La ley del piquete

"La costumbre crea la ley". Así se explica en las facultades de Ciencias Jurídicas. Los usos y costumbres son -como sabe cualquier estudiante de leyes-, una de las fuentes del Derecho. Habrá que aceptar, entonces, que los piquetes ya son ley en Argentina. Lo que haría falta es reglamentarlos y crear normas que consagren, efectivamente, el derecho al corte de ruta en desmedro de otros que ya han quedado vulnerados. La libre circulación está subordinada, de hecho, al ejercicio del piquete como método de protesta.

Miles de ciudadanos platenses volvieron a sufrir ayer las consecuencias de un prolongado bloqueo en la Autopista que conecta nuestra ciudad con la capital federal. Hace apenas una semana había pasado lo mismo -en ese caso por un reclamo de otra índole-. La interrupción del tránsito en rutas, autopistas y avenidas se ha convertido en una cosa de todos los días, ya sea para expresar demandas sindicales como estudiantiles, barriales o de grupos de desocupados. Por eso puede afirmarse que ya es una costumbre arraigada y consentida, que en muchos casos reemplaza o complementa los mecanismos legales para el reclamo, la protesta o petición sectorial.

La realidad obligaría entonces a adecuar las normas. Habría que decir que "los espacios públicos dejarán de serlo mientras cualquier grupo de personas decida apropiarse de ellos por un lapso determinado", o que "la libre circulación quedará suspendida cuando lo decida un conjunto de individuos por cualquier causa que esas mismas personas consideren válidas y justificadas". Así quedaría consagrado el derecho de cualquier sector a imponerse por la fuerza y limitar el derecho de la mayoría a circular libremente y a gozar del espacio público.

Suena absurdo, es cierto. Pero si se sancionaran esas normas no se haría más que plasmar en la legislación la realidad de todos los días.

Para millones de argentinos, llegar a tiempo a sus trabajos, viajar con tranquilidad, llevar a sus hijos a la escuela y volver a tiempo a sus hogares han pasado a ser derechos limitados y condicionados. Algunos días, por ejemplo, miles de platenses podrán ir hacia la capital federal sin inconvenientes. Otros días, en cambio, demorarán cuatro horas o tendrán que resignarse directamente a no viajar. Dependerá de que haya o no piquetes. Basta mencionar que en los últimos cuatro días hábiles, durante dos estuvo liberada la Autopista y en otros dos, bloqueada. La libre circulación, entonces, ya está sujeta a variables tan cambiantes como las meteorológicas. Sólo que no existe un servicio que pronostique las probabilidades de bloqueos y piquetes, aunque a veces, es cierto, se anuncian con alguna anticipación.

La costumbre ha legitimado -en los hechos- esta forma de protesta. La Justicia no interviene, la Policía tampoco. El Estado atiende a los protagonistas de los piquetes de la misma forma que lo haría con sectores en huelga. La práctica muestra que quizá tengan más suerte quienes corten una ruta y quemen cuatro cubiertas que aquellos que decidan presentar un reclamo por escrito o un pedido de audiencia para peticionar ante una autoridad.

La ley del piquete ya está en vigencia y rige en plenitud. Por eso cabe insistir: sólo falta consagrarla.

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