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Hablar de sexo: lo que hay detrás de tabúes y charlas incómodas

Si bien los especialistas invitan a abrirse con estos temas, en los hogares no abundan las charlas amenas. Son varios los testimonios que señalan diálogos “espinosos” o “trabados”. ¿Por qué sucede?

Hablar de sexo: lo que hay detrás de tabúes y charlas incómodas

No todas las charlas privadas sobre sexo pueden ser amenas / Freepik

25 de Mayo de 2025 | 06:29
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A pesar de que vivimos en una era hiperconectada y sobreinformada, hablar de sexualidad en el ámbito familiar sigue siendo, para muchas madres y padres, un terreno incómodo y lleno de silencios. La escena se repite en distintos hogares del país: preguntas que se evaden, respuestas que se diluyen en eufemismos y gestos que prefieren eludir antes que explicar.

Este diario realizó una ronda de consultas con lectores del diario para saber cómo se vinculan con sus familiares para hablar de relaciones sexuales.

Oscar, 62 años: “Siempre me consideré un tipo abierto con mis hijos, nunca fui de esos padres que se escandalizan por una palabra o un tema, pero la verdad es que con el sexo nunca logré un diálogo fluido. No porque no quisiera, sino porque cada vez que intentaba sacar el tema, se hacía un silencio incómodo. Sentía que no sabían cómo responderme o que preferían esquivarlo. Tal vez tiene que ver con que yo tampoco tuve ese modelo: con mi viejo nunca hablamos de estas cosas, eran otros tiempos y el silencio era la norma. Me da pena no haber podido construir algo distinto, aunque lo intenté”.

Maribel, 71 años: “Con mis hijos hablé de sexualidad desde que eran chicos. Siempre les inculqué que se cuiden, que respeten y que se respeten. Cuando crecieron, tuvimos charlas muy profundas sobre sus vínculos, sobre sus relaciones íntimas, sobre lo que sentían. Me emociona pensar que confiaban en mí para contarme esas cosas. Supongo que eso viene de mi mamá: con ella hablaba del cuerpo, de las emociones, del deseo, desde muy temprana edad. En mi casa nunca fue un tabú, y yo decidí seguir ese camino con mis hijos”.

 

La falta de diálogo responde a una carencia de herramientas para abordar el tema

 

Estevan, 35 años: “Fui papá a los 22, y aunque siempre estuve presente en la vida de mi hijo, cuando se trata de hablar de sexo me siento como hablando con una pared. Me doy cuenta de que esquiva el tema, que no le interesa o que le incomoda. Intenté sacar conversaciones cuando empezó la secundaria, pero se me cierra. No sé si es porque me ve como muy joven o porque siente que esas cosas las habla con sus amigos o en la escuela. Me frustra, porque no quiero que pase lo mismo que conmigo, que aprendí todo por fuera de casa”.

Aylén, 20 años: “siempre quise hablar de sexualidad con mi mamá, pero no hay caso. Cada vez que intento sacar el tema, cambia de conversación o me dice que eso no se habla. Me crié con muchas dudas, muchas cosas las tuve que averiguar sola o hablarlas con amigas. Me hubiese encantado poder tener esa confianza con ella, pero siento que no se siente cómoda. Y cuando alguien no se siente cómodo, es como que te cierra la puerta sin decirlo. A veces pienso que tiene miedo de lo que le pueda contar o de no saber qué decirme”.

EL DIÁLOGO ES CLAVE

Según advierten psicólogos, esta falta de diálogo no sólo responde a tabúes heredados de otras generaciones, sino también a una carencia profunda de herramientas con las que los adultos puedan abordar estos temas con claridad y naturalidad. “Si a nosotros no nos hablaron, ¿cómo vamos a saber cómo hablarles a nuestros hijos?”, reconocen muchos progenitores en consulta.

La consecuencia de este silencio, coinciden terapeutas familiares, es una juventud que busca información —y muchas veces desinformación— en internet, en el grupo de amigos o en redes sociales, quedando expuesta a riesgos innecesarios. Desde el campo de la sociología se señala que el tabú en torno al sexo no solo inhibe el conocimiento del propio cuerpo, sino que contribuye a perpetuar estigmas, inseguridades y decisiones mal informadas. “No hablar de sexualidad no evita que exista, solo deja a los chicos y chicas solos frente a ella”, aseguran voces del ámbito educativo y social. En ese vacío comunicacional, la sexualidad se vuelve un tema de misterio, vergüenza o peligro.

En cambio, cuando las familias se animan a abrir la conversación desde edades tempranas y de manera progresiva, los efectos positivos son tangibles: mayor confianza entre adultos e hijos, decisiones más responsables y una autoestima sexual más sana. Los coaches ontológicos insisten en que generar un espacio sin juicios, donde los chicos puedan hacer preguntas sin miedo, es clave para que el aprendizaje fluya de manera constructiva. “No se trata de dar una charla única, sino de estar disponibles para cuando surja la duda, la situación, la inquietud”, destacan desde ese enfoque. La educación sexual, así entendida, se convierte en un proceso continuo de acompañamiento, no en una charla incómoda y forzada.

Sin embargo, el peso cultural sigue siendo fuerte. Muchos padres sienten que no tienen el vocabulario, la información ni el respaldo emocional para romper con lo que vivieron de chicos. Por eso, tanto psicólogos como educadores proponen empezar por desarmar la propia vergüenza, para poder transmitir otra cosa. “Lo que no se nombra, no se piensa. Y lo que no se piensa, no se elige”, advierten. Hablar de sexualidad en casa es mucho más que prevenir embarazos o enfermedades: es habilitar el derecho a una vivencia del cuerpo con conciencia, autonomía y respeto, algo que empieza mucho antes del despertar sexual y que, sin dudas, necesita del acompañamiento adulto.

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