Toy Story 3 de Lee Unkrich
| 23 de Junio de 2010 | 00:00

“El amor no envejece, muere en la infancia”
Siempre me gustó más Pixar que las animaciones de DreamWorks. Nunca me pude bancar a Shrek del todo y prefiero 70 veces a Nemo que El Espanta Tiburones. Por eso fui al cine con la convicción de que vería una de las últimas buenas películas en 3D. Y no fui defraudado.
Me atraía la saga Toy Story en particular un poco por nostalgia hacia los juguetes, pero también por su temática central: el amor y los enamorados. En este caso los enamorados son los juguetes y sus dueños. Ellos son verdaderos amantes. “Sólo hay un tipo de amor duradero: el no correspondido; es para siempre” decía Woody Allen en Sombras y Niebla. ¿Pero por qué en este caso se trata también de amor no correspondido? Porque Andy, el dueño de los muñecos, nunca se entera de que es un ser amado. Él ama a sus juguetes, pero no sabe que ellos lo aman y seguramente nunca lo sabrá. Por otro lado, siempre está latente la idea de que los juguetes algún día serán desechados u olvidados por más que el amor hacia su dueño siga intacto. Si no se trata de un amor no correspondido al menos sí es un amor desencontrado. Esta situación angustiosamente romántica es lo distintivo de Toy Story.
El concepto de que el amor es finito es fatídicamente triste. Uno de los tantos enamorados de Los Cuentos de Canterbury de Pasolini se satisface afirmando que “El verdadero amor siempre es rechazado” cuando su mujer lo está por dejar por otro. Él es un verdadero enamorado; no sólo por estarlo, no sólo porque disfrute de estar con su pareja, sino porque disfruta de su enamoramiento. Los juguetes de Toy Story disfrutan de ese enamoramiento, aunque sea desencontrado.
Así, los amores se terminarán, el tiempo pasará, la gente crecerá y ya no estará permitido jugar con muñecos. Se puede jugar con dinero, con personas, con países, pero nunca con juguetes. Sólo quedará disfrutar del último juego, del Final del juego, del último beso, del último partido de fútbol. Poner todos nuestros esfuerzos en el mejor y más amargo de todos los juegos.
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