Una alegría que no se termina

El hincha de Estudiantes puede inflar el pecho de orgullo. En los últimos años, su equipo no para de regalarle emociones destinadas a quedar en la memoria como batallas épicas libradas por verdaderos gladiadores de la pelota. Y siempre desafiando la adversidad. Puede estar cuatro puntos abajo de Boca, como en el 2006. Puede tener que visitar a Cruzeiro con la obligación de ganar en las mismísimas tierras del Mineirao, como el año pasado. O Puede incluso quedar sin su mejor jugador del torneo y sin su referente dentro y fuera de la cancha, como ayer, y este equipo, este plantel, se reinventará una y otra vez para demostrar que, aunque el tiempo pase y los obstáculos se multipliquen, la alegría de toda la familia pincharrata tendrá siempre otro capítulo para enriquecer su gloriosa historia.

Al margen de cómo termine este campeonato, hace tiempo que Estudiantes demostró no sólo ser uno de los mejores equipos del país, sino también uno de los más fuertes de este continente y, como lo marcan las estadísticas de FIFA, también del resto del mundo. Pasan los años pero este club sigue haciendo historia. En este 2010 no sólo volvió jugar otra final internacional: también peleó los dos campeonatos locales que disputó. Y eso, se sabe, es un lujo futbolístico que muy pocos equipos se logran dar. Un lujo que agiganta la historia de este club plagado de mística y, de paso, a fuerza de triunfos y hazañas, se encarga de escribir nuevas páginas para una futura generación que, cuando pase el tiempo y las páginas de los libros y los diarios se vuelvan amarillas, sabrá que en el comienzo del siglo XXI Estudiantes de la Plata tuvo un equipo que marcó una época dentro del fútbol argentino.

Hace apenas unos días ya lo había dicho el propio Sabella: no puede haber hincha que no esté orgulloso de este equipo. Y esa definición bien le cabe al andar de este club en las últimas temporadas ¿Cómo no estarlo si Estudiantes logró en 2006 remontar un campeonato que parecía imposible y ganarle una final a Boca cuando nadie lo esperaba? ¿Cómo no inflar el pecho de orgullo y emoción si logró, hace apenas un año, hacer terrenal a este Barcelona gigante al cual el mundo futbolístico le rinde pleitesías? Cómo no estar orgulloso si este plantel termina peleando casi todo lo que juega. Ocurrió en el 2008, cuando despidió el año jugando la final de la Sudamericana. Volvió a pasar en 2009, año en que arrancó antes que nadie por el repechaje ante el Cristal y finalizó el primer semestre después de todos por la Copa en Brasil. Y vuelve a suceder ahora, animando el torneo del primer semestre y volviendo a pelear el que cierra el año.

Es imposible que las palmas no se vuelvan rojas. Cómo no aplaudir a un equipo que se entrega al máximo, que corre como si nunca hubiese ganado nada y que, como se vivió ayer, se anima a humillar a River en pleno Monumental sin la presencia clave y vital de Juan Sebastián Verón. Y aunque hace rato que este equipo demostró ser un señor plantel que no depende de uno sino de todos, resulta imposible disimular la ausencia de este verdadero estandarte del protagonismo pincharrata.

Es que tal vez sea a partir de Verón que pueda explicarse este momento de la familia de Estudiantes. No es casual que la gloria haya vuelto a aparecer en las vitrinas albirrojas el mismo año que uno de sus hijos pródigos dedidió regresar a casa. Aunque en el fútbol no suele haber demasiadas lógicas y sí muchas razones que la razón no entiende, es un hecho innegable que el día que Verón decidió pegar la vuelta y rechazar un contrato millonario del Inter de Italia, Estudiantes de La Plata revivió como un viejo guerrero que se había olvidado de pelear y de pronto, como por una brujería, recuperó la más ricas de las memorias. Dentro y fuera de la cancha. Con títulos, con hazañas, con un crecimiento que parece no tener techo.

Hace ya un tiempo que aquí en La Plata el nombre completo de este ídolo albirrojo se repite en recién nacidos a modo de tributo inquebrantable. Dentro de algunos años, serán muchos los pibes que en un día preguntarán "Ma, ¿por qué me llamo Juan Sebastián?", y la respuesta estará cantada. Es imposible que los hinchas, todos los hinchas del Pincha, no se sientan orgullosos de tener un referente como él. Pero mucho más imposible, hay que decirlo, es que alguno de esos hinchas no se sienta un auténtico privilegiado de ser, a lo largo de todos estos años, testigo de una época que ya está marcada a fuego en todos los corazones que acunan la pasión por el León. No importa lo que suceda al final de este torneo. Estudiantes de La Plata, hace rato, demostró haberse ganado su lugar entre los mejores.