Tiempo de campañas, vacunas y amenazas

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

afcastab@gmail.com

Hay tantos virus sueltos, que las vacunas y las advertencias no dan abasto. Lo del ébola nos tiene mal traer y por más que todavía esté lejos, siempre hay que estar preparado. Las plagas en antaño expresaban la furia de un creador que no sabía qué hacer para poder corregirnos. Se las consideraba como un castigo. Y debe ser así. Cada dos o tres años la humanidad deja a un lado su indiferencia y su egoísmo y se iguala ante un miedo que no distingue colore ni regiones. El miedo de estos días nos perturba y nos une.

El desfile de enfermeros con escafandras y trajes especiales le sumó nuevos temblores a un planeta que se come no sólo las uñas. Gracias al ébola, la farmacopea a hizo su entrada a la campaña. Y de qué forma. La frase de Alex Freyre, avisando a los sidosos de que si llegan a votar a Massa o Macri tienen garantizada la muerte en el corto plazo, fue una arenga tenebrosa que dejó mal parado a los infectólogos K y que, de paso, mostró con anticipación el tono de una campaña que no promete cloacas ni alcantarillas, sino nada más y nada menos que sufrimiento y muerte.

Hay gente evidentemente que le tiene más miedo al 2015 que al ébola. La foto del encuentro de Gerardo Morales con Sergio Massa, en Jujuy, sacudió no sólo al altiplano. A los de Unen, como a los guardiacárceles, cada semana se les escapan algunos internados. Y tiemblan porque en las reuniones abundan la mala praxis y las escafandras. El virus separatista los tiene a mal traer. Necesitan contagiarse de algo, pero no hay caso. Es un conglomerado tan dinámico tan desconfiado y tan inestable, que una foto carnet los puede poner en cuarentena.

Fue una semana recargada de enfermeros. Por un lado, se dijo que faltan vacunas pentavalentes y, por otro, se repasó el protocolo aduanero, por si se nos filtra algún africano resfriado y hay que devolverlo sin dólares ni aspirinas. Como ya hemos agotado el menú de precauciones, el vecindario, que vigila más los motochorros que la fiebre, no sabe contra qué vacunarse.

Existen virus que antes no se conocían, pero que en estos días, aprovechando contagios y vacilaciones, han hecho su entrada para exigirle más cautela a un poblado sobrecargado de prevenciones. Pero las plagas sin remedios a la vista no son inocentes. Siempre han dicho los grandes interpretadores que ellas traen algún mensaje. Su aparición obliga al hombre a lavarse las manos (porque ahora hay muchos con las manos sucias) y le enseña a buscar alivio en la ciencia, la fe y la esperanza.

Lo de Alex Freyre, temerario y falaz, se vino a sumar al clima de pánico que en estos días atraviesa cada aeropuerto partidario. Alex le advirtió a Pachano, con buena onda, que si Macri o Massa ganan, el SIDA rápidamente se irá propagando y matando. Freyre cultiva una militancia profiláctica que le suma formulas magistrales al cóctel oficialista: pone a los farmacéuticos en primer plano, aporta anticipos fúnebres y le lleva más temblores a los enfermos. Su prédica confirma que los más implacables y peligrosos son esos que prometen hacernos bien.

Es cierto, han vuelto las pestes, aunque nunca se fueron. Lo de Freyre para algunos puede ser el primer eslabón de una secuencia alarmista que juega con ideas tan caras y temidas como la salvación, el padecimiento y el contagio. El plan seguramente fue sondear el clima sugestionable para poder lanzar otros avisos: si gana Binner ¿que los tuberculosos se preparen? Los de Anses harán valer el reumatismo y los ultras alertarán sobre la brucelosis si el campo no se alínea. El exabrupto de Freyre, que no es inocente, avanza de paso contra los indecisos. Le confiere al sufragio un poder curativo que ningún demócrata imaginó. E insinúa que, en las farmacias, si triunfa Massa o Macri , hasta las balanzas pueden desaparecer.

Habrá que ir con receta al cuarto oscuro, repasando bien dolencias y chequeos antes de poner el voto.

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