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Pasión y nostalgia alrededor de los viejos discos de vinilo

A pesar de que ya no se fabrican, son considerados objetos de culto por centenares de platenses que los buscan en un circuito de disquerías que se conoce de boca en boca. La costumbre coincide con el estreno local de una película que ahonda en esta afición y una reciente exposición de tapas de long plays en la Biblioteca Nacional. Ambas devolvieron al viejo LP al centro de la escena

Pasión y nostalgia alrededor de los viejos discos de vinilo
24 de Septiembre de 2000 | 00:00


Una heterogénea mezcla de coleccionistas obsesivos, nostálgicos empedernidos y DJs enrolados en lo más vanguardista de la música tecno, coincide en recorrer periódicamente un circuito de viejas disquerías locales y porteñas donde todavía reina el disco de vinilo, a quince años de que la música grabada en compact-disc comenzara a desplazarlo hasta provocar que dejara de ser fabricado -salvo en casos muy aislados- en todo el país.
A contramano del reloj, los fanáticos del vinilo no se rinden: alegan razones de calidad sonora, intereses de coleccionistas y cuestiones afectivas vinculadas fundamentalmente al arte de tapa de los discos, para justificar su devoción por un soporte técnico de la música abandonado casi definitivamente por la industria.
Una devoción alrededor de la cual hoy se nuclean platenses de edades que oscilan entre los 30 y los 45 años, pero a la que no escapan algunos adolescentes de 15, ni aquellos que hace rato dejaron los 60, según reconocen en los pocos negocios platenses donde estos discos se siguen vendiendo, en todos los cuales se coincide en hablar de "clientelas estables y muy files de alrededor de 40 fanáticos".
Muchos de esos adeptos se sintieron identificados esta semana por el estreno en La Plata de "Alta Fidelidad", una película que relata la historia de un grupo de amigos nucleados alrededor de los discos flexibles y negros, convertidos en elemento central de sus vidas. Pero no fue ese el único signo que, en los últimos días, los cultores del vinilo interpretaron como una tendencia a la reivindicación: otro fue la reciente exposición, en la Biblioteca Nacional, de más de 120 portadas originales de viejos long plays, entre ellas muchas diseñadas por artistas reconocidos como Pérez Celis, Antonio Berni o Juan Carlos Castagnino.
Los fanáticos del vinilo consideran, además, a su pasión como "un involuntario aporte a la conservación del patrimonio cultural, en un país muchas veces desaprensivo, no sólo con los ejemplares de viejos discos -que suelen tirarse a la basura en las casas- sino también con las matrices de las grabaciones que se han perdido definitivamente a través de los años".
Desde las disquerías especializadas se describe al fanático del vinilo platense como una persona habitualmente informada, por lo general mayor de 30 años, muchas veces interesados en rarezas que no fueron reeditadas en compacto o buscador de viejas ediciones remotas por cuestiones afectivas.
Tangos que no fueron reeditados; rarezas de jazz y rock con el arte de tapa y la ficha técnica original; rock sinfónico y hasta grabaciones de poemas y cuentos de Neruda, Cortázar y Juana de Ibarborou leídos por sus propios autores, se cuentan entre las grabaciones más pedidas.
Los fanáticos encuentran precios de los más variados. Desde los discos que cuestan un peso hasta aquellos por los que se pagan precios superiores a los de los compactos (alrededor de 20 pesos). Con todo, el precio promedio que abonan por los viejos vinilos es de alrededor de 9 pesos, según calculan en las disquerías especializadas, donde se afirma que algunos fanáticos ni siquiera compran: canjean.
"Como ya no se fabrican, los vinilos que se ofrecen en la Plata provienen de colecciones particulares que se venden, de personas que tuvieron disquerías y se quedaron con mercadería o del canje de los propios interesados", dice Isabel Alonso desde uno de esos negocios, donde reconocen que cada vez resulta más difícil conseguirlos.
Dueño de una colección particular de más de 2.000 álbumes, (entre ellos "varias joyas de música medieval, canto gregoriano y jazz"), Enrique Pizarro se lamenta, desde otra de esas disquerías, por "la cantidad de discos de los que la gente se deshace sin pensar que forman parte de nuestro patrimonio cultural. En ese sentido, creo que los coleccionistas hacemos un trabajo involuntario de conservación y defensa de ese patrimonio. Pero se trata de esfuerzos aislados e insuficientes que se pierden en un país donde las matrices de las mejores placas discográficas de tango se vendieron como bronce viejo. Hoy esas grabaciones están agotadas y son inconseguibles".

Dueño de una colección de más de 2.000 discos de vinilo, Enrique Pizarro (41) dice que "aunque aislada, la tarea del coleccionista sirve para conservar el patrimonio cultural en un país desaprensivo, donde muchas matrices de grabaciones de tango fueron vendidas como bronce viejo".

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