, sino por su propia reacción. “No tendría que haber intervenido, no tendría que haber respondido a esa violencia. Yo no soy así”, dijo, con una mezcla de arrepentimiento y necesidad de reconciliación interna.

 

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