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Es Jorge Mattia, que se jubila como director del colegio al que le dedicó la vida
Su nombre se convirtió en sinónimo de Albert Thomas, uno de los colegios más emblemáticos de la Ciudad. Y no es para menos. Dedicó los últimos 57 años, 5 meses y 17 días a trabajar en el industrial de 1 y 58, sin faltar una sola vez. Se ganó el respeto y el cariño de docentes, profesores, auxiliares y varias promociones de alumnos, a tal punto que aún nadie lo despidió. Quizás porque -como dicen en la escuela- nadie lo puede creer. Pero Jorge Mattia, a los 76 años, se jubiló, y con él se va “una forma de entender la vida y la educación”. Aunque para el ahora ex director del establecimiento, separar esas dos palabras resulte imposible.
“Me senté otra vez acá”, dijo ayer por la tarde, luego de acomodarse en el sillón del despacho de la dirección para iniciar una charla, y lanzó una pequeña carcajada, aunque entrecortada por una emoción que no puede disimular pese a que lo intenta todo el tiempo.
Pero el lugar tenía un aspecto extraño. Impactaba ver ese gran escritorio que utilizó desde 1996 totalmente vacío, cuando hasta hace un par de días lucía siempre repleto de carpetas y papeles.
Activo e inquieto como siempre, confió que la jubilación lo sorprendió. “La inicié hace un par de años porque estas cosas suelen tardar, pero me llegó en el receso de invierno”, contó y volvió a sonreír, como siempre lo hace.
“MI VIDA”
La pregunta obligada tuvo una respuesta tajante. ¿Qué significa para usted el Albert Thomas? “Esto es mi vida”, disparó, y enseguida aclaró que no piensa quedarse quieto. “Estoy en un momento de transición, porque el hecho de que te llegue la notificación de buenas a primeras lleva un tiempo de adaptación. Pero voy a seguir trabajando por el colegio en la Fundación Albert Thomas, para apoyarlo, para seguir llevando adelante tantos proyectos que tenemos... Para despuntar el vicio”, dice con su característico modo coloquial. Y claro, vuelve a sonreír.
Hora de remontarse en el tiempo. ¿Por qué eligió ser alumno del industrial? “Me gustaban los trabajos manuales, entonces, cuando terminé la primaria en la Escuela N° 10 de diagonal 73 y 16 -cuenta sin obviar detalle alguno-, en 1951 empecé acá en la orientación electrotécnica. En aquel entonces la orientación se elegía en segundo año”, recuerda, como al pasar.
EL NIÑO Y ADOLESCENTE
Hijo único de Manuel Roque, empleado de la entonces Obras Sanitarias (hoy Absa), y de Erminda Valverde, que realizaba “trabajos de costura para afuera”, Jorge Mattia también atribuye la elección por el Albert Thomas a que “antes uno se podía proyectar en la vida”.
“Yo, por ejemplo, le dije a mi papá que quería trabajar y a los 17 ya estaba en Obras Sanitarias. Trabajaba de día y cursaba de noche. En aquella época, aunque acompañados por lo padres, la adolescencia terminaba temprano; nos independizábamos antes”, comenta.
Tras su paso como alumno por el colegio, Mattia empezó a trabajar en la institución. Y lo hizo “sin faltar un sólo día ni sacar una carpeta médica” hasta anteayer.
EL DOCENTE
“Empecé como maestro de enseñanza práctica (lo que luego se conocería como maestro de taller)”, rememora y afirma: “El colegio, para entonces, era muy distinto. Había otra cultura del estudio, pues no contábamos con la tecnología que hay ahora. Todo eran libros de texto y quien se quería capacitar bien debía leer mucho. Pero el esfuerzo valía la pena. Los egresados del Albert Thomas eran muy buscados, por lo que salías con un diploma y un trabajo”, apunta el ex director.
Ya docente en el colegio que lo vio crecer, Mattia -o Mattía, como lo llaman cariñosamente muchos alumnos- siguió trabajando en Obras Sanitarias. “Pero me identifiqué tanto con la importante función social que sentía que estaba cumpliendo”, dice en referencia a la docencia, que “en 1978 renuncié a la empresa y me quedé aquí, como maestro y luego como profesor de la parte eléctrica (de la tecnicatura en Electrotécnica)”.
En 1992 asumió como regente, en el ‘94 como vicedirector, y en el ‘96 como director.
Si bien admite que la jubilación lo tomó por sorpresa porque pensó que el trámite tardaría más tiempo, lo cierto es que Mattia se retira con varios años más de ejercicio de la profesión que lo que señala la ley. Y en este punto vale hacer una aclaración de carácter administrativo: un docente puede jubilarse (a los 65 años) y luego tomar horas. En ese caso no cobra antigüedad. O puede jubilarse parcialmente (si tenía 20 módulos pasa a 10). Pero no hay nada que le impida seguir trabajando, explicaron fuentes del ámbito educativo.
Volviendo al Mattia ‘activo’, todos coinciden en que se extrañará su figura inquieta recorriendo, a paso ligero, los interminables y por momentos laberínticos pasillos del Albert Thomas. Saludando a los alumnos o mirando una fracción de segundo a uno de ellos para que se quite la gorrita; bastaba con eso.
“CHICOS MARAVILLOSOS”
Es que para el profesor “los chicos son una maravilla”. “Antes había otra dinámica, ahora cambiaron mucho de la mano de los medios y las nuevas tecnologías, por lo que a veces los padres no están preparados para comprenderlos. Pero si un chico tiene buena contención, si se lo escucha, si se le ponen objetivos y se les explican -enfatiza-, pueden lograr grandes cosas”, opina.
Y añade: “A los alumnos hay que respetarlos, explicarles porqué se hacen los trabajos, y no escaparle a sus preguntas por miedo a no tener la respuesta. Siempre hay que hablar con ellos. Así se crea un clima de trabajo agradable, un colegio de puertas abiertas, y creo que aquí siempre se logró, pese a que hay casi dos mil estudiantes”, apunta Mattia, apelando a su larga experiencia.
De su época de profesor recuerda que “cuando daba Física, yo reunía a los padres y les pedía que nos los manden a particular; que a fin de año, si al chico le había ido mal, yo mismo lo preparaba. Para eso estamos los docentes”, subraya.
Y de su larga historia en el industrial, así como rememora los buenos tiempos, no olvida que “en la época de la EGB y el Polimodal se perdió mucho”, señala y ejemplifica: “En ese momento, de primero a tercer año se reemplazó dibujo técnico por dibujo artístico”.
EL FUTURO
“Pero ahora se está recuperando la escuela técnica. Se incorporó el séptimo año de prácticas y trajeron equipos de alta tecnología”, resalta, avisorando “un buen futuro”.
Asegura que le quedó “muchísimo por hacer”, como completar “la tercera etapa de recuperación del edificio, en la parte de los talleres”. Pero ahora “seguiré ayudando desde la Fundación”, apunta. ¿Y los proyectos de los alumnos? “Hay docentes excelentes, de modo que no tengo dudas de que se seguirá adelante con todos”, afirma.
Y remata: “Después de tantos años, lo que no se paga con nada, el mejor regalo, es cuando los ex alumnos y los actuales me paran por la calle para saludarme”.
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