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Tócala de nuevo, Pipo

A 40 años del nacimiento de la "Canción del Auto Nuevo", convertida en un clásico de la música infantil, Pipo Pescador recuerda en esta nota cómo se gestó ese éxito y repasa los inicios de su carrera en La Plata. Las primeras actuaciones en un sótano de la calle 48, su paso por Bellas Artes y por distintas comisarías, adonde lo llevaban detenido con frecuencia a fines de los ´60 por usar el pelo largo y ropa hippie. Mientras prepara una película, un disco de canciones de cuna que se edita en España y un espectáculo de tangos, el artista analiza al espectáculo infantil de hoy y se preocupa por el futuro de la infancia. Fotos: Gonzalo MainoldiPor OMAR GIMÉNEZ

Tócala de nuevo, Pipo

Tócala de nuevo, Pipo

26 de Octubre de 2008 | 01:00
Pocas canciones se ajustan más a aquello de "una que sepamos todos" que la "Canción del Auto Nuevo". ¿A ver cómo era?: "El viajar es un placer/que nos suele suceder/en el auto de papá/nos iremos a pasear". Y el estribillo: "Vamos de paseo (tí-tí-tí)/en un auto feo/pero no me importa/porque llevo torta". Cuarenta años pasaron desde que el tema fue compuesto y Pipo Pescador -su autor- recuerda en detalle las circunstancias de aquel nacimiento. "Viajaba en taxi a animar el cumpleaños de un chico que se había quebrado una pierna. Y necesitaba un recurso para que el cumpleañero pudiera participar aunque estaba obligado a quedarse sentado. Entonces me fijé en el taxista. ¡Era eso! Había que hacer una canción para que todos los chicos de la fiesta jugaran sentados a que manejaban un auto. Y ahí nomás armé el boceto en un papelito".

Como todos los grandes éxitos (León Gieco dixit), la canción salió de un tirón. Lejos estaba entonces su autor de imaginar que se convertiría en un símbolo de la música para chicos en América latina y en España. Hoy suma más de 2.000.000 de ejemplares vendidos en todo el mundo, fue traducida a cuatro idiomas y recreada por numerosos artistas. Desde Gaby Fofó y Miliki a Diego Capusotto (éste, en tono de parodia). Desde las Trillizas de Oro hasta el Topo Giggio. Y es "el himno de los chicos en España" compitiendo cabeza a cabeza con el Cumpleaños Feliz, se enorgullece Pipo.

El tema se convertiría también en el caballito de batalla de la carrera de su creador, quien no sólo incursionó en la música y la actuación, sino también en el cine (Luces de mis Zapatos/1973) en la literatura infantil (lleva más de 30 libros editados) y hasta en la militancia ambiental: las marchas contra la pastera Botnia, en Gualeguaychú, tienen como banda de sonido una canción de Pipo Pescador, quien nació en esa ciudad, y que dice: "el que arruina este hermoso vergel (por el Río Uruguay) está haciendo un triste papel".

Sentado en el living de su coqueta casa en Palermo, entre antigüedades, tapices, libros y pinturas, Pipo Pescador hace memoria...pero no logra recordar si a aquel taxi venturoso que le abrió las puertas del corazón de los chicos de varias generaciones lo tomó en Buenos Aires o en La Plata.

La duda surge porque, a finales de los '60 su vida transcurría entre ambas ciudades. Y porque La Plata fue el escenario de sus primeros pasos como artista: Pipo llegó a la ciudad con 17 años para cursar la carrera de Escenografía en la facultad de Bellas Artes. Claro que aquel chico que animaba fiestas infantiles y hacía trabajos como asistente de escenógrafo en la Comedia de la Provincia para ayudarse con los estudios respondía todavía al nombre de Enrique Fischer. Pero el germen del que sería Pipo Pescador comenzó a nacer en la ciudad, admite.

"Mis primeras actuaciones fueron en un sótano de 48 entre 7 y 8 que se llamaba La Cueva de Felipe y que era de Laura Mariani. Actuábamos a dúo con un compañero que se llamaba Alfredo González animando cumpleaños los sábados y domingos. Y aunque todavía no usaba la boina y los chalecos de colores que con el tiempo identificarían al personaje de Pipo Pescador, ya cantaba muchos de los temas que integrarían más tarde mi repertorio, como La Marcha de los Antisopas, El Eco, El Canguro o Carlitos Chaplin", recuerda.

