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Son el escenario principal para la vida social de pequeñas comunidades aisladas. El caso de la Isla SantiagoPor CARLOS ALTAVISTA
Lejos de los grandes colegios urbanos, en medio de quintas, una vegetación exuberante y a la vera del río, se levanta la escuela primaria de la Isla Santiago. Un lugar paradisíaco para enmarcar una realidad, en principio, ideal: el establecimiento educativo es el eje sobre el que gira la comunidad. No obstante, los docentes deben afrontar un gran desafío, como es el de preparar a niños y niñas que nacen en ese hábitat tan particular y crecen combinando la tarea en el aula con la labranza de la tierra, la siembra de hortalizas y la cría de pequeños animales, para que al finalizar el 6° grado se inserten con éxito en una secundaria de Ensenada o de Berisso. Marcela Formigo, directora y maestra, Omar Gómez, maestro, y Andrea Alonso, portera, lo han asumido y lo llevan adelante con la tranquilidad que sólo el paisaje que los rodea a diario puede transmitir.
A la Primaria N° 8 de Ensenada se puede llegar por dos vías. Un largo camino -ahora acondicionado; otrora intransitable- que se desprende de la avenida Almirante Brown -la que lleva a las playas de Punta Lara- y que se extiende a lo largo de 8 kilómetros de curvas y contracurvas. La otra es el río, utilizada por los chicos que cruzan desde la Isla Paulina o que llegan desde Berisso, en lancha o en bote. El colegio está clasificado como "rural nivel 3", en una escala de 1 a 5.
Luego de caminar por estrechos senderos de tierra, a cuyos lados se levantan las típicas casas de madera y zinc construidas sobre pilotes para protegerlas de las crecidas del río, entre árboles en flor y hortensias gigantes se llega a la escuela donde estudian 20 alumnos en el primario y 15 en el jardín.
Marcela Formigo, tras ejercer la docencia durante 27 años en las escuelas 1, 4 y 7 de Ensenada, su ciudad natal, decidió en el 2007 concursar para directora. "Me surgió esta posibilidad. Jamás había estado en un colegio así, por lo que lo tomé como un desafío", cuenta, mientras un grupo de alumnos dibuja a la sombra de los árboles y tres niñas conversan tiradas en el césped, cerca de las hamacas, el tobogán y un arriate con flores. "La experiencia es incomparable. Y el trabajo muy distinto. Los chicos tienen jornada completa y existe el plurigrado". ¿En qué consiste? "Un docente, en este caso Omar, les da clases a 1°, 2° y 3°, y yo a los 3 del ciclo superior", explica.
En el predio hay un rincón especialmente distintivo. Es la huerta Rayito de Sol, bautizada por los propios chicos. Allí los niños siembran y cosechan verduras que luego cocinan y comen. Crían conejos y gallinas. También hacen mermeladas. "Nos ayudó mucho la cátedra paralela Soberanía Alimentaria de la Universidad de La Plata. Ahora, la asociación Presente está gestionando su ampliación", resalta Marcela.
Lo más duro es sortear el "aislamiento" de los inviernos e involucrar a la población más vulnerable. "En cada evento participan todos los habitantes. La escuela es el centro de la actividad. A tal punto que aquí mismo funciona la unidad sanitaria", comenta Omar, el maestro que hace 6 años enseña en la isla. "El estar 8 horas al día, a los pequeños les genera un gran sentido de pertenencia con el colegio. Y se puede decir que crecen juntos. De modo que tenemos que trabajar para que al pasar al secundario tengan herramientas para adaptarse; les cuesta mucho insertarse. Los padres pidieron que puedan continuar acá, pero no se logró", lamenta.
Conocedores en detalle de la realidad de cada niño, los docentes tratan de llevarlos a pasear lo más posible con el fin de lograr que aquel salto no sea traumático. "Un día fuimos a La Plata, comimos en un famoso restaurante de comida rápida, y la mayoría no lo conocía", ejemplifica Omar.
Andrea Alonso es la portera. Isleña de pura cepa, prepara el mate, algo que nunca falta en la escuela. "Estudié aquí. Esta es mi casa. ¿Si cambió? Un poco, porque cambió la gente. Antes había muchas quintas, ahora todos trabajan como cuentapropistas o en el astillero", dice.
Otro mate y despedida. Rocío, quien termina 6° este año, cuenta rápido, como al pasar, que irá a la Media 1 de Berisso. Es que tiene que agarrar a las crías de los conejos: la acompañaron en su trayecto escolar y no pueden faltar en la foto.
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