Curitiba, un plan admirado que posibilita la construcción de todos

La capital del estado de Paraná se convirtió en un modelo mundial por su planificación urbana sostenida, que permitió densificar sin perder espacios verdes

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Curitiba, la capital del estado brasileño de Paraná, es desde hace décadas una referencia obligada en materia de urbanismo. No sólo por su famoso sistema de transporte integrado o su extensa red de parques y corredores verdes, sino por algo menos visible y más determinante: la coherencia y continuidad de su plan urbanístico.

Durante años, la ciudad mantuvo lineamientos estrictos sobre cómo crecer, dónde densificar y qué áreas preservar. Esa consistencia le permitió convertirse en un laboratorio de políticas públicas urbanas que otros gobiernos observan con atención.

La proyección internacional se reforzó en 2023, cuando Curitiba fue declarada Smart City, un reconocimiento que destaca a las ciudades que combinan planificación inteligente, sostenibilidad, innovación social y eficiencia en la gestión del territorio. En un contexto global marcado por el aumento poblacional en áreas urbanas, la distinción puso nuevamente a Curitiba en el centro del debate.

Una de las claves de este modelo es que la ciudad logró crecer hacia arriba, minimizando la expansión sobre áreas rurales y productivas.
Su código de ordenamiento territorial, cuya primera versión se elaboró a mediados del siglo pasado, permitió habilitar construcciones de gran altura sin perder la escala humana ni la calidad ambiental del espacio público.
Hoy, Curitiba convive naturalmente con edificios de 124 metros, y desarrollos residenciales que alcanzan los 43 pisos. No son excepciones: forman parte de una política urbana que fomenta la densificación bien planificada, cercana a los corredores de transporte y con criterios de sustentabilidad.

Ese desarrollo vertical estuvo acompañado por un control férreo de la expansión urbana, garantizando que los bordes de la ciudad no avanzaran indiscriminadamente sobre áreas verdes o zonas agrícolas. Gracias a eso, Curitiba preservó parques, bosques urbanos y anillos ecológicos, que hoy funcionan como reguladores climáticos y elementos esenciales de su identidad.

Planificación sostenida:  la fortaleza del modelo

Mientras otras ciudades latinoamericanas crecieron con interrupciones políticas o cambios bruscos de prioridades, Curitiba mantuvo un rumbo estable.

Las actualizaciones a su plan regulador fueron graduales, siempre orientadas por la misma lógica: mejorar la calidad de vida sin perder capacidad de crecimiento.

Ese marco permitió atraer inversiones, ordenar la localización de viviendas y servicios, y consolidar un estilo urbano donde el transporte público, la densificación y la preservación ambiental no compiten entre sí, sino que se potencian.

Europa y la crisis habitacional

La tendencia global a permitir construcciones cada vez más altas también llegó a Europa, aunque por motivos distintos.

En Alemania -y especialmente en Berlín- la escasez de vivienda es tan marcada que empuja a reformar códigos de edificación que habían permanecido rígidos durante décadas.

El gobierno alemán avanza en una legislación que permitirá a las autoridades locales aprobar con mayor rapidez proyectos de vivienda, incluso cuando no cumplan completamente con ciertas normativas tradicionales, siempre que tengan destino habitacional. La urgencia social obliga a flexibilizar reglas: densificar se vuelve una necesidad más que una opción.

En paralelo, ya está en marcha la construcción de un rascacielos residencial de 176 metros, que será el más alto del país cuando finalice a fines de 2026. Su sola existencia marca un cambio de época: Europa, históricamente reacia a los rascacielos residenciales, empieza a aceptar que crecer en altura es una estrategia viable ante la falta de suelo disponible.

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