Un platense hizo cumbre en el Aconcagua

Nació en La Plata, se crió en el barrio de 29 y 65, hizo la primaria y la secundaria en el colegio San Pío X, se recibió de odontólogo en la UNLP, a los 27 años se mudó a la capital federal, y a los 37, una semana atrás, hizo cumbre en el Aconcagua, que con 6.962 metros de altura es el pico más elevado del cordón andino. La experiencia fue para Juan Leandro Petrillo "muy gratificante" porque a esa cima se llega, "no con el cuerpo, que te abandona, sino con el corazón, porque falta el oxígeno pero queda como combustible el amor de la gente que te quiere", concluye ya repuesto del duro desafío que se propuso y cumplió.

Su momento en la "cúspide" no lo olvidará jamás. El martes 9 de febrero, a las 15, se mantuvo, gracias a un gran esfuerzo de hiperventilación, 20 minutos en la helada cumbre mendocina, tiempo suficiente como para admirar un paisaje reservado sólo a los audaces y posar para las fotos que dan muestra de la hazaña.

De contextura corporal media -1,73 metro de altura, 78 kilos-, corredor de carreras de aventura y participante asiduo de maratones y triatlones, Petrillo se le animó al "Coloso de América" después de tres años de una intensa preparación que le ocupó tres días de la semana en el gimnasio, cuatro con trabajo aeróbico y otro tanto con natación -el entrenamiento anaeróbico que requería para saber dominar la falta de aire-. "Tengo una profesión de mucho consultorio, y con este proyecto le encontré la vuelta a la rutina con algo que me apasiona", confiesa.

El montañista ("no soy escalador", aclara marcando las distancias y señalando el respeto que le inspiran quienes alcanzan las altas cumbres en una categoría superior) llegó el 30 de enero a Mendoza junto a su compañero de equipo, Santiago Mattheus (33). Munidos de una mochila con una bolsa de dormir, agua potable y víveres, y vestidos con ropa apta para soportar más de 20 grados bajo cero y cortar vientos que superan los 90 kilómetros, hicieron la primera noche en Confluencia, a 3.500 metros del nivel del mar.

A partir de esa altura la intemperie se presenta con todo su rigor y a medida que se asciende hay que cambiar el calzado por otro de mayor protección, las descomposturas se hacen frecuentes, hay que aumentar un litro cada mil metros del agua diaria que se consume y aguantar los desequilibrios de un organismo que en ese contexto no vive; apenas sobrevive y si está entrenado.

Sin embargo, con el dolor insoportable de las uñas encarnadas, casi sin poder dormir y un frío que hasta entonces desconocía, para Petrillo el único fantasma que aparecía era el de no poder cumplir su sueño. "Nada más le tuve miedo a eso, a no resistir la hostilidad de la montaña y no llegar", cuenta.

La única frustración que trajo del Aconcagua este deportista platense es que su compañero de aventura no alcanzó la meta. El cuerpo de Santiago ya no resistió las dificultades de la altura de Plaza de Mulas -4.300 metros- y un ataque de broncoespasmos no le permitió seguir. "Tengo una cuenta pendiente con él y por eso quiero acompañarlo a que vuelva a hacer el intento, lo que prevemos hacer dentro de un año", adelantó Petrillo.

Desde La Plata, la familia Petrillo rebasa de orgullo: el padre, Juan Pascual Petrillo; la madre, María Antonia Jara; los hermanos Darío, Claudia y Mónica; los sobrinos; y la abuela Justa. A todos Juan Leandro dedicó el que fue, sin dudas, el mayor reto de su vida.