Aquel incipiente Pipo platense era más parecido a un trovador, agrega. Una "mezcla de linyera divertido y de figura 'hiposa'", con sus vaqueros "pata de elefante", anillos en todos los dedos a lo Ringo Starr, sus zapatos con plataforma y su pelo muy largo que hacían que más de una noche terminara en alguna comisaría, porque a fines de los ´60, principios de los ´70, toda persona con el pelo largo era sospechosa".

Completaba la imagen el acordeón Cirila, un regalo de su padre que se trajo desde Gualeguaychú y que lo acompañaría en buena parte de su carrera, primero en la Argentina y después en España.

CAJITA DE RECUERDOS

Pipo hace un silencio largo cuando se le pregunta qué representa La Plata para él. Elige cuidadosamente las palabras y después dice que "es una cajita donde guardo los recuerdos de mi juventud". Y enseguida se ocupa de desgranar esos recuerdos uno por uno, deteniéndose en los detalles: las largas colas para comer en el comedor universitario y todo lo que éste representaba como construcción política par los estudiantes de la época; las fiestas en los departamentos estudiantiles donde "estábamos todos hacinados y no entraba un alma"; las clases de Carlota Beitía, Saulo Benavente y Manolo López Blanco en la entonces Escuela Superior de Bellas Artes; los espectáculos que protagonizaba en el salón de la escuela, acompañando películas mudas con su piano; la casa donde vivía en 16 y 44...Y por supuesto, las marchas por la calle siete "cuando reivindicábamos los derechos de los estudiantes y la policía nos corría con los caballos".

Y hay más en el álbum de fotos de su memoria: la catedral sin sus torres laterales, las tardes de cine en el Select -"al que iba siempre, porque mi familia estaba relacionada con los dueños y yo no pagaba entrada"-, la cerveza con maníes en la confitería Cabildo, "donde te daban toneladas de maníes y por eso íbamos todos los estudiantes".

Tanto quiere a La Plata Pipo Pescador que siempre que puede vuelve y muchas veces lo hace desinteresadamente, para ayudar. La última vez, recientemente, lo encontró tocando el acordeón en el jardín platense adonde va su sobrina nieta. Un libro de Roberto Marcos editado hace poco recuerda sus frecuentes colaboraciones con la ex Casa Cuna. Y cuando se le pregunta con qué otras entidades platenses colabora, Pipo pierde súbitamente la memoria: "no me pidas que te las nombre porque no me acuerdo", dice el también padrino del Teatro La Nona y, modesto, trata de cambiar rápidamente de tema.

Con todo, reconoce que esta ciudad de La Plata -que en la última visita se encargó de recorrer- es muy distinta de aquella en la que le tocó crecer, entre los 17 y los 23 años, cuando salían a pintar a las calles a instancias del profesor de Paisaje, eligiendo sitios como la estación ferroviaria de Tolosa o el puerto de Berisso para instalar sus caballetes.

"La Plata cambió mucho; no es más esa ciudad de aspecto sereno y europeo, que parecía una pequeña Bruselas; esa ciudad monumental, con parques y edificios maravillosos con una escala arquitectónica notable por la proporción entre las edificaciones y el entorno", dice, nostálgico de esos años en los que en los ratos libres escuchaba a Los Beatles, Los Rolling Stones y Los Náufragos y en el escenario recreaba temas de María Elena Walsh. Y claro, los de su autoría, en un momento en el que "todavía no existían los artistas para chicos y a mi me movía el deseo de crear".

UN ELEMENTO NUEVO EN LA MUSICA INFANTIL

Lejos de ese atuendo con reminiscencias hippies que llamaba al escándalo en La Plata sesentista -todavía recuerda a la señora que desde la ventana de una vieja casa le gritó "usted debe ser el asesino de la Sharon Tate", pronunciando textualmente el nombre de la mujer del cineasta Roman Polanski asesinada por el clan Manson-, Pipo hoy viste sobriamente, de saco y corbata. Tampoco tiene a mano a su acordeón Cirila. En su lugar hay en su sala un piano reluciente en el que, así como al pasar y en medio de la charla se da el gusto de tocar algún tango.

A la luz de los años mira con otros ojos el impacto de "El Auto de Papá". Dice que tenía de particular el ser una "canción jugada" a través de la que pudo consumar una de sus principales inquietudes artísticas de sus comienzos: hacer participar a los chicos a través de una dramatización que iba necesariamente ligada a la ejecución del tema.

