Un desafío: los chicos y sus primeras vacaciones solos

MELANY DE JUANA (17), MICOLE LAVANDERA (17), CAROLINA VINACCIA (18) Y PAZ PELLEJERO (17)

El verano pasado, Natacha Devoto (41) y otra mamá fueron con un grupo de jovencitas - entre las que se encontraban sus hijas - a San Bernardo. Compartir el departamento fue la condición del trato. Las adolescentes podían alejarse en la playa y salir solas de noche. Las mamás cocinaban y controlaban horarios de salidas y llegadas. La pasaron bien y todas quedaron conformes, pero este año las chicas van por más y por primera vez pidieron ir de vacaciones sin ningún adulto.

Melany De Juana (17), Micole Lavandera (17), Carolina Vinaccia (18) y Paz Pellejero (17) dicen que ya son grandes y que podrán cuidarse solas. Piensan que el viaje a Bariloche fue una primera experiencia en este sentido. Creen que lo único que podría traerles conflictos serían cuestiones relacionadas con la convivencia, por eso planearon que - de concretarse el viaje - se repartirían por días las tareas de cocina y limpieza.

Para los padres suele resultar difícil tomar la decisión de permitir, o no, que sus hijos se vayan de vacaciones sin adultos que controlen.

Entre los miedos figura la inseguridad, que se crucen con algún degenerado, que tomen demasiado alcohol y no lo sepan manejar, o que se les ocurra experimentar con las drogas.

Miedo al descontrol que suelen mostrar en televisión, o a que les pase algo y ellos - sus padres - estar lejos y no poder ayudarlos de inmediato. Y cuando se trata de las “nenas”, las preocupaciones también suelen relacionarse con las facilidades para el sexo.

Lejos de los miedos, para los adolescentes - que suelen esperar ansiosos este momento - significa liberación, ilusión de autonomía y al moverse sin padres pueden sentirse un poco más grandes.

“Las primeras vacaciones sin adultos forman parte del recorrido que emprenden los adolescentes hacia la búsqueda de su autonomía. Ellos necesitan de este desprendimiento de la familia de origen, en consonancia con la búsqueda de nuevos espacios de experimentación fuera del hogar”, sostiene la psicóloga María de Jesús Ferrero, miembro del Centro Integral de Psicología Aplicada. Y agrega que para los jóvenes es importante acceder a determinadas prácticas que los acercan al mundo adulto.

A Agustín Rossi (15), Néstor Palermo (15), Pablo Artuzamunoa (18) y Ariel Miranda (17) los entusiasma imaginarse en Mar del Plata, pero todavía no terminan de convencer a sus padres.

“Ellos tienen miedo por la inseguridad, y también a que descontrolemos. Nosotros podemos tomar alcohol en un boliche, pero siempre medido”, asegura Pablo.

LA TRANSGRESION DE LIMITES

La psicóloga Ferrero sostiene que las vacaciones “invitan” a los jóvenes a cruzar “las fronteras impuestas” por sus padres, pero que “al momento de ponerse en juego esa transgresión será importante cómo los chicos internalizaron el conjunto de códigos y de normas, reales y simbólicas, que les trasmitieron sus padres y maestros”.

Natacha Devoto es la mamá de Melany, y dice que aunque no se siente totalmente segura de su decisión, cree que la dejaría. “Con el viaje a Bariloche fui aflojando un poco, pero todavía me da miedo. Se que se portan bien, pero el papá es más duro y empezamos a tener conflictos porque Melany me pide que lo convenza. Y si después les pasa algo...”, cuenta, y agrega llena de dudas: “Es largarla y reconocer que creció. Pero también, por ejemplo, el año pasado una vez salieron y se perdieron”.

También en la casa de Carolina Vinaccia están deliberando el tema. Su papá Héctor dice “ella es responsable, y siempre tratamos de hablarle de todos los temas. El principal miedo es por la inseguridad; y también está el tema del alcohol y de que no sabés a quienes van a conocer en el boliche”.

EL DEPARTAMENTO

Además de los miedos, el factor económico también influye en la decisión. Generalmente los padres deben costear las vacaciones de sus hijos: pagarles el alquiler, la comida y las salidas. Y como los jóvenes suelen priorizar los gastos de la noche, algunos adultos deciden darles también un dinero extra para que los llamen.

Convencer a los padres no es el único desafío para los adolescentes. Otro de los obstáculos a sortear es conseguir departamento: muchos no les quieren alquilar por temor a los destrozos.

Es el caso de Gonzalo Bravo, propietario de un departamento en San Bernardo. Pese a no haber tenido ninguna mala experiencia con los jóvenes, sólo acepta a familias o a parejas arriba de 30. “Con los adolescentes no me quedaría tranquilo. Por ahí se emborrachan y rompen cosas, o manchan las paredes y después seguro te dejan todo sucio”, dice.

Irene Berni tiene una inmobiliaria en San Bernardo, y cuenta que para los jóvenes siempre es más caro. Mientras que una familia puede conseguir un departamento para seis en una zona céntrica a $7.500 la quincena, para un grupo de jóvenes el mismo departamento cuesta $8.500, y se les entrega con la vajilla justa y sin ningún detalle. Pese a esto, en su inmobiliaria no alquila a menores de 25 años, porque los propietarios que trabajan con ella no los aceptan.

Pero los incovenientes no suelen ser suficientes para desanimar a los adolescentes y, si andan con la idea fija, lo más probable es que insistan hasta el último día.