Se deben profundizar los controles frente a los ruidos molestos

La valoración del medio ambiente y la consiguiente necesidad de ofrecerle a los habitantes herramientas de defensa frente a los diversos tipos de contaminación no sólo han sido principios recogidos por las nuevas cartas constitucionales y por las leyes, así como por la creación de múltiples organismos que apuntan hacia esos objetivos, sino que también se ha venido reflejando en la creciente vigencia de criterios culturales acordes a esos objetivos.

Sin embargo, subsisten muchas cuestiones en las que no se registran avances sustanciales y concretos, como ocurre, por ejemplo, con los numerosos casos de contaminación sonora. Los llamados ruidos molestos continúan convirtiéndose en una de las agresiones más comunes y menos fiscalizadas.

Sobre este punto existe una situación planteada por vecinos de un club ubicado en el Barrio Norte de nuestra ciudad, que protestan por los ruidos que causan las fiestas nocturnas que se realizan en su sede y que impiden el descanso. Luego de poner de relieve que presentaron denuncias ante Control Urbano, sin obtener respuestas, dijeron que el volumen de la música que se propala durante las fiestas les impide el descanso, entre otras ulterioridades.

Tal como se informó, funcionarios de ese organismo detallaron a este diario que desde Control Urbano se tomó contacto con diferentes clubes para que pongan en condiciones sus sedes, de modo que puedan realizarse esos encuentros sin alterar la vida de los barrios. Cabría recordar que el problema reproduce a otros registrados hace muchos años, algunos de los cuales concluyeron en los tribunales platenses, a partir del ruido causado por la actividad de los clubes situados en zonas densamente pobladas.

Lo cierto es que, pese a los cuadros normativos, vigentes pero en gran medida virtualmente teóricos- muchos vecinos de nuestra región continúan especialmente indefensos frente al bombardeo de una contaminación sonora que se presenta en distintas formas, ya sea la que plantean los boliches o clubes nocturnos en zonas densamente pobladas como la que suelen producir no pocas industrias y la modalidad de los escapes libres de los distintos automotores.

Puede hablarse también del caso muy común de algunos automóviles que disponen de poderosos equipos de música -de tal magnitud que muchos de ellos virtualmente anulan el asiento posterior y el baúl para instalar los poderosos parlantes- y que muchas veces se desplazan propalando música a todo volumen frente a inspectores o policías que no los detienen. Esta pasividad de los agentes es ciertamente demostrativa del escaso o nulo empeño que ponen las autoridades para combatir a la contaminación sonora.

Los especialistas han coincidido, a través de muchos testimonios, a la hora de señalar que en la Región existe piedra libre para los ruidos molestos. Ninguna autoridad se siente conminada a actuar, pese a que las leyes así se lo prescriben.

Es de esperar, entonces, que desde el Estado se le preste atención al problema de la contaminación sonora, que es crítico, que incide de manera directa y muy negativa sobre los vecinos y que, en términos más generales, constituye un ataque a la mejor calidad de vida que merecen todos los habitantes.