"En esa época no se usaba. Yo fui el primero que fomenté la participación de los chicos en el espectáculo; hasta entonces, sólo miraban. Después me lo copiaron hasta el hartazgo. Mire: a mi me robaron mucha plata en materia de derechos de autor por utilizar sin autorización ´El auto de Papá´. Pero lo peor es que me robaron algo que no estaba dentro del derecho musical que era la puesta en escena de la canción, una cuestión por la que discutí siempre".

Pipo también es crítico a la hora de analizar a la actual oferta del espectáculo para chicos. Dice que sólo escucha "más de lo mismo" y opina que los últimos referentes del género "no tienen rango".

"La tele fabricó ídolos infantiles durante 20 años y todos son lo mismo: nacen, crecen, se reproducen y mueren. Todos duran un año y medio como mucho y algunos pocos han llegado a resistir dos años. Son artistas que no han podido afianzarse porque no han traído algo conmovedor. No tocan el corazón del público, no se afianzan y no lo conquistan. Creo que somos pocos los que con los años seguimos vigentes. Entre ellos rescato a Carlos Balá, el único que ha sabido permanecer en el corazón de los chicos", opina.

Después reconoce que es en España, donde actualmente tiene en marcha varios proyectos, no en la Argentina. Y en ese sentido, opina que el espectáculo infantil tiene hoy poco interés comercial en el país, sobre todo para la televisión.

"Todo empezó a complicarse cuando empezaron a poner géneros para adultos a competir con los programas para chicos. Así es imposible. A mi me tocó vivirlo y se me hacía muy difícil, cuando tenía que competir con un teleteatro, por ejemplo", asegura.

Los motivos por los que dejó la pantalla, a principios de los ´80 fueron otros, más oscuros. Todavía recuerda el llamado intimidatorio que recibió en su propia casa, cuando una voz le advitió que ´en las pantallas argentinas no había lugar para maricones´".

Cuando piensa en ese incidente Pipo Pescador -padre de Carmela y abuelo Guillermina, ambas radicadas en España- reflexiona: "toda dictadura trata de homogeneizar el pensamiento de la gente, especialmente el de los chicos. Y yo, que hacía un programa que se llamaba Rocky Rock, escapaba a los patrones por el pelo largo y por mi imagen hippie. En esa época tener el pelo largo equivalía a ser puto, loco o comunista para los que estaban en el poder. No había muchas opciones. Así que me fui".

La vida lo llevó a España y allí hoy tiene sus principales proyectos: los inmediatos son difundir un disco de nanas de su autoría recién editado y filmar una coproducción hispano-argentina con un mensaje conservacionista.

"Quería que mi nieta actuara en la película, pero el INCAA rechazó el proyecto por considerarlo sin interés infantil ni educativo. Entonces apelamos. Sé que tarde o temprano a la película la vamos a hacer y va a tener todas las canciones de Pipo Pescador. Pero mi miedo es que se concrete cuando mi nieta ya sea muy grande y no pueda actuar", comenta.

En España, cuenta, hace un promedio de 30 shows anuales. En Argentina ninguno. ¿Porqué?: "porque los circuitos para trabajar en el país están cortados. No están dadas las condiciones. Los teatros de la calle Corrientes están copados por la televisión. Y el off es complicado, porque la gente es difícil que vaya fuera del circuito de paseo en vacaciones. También hay que hacer producciones grandes, que son muy costosas sobre todo si uno no cuenta con la televisión".

Mientras tanto, Pipo divide su tiempo entre la música, la literatura y la elaboración de un disco de "tangos insolentes", éste para grandes. Y se preocupa por la situación de la infancia.

Esa preocupación aparece en un ensayo que prepara por estos días y que tituló "La Niñez Quebrada". En él plantea que los niños han perdido ingenuidad y que están insatisfechos y se pregunta "¿en qué fallamos?", además de promover que se evite que los chicos accedan a tantas expresiones "cargadas con un alto voltaje de desencanto".

Sin embargo y aunque reconoce que hoy la niñez es distinta a la de 40 años atrás, no duda en que la reacción infantil es la misma cuando empiezan a sonar los acordes de la "Canción del Auto Nuevo". Y para ilustrarlo remite a su reciente actuación en el jardín platense, donde va su sobrina nieta: "empecé a tocar y a los cinco minutos se vuelven locos. Hasta ese momento no sabían quién era Pipo Pescador. Pero al rato no querían que me fuera".

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